LIBROS
David Armitage: «Las guerras civiles tienen dos milenios, pero son un invento humano evitable»
El historiador británico se mueve como pez en el agua en el territorio de las guerras civiles que se han producido a lo largo de la Historia. Su último ensayo da cuenta de ello y de los posibles conflictos que se nos avecinan
El catedrático de la Universidad de Harvard recibe a ABC Cultural con ocasión de la conferencia «España y la independencia de Estados Unidos», celebrada en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore.
-Acaba de ser publicado en español «Las guerras civiles. Una historia en ideas». Un libro suyo anterior se dedicó a «Las declaraciones de independencia. Una historia global» (Marcial Pons, 2012). ¿Hay alguna conexión entre ellos?
-En efecto, uno llevó al otro. Por dos razones. Durante la investigación de «Las declaraciones de independencia», descubrí con sorpresa que en la década de 1770, a ambas orillas del Atlántico, se hablaba de lo que luego denominamos «revolución americana», o «guerra de independencia de Estados Unidos», como guerra civil. Quedé fascinado por ese hecho. Quería saber cómo y por qué habían llegado a pensar así. En segundo lugar, tan pronto como terminé aquel libro, estalló el debate sobre la definición de la violencia que acontecía en Irak, tras la invasión que había liderado Estados Unidos. Se hablaba de terrorismo, insurgencia o guerra civil. Así que me uní a la discusión a partir de mi propia curiosidad sobre el uso de este último término.
-Resultó que no era un tema tan nuevo como parecía.
-Me encontré con los documentos de un abogado estadounidense nacido en Prusia que escribió durante la guerra de secesión (1861-1865), llamado Francis Lieber. Este preparó una codificación pionera de las leyes de la guerra en tiempos contemporáneos, precedente de las convenciones de La Haya y Ginebra. Resultó que Lieber estaba en mitad de una guerra civil e intentando definir qué era. Así que había tres décadas, 1770 con la independencia estadounidense, 1860 con la guerra de secesión y 2006 con el conflicto de Irak, unidas por una reflexión sobre la guerra civil. Ambos libros además se esfuerzan en entender lo que son los Estados. O se anuncian mediante declaraciones de independencia, o desaparecen y se fragmentan por causa de guerras civiles. Son dos facetas opuestas del mismo asunto.
-¿Son las guerras civiles culturales? ¿O el resultado de un determinismo biológico de los seres humanos, un acto de naturaleza? A algunos biólogos deterministas les ha dado últimamente por escribir libros apocalípticos sobre lo que nos espera.
-Mi argumento en el libro es que las guerras civiles no fueron descubiertas por los seres humanos, no estaban allí esperándonos. Por el contrario, fueron inventadas. Hemos sido capaces de definir de modo muy preciso que su historia empieza en la Roma republicana el siglo primero antes de Cristo, hace dos mil años. Los romanos no sabían con exactitud qué estaba ocurriendo. Algunos empezaron a debatir sobre las batallas muy violentas que aparecían en la República, calificándolas a un tiempo como «civiles» y como «guerras». No eran sediciones o tumultos tradicionales, formas de violencia interna de bajo impacto, sino verdaderas guerras. Además civiles, tomando el termino en latín en sentido literal, entre ciudadanos iguales. Entonces descubrieron que necesitaban inventar un término nuevo para describir ese tipo de violencia no experimentada con anterioridad. Las lenguas europeas posteriormente hicieron suyo el término latino.
«España y Reino Unido fueron monarquías compuestas, formadas por la agregación de territorios en la Edad Moderna»
-Las guerras civiles tienen dos milenios, un comienzo definido y son una fabricación humana, por tanto, reversible, no son inevitables. Aunque el libro trata un tema deprimente, aporta un mensaje de relativa esperanza.
-Si pensamos en la Europa del siglo XVI, observamos el fenómeno de las guerras de religión, con las de Francia en primer término. ¿Fueron guerras civiles?
-No pretendo dar por sentada una definición, sino atender a los diferentes contextos. Lo que intento es escuchar la voz de los contemporáneos, saber qué opinaban sobre lo que acontecía y si pensaban que era una guerra civil o de qué se trataba. En la Francia del siglo XVI, Montaigne, por ejemplo, habló de guerra civil y muy pronto se usó el término «guerras de religión». La fractura social fue extraordinaria. Se percibió la escisión de una comunidad que tenía una identidad común, monárquica y cristiana, un colapso.
