LIBROS

«Diarios I», el temible encanto de Virginia Woolf

Es en los diarios donde un autor muestra su cara más íntima y sorprendente. También Virginia Woolf. Y por eso es una noticia excepcional la llegada a España del primer tomo de los escritos por la británica. La escritora sin maquillaje

La escritora retratada por su marido Leonard Woolf en 1932
Andrés Ibáñez

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¡El temible encanto de Virginia Woolf ! El primer tomo de su diario tiene más de seiscientas páginas y va de 1915 a 1919: le seguirán cuatro más, una perspectiva que puede parecernos abrumadora pero que se disipa nada más adentrarnos en la lectura de este primero. Uno comienza a leer y ya está atrapado . Hay una laguna en el año 1916, cuando Virginia Woolf sufrió la primera de sus grandes crisis de «locura», un término, por cierto, que suelen usar con bastante ligereza críticos y biógrafos y que Roger Poole se ha cuestionado en un libro muy interesante, «La Virginia Woolf desconocida», donde insinúa que Virginia era un bicho raro en el círculo de Bloomsbury , que no entendía el lenguaje del arte ni de la imaginación.

Son los años de la Gran Guerra , que aparece por todas partes: conferencias en la Sociedad Fabiana (un grupo pacifista del que Leonard y Virginia eran grandes simpatizantes), noticias, rumores, prisioneros alemanes en la campiña inglesa, bombardeos en Londres, zeppelines sobre el mar en busca de submarinos, la movilización de Leonard, el armisticio... Pero a pesar de efectos sensibles tales como anaranjados zeppelines entre las nubes y el racionamiento de alimentos, la guerra está lejos. Virginia y Leonard viven en Richmond , una maravillosa localidad a orillas del Támesis, fuera de Londres, muy cerca de Kew Gardens.

Gustos hogareños

Aquí está todo ese mundo que, por muchas barreras de escepticismo que queramos anteponerle, nos fascina y nos hipnotiza: la importancia de los conciertos y de la música clásica, un elemento que no siempre tenemos en cuenta al evocar el mundo de Virginia Woolf y sus contemporáneos; la pasión por las mariposas (de Morgan Forster nos dice que «se tarda tanto en conocer sus cualidades como en atrapar una esfinge colibrí con un vaso»); los tés vigorizantes en mitad de la tarde y dónde y con quién se toman; la pasión por la naturaleza, las flores del jardín, la continua presencia del tiempo, de la lluvia, del frío (esos paisajes grises en los que «los ciervos armonizan perfectamente con los helechos»); los gustos hogareños de Virginia, lo que disfruta, por ejemplo, limpiando la plata, o cosiendo una falda que se le ha roto; su gusto por la vida social y las diversiones algo frívolas, como el cine, que siempre le desilusiona, o un «music hall» al que asiste en Londres, ese lado de su carácter que es menos conocido y que el austero y sombrío Leonard desaprobaba.

Su amor por Londres, por las compras, por la ropa bonita... y, desde luego, su pasión por los libros

Su amor por Londres, por las tiendas, por las compras, por la ropa bonita y elegante, el orgullo con que declara que se ha comprado un vestido azul («que llevo puesto ahora mismo»), otro aspecto que Leonard veía con malos ojos; y, desde luego, el amor a los libros, la pasión por los libros, mañanas y tardes enteras dedicadas a la lectura, prácticamente siempre, a excepción de unos pocos griegos, de autores ingleses.

La inmensa inteligencia de sus observaciones: de Maynard Keynes afirma que es inhumano, «pero muy bondadoso, como suele serlo la gente inhumana»; de la poeta Margot Adamson que no cree que sea poeta y que «posee la mente de un albino». De la bilioteca de un filósofo: tiene «todos los libros que hay que tener perfectamente ordenados, pero carecen del más mínimo interés, quiero decir que no son sensuales & curiosos como son los libros de un escritor».

Plácidas vidas

Son los años en que Virginia publica «Noche y día» y en que Leonard y ella fundan Hogarth Press y editan a Katherine Mansfield , a la que al principio describe no en términos muy halagüeños (la dama neozelandesa, al parecer, «apesta como una civeta») pero de cuya amistad se enorgullece en 1919 («cada vez me gusta más y creo que hemos alcanzado una base duradera»).

Leonard comienza a escribir un trabajo sobre «arbitraje», que a Virginia le parece un aburrimiento pero que acabará por convertirse en una pieza fundamental para la futura constitución de la Sociedad de las Naciones. Estas plácidas vidas inglesas, que transcurren como las nuestras en la indecisión y la bruma , están en realidad (al contrario que las nuestras) llenas de materializaciones y de éxitos asombrosos. ¿Será esa la razón de que nos encandilen tanto?

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