LIBROS

Los «desperados» de Bratislava

La escritora eslovaca Jana Benová compone el retrato de un generación que no se reconoce en el pasado ni en el presente tras la caída del Muro

La periodista y escritora Jana Benová
Mercedes Monmany

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Elza es una joven eslovaca, periodista y aprendiz de escritora, que vive en un barrio popular, Petrzalka, de «gente desperada» como ella y su novio Ian, que sólo piensan en huir. Son los protagonistas de la ácida, a ratos sarcástica y neurótica, poética y desgarrada, novela Manual de despedidas , de la periodista y escritora Jana Benová (Bratislava, 1974). Una obra que se alzó con el Premio de Literatura Europea de la U.E en 2012 y que puede muy bien representar a toda una generación exasperada, desarraigada, y muchas veces de esperanzas y futuros truncados, de jóvenes de la Europa Central. Generaciones que no se reconocen en el pasado, el de sus infancias transcurridas en regímenes claustrofóbicos y autoritarios , pero tampoco en el presente, treinta años después de la Caída del Muro.

Tanto desean Elza e Ian escapar como sea del gueto de bloques siniestros de hormigón donde viven, que prefieren gastarse todo lo que escasamente rascan de aquí y de allá en cafeterías y restaurantes del centro de la ciudad, pensados sobre todo para «extranjeros y ricachones». Allí escriben, leen y tienen montada su oficina. Forzados al exilio en su propia ciudad , Bratislava, acuden al Café Hiena dos veces al día con otra pareja de amigos, Rebeka y Lukas. Allí, Elza les lee su obra en curso Manual de despedidas . Entre discusiones sobre el cine de David Lynch o sobre el poeta Carl Solomon, «el loco primogénito de Ginsberg en Rockland», los ecos del socialismo aún reverberan. Sobre todo para los mayores.

Los protagonistas desean escapar del gueto de bloques de hormigón donde viven

A las personas de cierta edad que deambulan muchas veces perdidas entre líneas de autobuses, hay que indicarles los nombres de «otros tiempos»: «¿Necesita llegar a la plaza Stalin, señora?». Una vez regresan a su aborrecido Petrzalka, los dramas vuelven a estallar. Con vecinos normalmente mal avenidos y paredes de papel en las que el tiempo parece haberse detenido, las radios muchas veces «permanecen sintonizadas en la misma emisora» desde la noche de los tiempos, como si se tratara de un «museo etnográfico». Con un humor negro, triste y desalentado , que tiñe todo lo que va escribiendo a modo de diario, mezclando amigos reales y personajes imaginarios con la realidad de cada día, en una ocasión, para sus adentros, Elza parafrasea lo escrito por Freud, al ser obligado por la Gestapo de Viena a decir que había sido bien tratado por ellos. Esa era la condición para permitirle emigrar. Freud, con siniestra ironía, añadirá: «No puedo sino recomendar la Gestapo a todo el mundo». Elza, décadas después, se imagina como un anciano que recita las bellezas de Bratislava a los turistas, esperando unos euros para un café, mientras recomienda la visita a «la ciudad blanca, tras el río», a su barrio de hormigón de Petrzalka.

Primavera de Praga

La fuga, tradicionalmente, desde la célebre y desgraciada Primavera de Praga de 1968, ha diezmado a muchas familias. Ahora pocos de los que vuelven aguantan. Canadá es un nombre que resuena a menudo en las conversaciones . También la palabra «América». Cuando la madre de Ian pierda totalmente la cabeza y no le quede noción de que tuvo tres hijos, «al que recordó durante más tiempo fue al que estaba en América, él la protegería de los demás hijos», de los que se habían quedado. Durante mucho, tiempo el «dentro» y el «fuera» marcaría sus vidas.

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