POSTDATA
Directores ególatras que manipulan obras para su mayor gloria
Suele ocurrir en el teatro o en la ópera. Si consiguen que los abucheen, añadirán una medalla más a su currículum de buscados escandalillos
Todos los días vemos el enorme éxito de muchas películas y series históricas. Al gran público -no solo a los académicos puristas- le encanta la reconstrucción de su ambiente, con el vestuario y con los muebles adecuados; en ese mundo, tienen sentido los conflictos que allí se plantean. En cambio, muchos directores de escena de teatro y, sobre todo, de ópera se empeñan en cambiarlas de época, para «acercarlas al público actual».
Si los espectadores disfrutan con las películas basadas en novelas de Jane Austen o con series como Downton Abbey , ¿por qué las óperas de Verdi, Puccini o Donizetti se sitúan en la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini o en un bar de copas actual? ¿Nos emocionarán menos La Traviata , La Bohème o L’Elisir d’amore si las vemos situadas en el ambiente que esas óperas presentan, en vez de haberlas trasplantado artificialmente al mundo del «Me Too», el Brexit y Podemos?
Por supuesto, los grandes mitos mantienen su vigencia en cualquier época y lugar: don Quijote y los héroes de Shakespeare lo demuestran claramente. No estoy hablando de eso, sino de la vanidad de unos directores de escena que quieren colocarse en el primer plano; que manipulan las obras para su mayor gloria; que intentan servirse de ellas, en vez de servirlas.
Ya nos parece normal el anuncio de un Rey Lear o una Traviata de… (pongan aquí cualquier nombre), en vez de de Shakespeare o de Verdi. Es una simple cuestión de egos. En un famoso título, Pío Baroja unió la egolatría con la juventud : algo que se cura con la edad. No es el caso de muchos de estos directores, ya talludos: siguen intentando provocar a unos espectadores cada vez más acostumbrados a estas tonterías. Si consiguen que los abucheen, culparán al público burgués y añadirán una medalla más a su currículum de buscados escandalillos.