LIBROS

«Desguace», Marcos Díez y el arte del tiempo

Último poemario de este autor santanderino con el que ha ganado la reciente edición del premio Ciudad de Burgos

Marcos Díez (Santander, 1976)
Diego Doncel

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Decía Pessoa que en la poesía todo lo que siente está pensando. Contemplación, reflexión y sentimiento se dan cita en los poemas de «Desguace», último libro de Marcos Díez , y lo hacen como una manera de crear esa búsqueda de la identidad, un forma de encontrar sentido en medio de la erosión del tiempo, del inicio del declive personal, del significado gastado de las palabras. ¿Quiénes somos cuando el tiempo pasa? ¿Hasta qué punto el tiempo no solo cambia nuestro cuerpo sino a nosotros mismos? Si en su anterior libro, titulado muy significativamente «Combustión», se reflexionaba sobre la plenitud, ahora se ven las huellas del ocaso y se piensa sobre ellas . En estos poemas se habla de los despojos, de las pérdidas de una batalla, del miedo. Y así nos encontramos fotografías donde el recuerdo se pudre, vidas de amigos desfiguradas por la vida, sueños desfigurados por la realidad y la presencia de la muerte.

Asumir los límites

Yves Bonnefoy se refería a la poesía como el arte del tiempo y de la muerte. Un tiempo y una muerte que, al ser inexpresables, conllevan una poética de la imperfección. La palabra poética, en ese umbral, muestra su insuficiencia en el decir , como si la enormidad de esa experiencia solo pudiera hacerse desde una palabra que debe asumir sus propios límites, su imperfección. Sobre esa imperfección para reflejar lo esencial de la realidad reflexiona, pero lo hace como un ejercicio de reajuste, de reconstrucción . Es decir, desguazar los significados que forman parte de nuestra intimidad, limpiar los nombres y los significados de nuestra relación con el mundo.

Aprendimos de C. Milosz que la limpieza es el hecho de enfrentarse a uno mismo, a su historia, que buscar una identidad significa aceptar la imposibilidad de que podamos conocernos . Sin embargo estos poemas nos hablan de los sueños, las esperas, las melancolías y del amor, desde un existencialismo vitalista y descreído que se enfrenta a las cotidianidades del mundo para seguir deslumbrándose. Las líneas de fuerza que constituyen el libro tienen que ver, además, con la voz o las voces que se crean aquí. En Marcos Díez habla siempre un sujeto múltiple , y las voces de este sujeto se configuran en la tensión entre la palabra esencial, seca, casi impersonal con una palabra más confesional, pretendidamente figurativa. Una voz que nunca es abstracta, que no se mueve en el terreno solo de las ideas, sino en el diálogo de la idea y la cosa , de la palabra y la biografía. Sobre todo de la palabra y el misterio.

«Desguace», Marcos Díez y el arte del tiempo

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