ARTE
Diana Larrea: «Si Renoir hubiera sido mujer, no sería el pintor que hoy gusta a muchos»
En breve verá la luz «De entre las muertas», de Diana Larrea, una serie que introduce en la galería Espacio Mínimo su labor en redes durante tres años rescatando a artistas silenciadas por la Historia
En cuanto las galerías vuelvan a abrir, Diana Larrea (Madrid, 1972) mostrará en Espacio Mínimo De entre las muertas , la concreción para un espacio físico del proyecto Tal día como hoy , nacido en la web, y con el que durante tres años su autora estuvo rescatando del olvido a artistas históricas de primer nivel. El anticipo que ya pudo verse en ARCO señaló lo perentorio de la propuesta y de su formalización, que es también un homenaje a los orígenes de la foto y a una de sus primeras «usuarias»: la botánica Anna Atkins .
Ha sido una de las artistas que ha visto cómo se trunca su inauguración a causa del coronavirus. ¿Cómo le ha afectado la medida?
Como a mucha gente, a nivel profesional. Además, marzo era el mes que muchos centros esperan para programar exposiciones e iniciativas en torno a la mujer. Esto a nosotras no nos ha beneficiado nada. Mi exposición ya estaba preparada, porque justo antes había sido ARCO, donde se quiso que presentara un avance. El problema es qué no sé qué se hará a partir de ahora porque dependemos de las noticias y estas son diferentes cada día.
Este era su regreso a una galería después de mucho tiempo. ¿Cómo afronta algo así?
Mucho, sí. Llevaba sin exponer en una galería en Madrid tanto que ni me acuerdo. Posiblemente diez años. Por eso iba a ser una oportunidad muy importante. Ya solo ir a ARCO fue un regreso triunfal. Pero dada la situación, tampoco merece la pena fustigarse. El hecho de estar sanos en casa es un triunfo.
¿Es necesario para un artista contar con una galería?
Tal y como está planteado el sistema, es necesario que el artista tenga una galería para tener visibilidad. Todo está estructurado en torno a ella.
En ese caso, ¿cómo ha podido sobrevivir diez años sin pasar por una?
En realidad, he sobrevivido porque no he tenido que mantenerme con mi trabajo como artista. Ha sido un empeño personal el de seguir trabajando en las condiciones que fuera. Eso ha supuesto asumir todos los costes, sin que mi labor fuera remunerada.
«Cuando lees sobre estas autoras, te das cuenta de que lo suyo no es tan diferente a lo que nos pasa todavía a nosotras»
El caso es que entrará con un proyecto que comienza en redes sociales. ¿Hablamos de qué fue «Tal día como hoy»?
Tal día como hoy fue un proyecto en redes que comencé hace tres años, y que nació de una manera natural, después de ver la performance de María Gimeno Queridas viejas . Gracias a esa acción, descubrí la existencia de un montón de artistas mujeres de la Historia del Arte sobre las que nadie me había hablado, por lo que me impuse el cometido de divulgar su labor a través de Internet. Fue un trabajo que me saturó porque me autoexigí hacer una publicación diaria, pero con el que aprendí muchísimo. Y como soy artista, una vez realizado ese trabajo de investigación, lo que me motivaba era proceder a partir de todo eso.
Que es lo que llevó a ARCO y entrará en Espacio Mínimo.
Así es. Se trata de una selección de retratos de grandes maestras de la Historia del Arte, hasta cien. Es una labor de postfotografía, pues manipulo imágenes que ya existen. Parto de archivos digitales de sus autorretratos que yo convierto en «falsas cianotipias». La cianotipia fue uno de los primeros métodos fotográficos, que no inventó Anna Atkins, botánica británica, pero que sí que fue de las primeras que le dio uso. Jugando con la idea del origen mágico de la fotografía, trabajo con los retratos y los convierto en siluetas azules. Como si estas mujeres del pasado aparecieran de nuevo de forma fantasmagórica.
Vuelvo a «Tal día como hoy». ¿En qué momento se dio cuenta de que aquello era mucho más que un juego?
Es cierto que se convirtió en una investigación, pero mis fines no fueron nunca científicos. La información la rescataba de la web. Pero esto era también una manera de dejar claro que todo aquello estaba ya allí y que de lo que se trataba era de recopilarlo y ponerlo en valor. Una de las cosas de las que me di cuenta cuando ya llevaba un volumen de artistas importante fue que, para no hacer un gueto femenino, que no me interesaba, lo básico era incluir a estas autoras en lo que se denomina «Historia del Arte». Contextualizarlas con sus compañeros varones.