-Se suele olvidar la importancia de las guerras civiles en el XVII inglés. La continuidad de su historia posterior, monárquica y sin revoluciones, ha tendido a oscurecer este hecho.
-En la Inglaterra de 1650 hubo guerras civiles, no revoluciones. Los contemporáneos no contemplaban esa distinción. Creo que hasta la revolución francesa de 1789 no se pueden separar. Antes eran dos caras de la misma moneda.
-¿Y la imagen de continuidad inglesa, a pesar de la ejecución de Carlos I en 1649?
-Creo que desde la restauración monárquica de 1660 en Inglaterra se produjo una voluntad de esconder lo ocurrido, de olvidarlo de manera deliberada. Se trata de una supresión o represión, en sentido psicológico. Ya lo había dicho un romano muchos siglos antes. Lo que procede con las guerras civiles es olvidarlas. Incluso en nuestros tiempos, cuando se cumplieron en 2010 los 350 años de esa restauración, no hubo celebración y apenas conmemoración. Quizás ahí tenemos un asunto interesante para España. Hay que esperar mucho para que se olviden las guerras civiles.
«El Brexit ha sido un trágico ejemplo de cortoplacismo y un error en el cálculo político»
-La imagen de continuidad institucional del Reino Unido dura hasta el Brexit.
-Esa es la revolución de ahora mismo. El resultado del referéndum me dejó asombrado. Se trata de una grave crisis ajena a la tradición política británica, que se podría haber evitado. Sin duda expone el triunfo de una visión a corto plazo, pues desde los años 70 el Reino Unido está en Europa, a nivel legislativo, cultural, político y económico. Las enormes dificultades que implica son titulares todos los días. Faltó información, hubo un error de cálculo, no se aportó la información necesaria para que los votantes pudieran tomar su decisión. Ha sido un trágico ejemplo de cortoplacismo y un error en el cálculo político.
-El caso de Estados Unidos muestra también permanencias y continuidades que de repente han desaparecido. El debate sobre la guerra de Secesión (1861-1865) embruja a la nación de nuevo.
-La nueva historiografía no tiene temor a explorar y entender rupturas y divisiones en procesos nacionales que nos han contado como homogéneos. No lo son. En Estados Unidos nos preguntamos por las batallas reprimidas de la revolución de independencia. Los leales a la corona británica fueron en muchos casos gentes de color.
-¿Se pueden prever las guerras civiles? La de Estados Unidos fue casi anunciada.
-No de modo infalible. Después de estudiar de manera serial guerras civiles, he encontrado que existen elementos y signos que los contemporáneos ven como banderas que las anuncian. El uso del lenguaje de la guerra civil, cuando las divisiones sociales son tan profundas. O bien las palabras y acciones, cada vez más violentas, constituyen un anuncio desde los romanos. También existen procesos como rupturas imperiales e independencias, proclives a precipitar en guerras civiles.
-Parecería un signo de ellas la saturación de pasado en una determinada sociedad, obsesionada con algo ocurrido tiempo atrás.
-Lo que pasa con el pasado es que ni siquiera es pasado. Pensemos en los conflictos territoriales que afectan al Reino Unido y a España en este momento. Ambas naciones fueron en el pasado monarquías compuestas, formadas por agregación de territorios en la Edad Moderna, anteriores al nacionalismo. Era absolutamente predecible que el Brexit iba a desencadenar un conflicto en la frontera de Irlanda del Norte. Como decimos en inglés, la cola está dirigiendo al perro. Cualquier solución allí tendrá que tener en cuenta las antiguas fronteras o los acuerdos de 1920. No podemos escapar del pasado y pretender que no va a afectar y los ciudadanos no tendrán nada que decir. Esto sirve para Escocia, Cataluña o cualquier otro país europeo.
-Pero los nacionalistas actuales imaginan, además de supuestos agravios remotos, fronteras imaginarias que les favorecen. Cuentan lo que les conviene, como todos los populismos. ¿Cree que estos encierran el germen de futuras guerras civiles?
-No parece, al menos por ahora, si analizamos el lenguaje del debate político. Hay indicios de uso de términos violentos, pero en el mundo existe, por el contrario, un declive en el número y virulencia de las guerras civiles. Nuestra capacidad de predicción limitada deja algún lugar para el optimismo.