¿Y cuáles son en su opinión sus mayores logros?
Lo que más valor tiene es que se haya podido divulgar toda esta información. Los libros de historiadoras estadounidenses desde Linda Nochlin ya mencionan a estas mujeres, pero o no se habían traducido o los artistas no nos habíamos enterado. Por otro lado, como todas estas historiadoras eran anglosajonas, también se hizo un vacío o silencio con respecto a otras realidades, como la latina o española. Ahí he procurado poner yo más atención.
Habla de «Feminismo mágico» para contextualizar esto. ¿A qué se refiere la definición?
Feminismo mágico es en realidad una exposición que yo misma he comisariado gracias a la red Itiner, pero que creo que hace referencia a un movimiento artístico nuevo, que he bautizado así. Especifica una serie de conexión, sino extraña, al menos esotérica, de las artistas del presente con las del pasado.
¿Son ustedes sus médiums?
Sí, pero no en un sentido peyorativo. De una forma intelectual, la revelación de los nombres de tantas artistas del pasado nos ha afectado mucho: ha sido como descubrir un mundo nuevo. Y cuando lees sobre estas autoras, te das cuenta de que, salvando las distancias temporales, no es tan diferente a lo que nos pasa a nosotras. Eso facilita la identificación.
«Estas artistas no se quedan fuera por ser malas, no es por su calidad, que es lo que se podría pensar. Eso es una estafa»
¿Es más fácil dar nombres cuanto más nos acercamos al presente?
Es algo sobre lo que me di cuenta incluso viendo la performance de María Gimeno. La explicación a esto es que la revisión histórica, los que decidían qué entraba en un manual de arte, como Gombrich, eran hombres. Y hasta que no llega a haber historiadoras mujeres, y eso no ocurre hasta el siglo XX, no comienza a haber un reajuste.
¿Qué otras cosas dio por muy asumidas hasta que se puso a trabajar sobre la cuestión?
Muchas. Lo primero, la calidad de las obras. Estas autoras no se quedan fuera por ser malas, que es lo que se podría pensar. Eso es una estafa. Otra cuestión que sorprende son esos casos de modificaciones de firmas, y otros fraudes que se siguen dando. Todavía hoy las obras de los hombres se cotizan más.
¿Cree que hoy en día las artistas mujeres siguen estando discriminadas?
Por supuesto, sobre todo a partir de cierta edad. Con 35, hombres y mujeres tenemos una crisis creativa porque parece que solo interesa lo emergente, pero en el caso de las mujeres es aún más dramático, porque se añaden un montón de condicionantes. Por ejemplo, si decides ser madre, que ya tienes menos tiempo; o aunque lo tengas, por el hecho de haberlo sido, se piensa que no te vas a entregar en cuerpo y alma al trabajo.
¿Cotizan menos las artistas?
Las razones son muchas. Tal vez la del mercado es la que tapa a otras que no se hacen tan evidentes pero que están. Le pasaba a Luisa Vidal, una modernista catalana muy buena, y que en su época la definieron como de estilo «demasiado viril», lo que era bueno. Los criterios de valoración de una obra son distintos cuando te dicen que es de una mujer. Si Renoir lo hubiera sido no sería el pintor que a muchos gusta hoy. Un bodegón floral barroco, realizado por un hombre, es detallista y maravilloso. Si te digo que es de una mujer, es una obra decorativa.
¿Están más sensibilizadas con las cuestiones de género las instituciones contemporáneas que las históricas?
En los últimos años, museos como el Prado o el Thyssen han dado un cambio notorio. De no hacer nada a ver que la demanda social pide esto, y atenderla.
¿Es el sector del arte discriminatorio?
El machismo sigue existiendo. Pero en los últimos años se abren los ojos a otras realidades. Y machismo habrá siempre. Se conseguirán pequeñas conquistas, habrá que luchar y defender. Pero si llevamos 3.000 años de patriarcado, esto no se borra de un plumazo.
¿La solución son las cuotas?
Yo estoy totalmente a favor. Hoy, es lo único que asegura presencia femenina. Es una llamada de atención: «Fíjate en lo que seleccionas y reflexiona sobre lo que te ha salido». No es meter mujeres con calzador. No entiendo a las personas que defienden la meritocracia. Es dar por supuesto que el trabajo de una mujer, por serlo, es peor.