LIBROS
La cruel historia del naufragio del «Batavia»
Peter FitzSimons reconstruye de manera amena y precisa la travesía del navío Batavia y su hundimiento en el siglo XVII
Este es un libro magistral de historia que deberían leer todos aquellos alterados o perjudicados por la leyenda negra , esa inmensa superchería que ha servido para que los españoles aguanten gobiernos intolerables porque han interiorizado que merecen lo peor y también para que algunos extranjeros tengan a quién insultar impunemente. No sabemos si el premier holandés Rutte que nos acusa de pasar la vida durmiendo la siesta ha leído este libro . Pero debería hacerlo, porque aprendería sobre el puritanismo holandés y sus supuestas virtudes en la fundación del capitalismo global.
El 27 de octubre de 1628 la VOC, Compañía holandesa de las Indias orientales, despachó con destino a Batavia, en la isla de Java, un formidable navío en su viaje inaugural. Fue una especie de viaje del Titanic del siglo XVII . El navío, también llamado Batavia, medía 56 metros de largo, desplazaba 1.200 toneladas y llevaba a bordo 341 personas. Si el lema oficioso de la VOC era «Jesús es bueno, pero el negocio es mejor», podemos imaginar el objetivo. Iban al otro extremo del mundo para lograr el monopolio del tráfico de especias controlando las redes comerciales desde fortalezas urbanas situadas en la desembocadura de los ríos. Nada que no hubieran hecho ya los portugueses en la región y con enorme éxito.
Un psicópata
Para contar lo ocurrido, el australiano FitzSimons acude al modelo de la «historia novelada» . No inventa nada y, si se sitúa en la frontera de lo concebible, cita a pie de página las fuentes que sustentan lo ocurrido. En verdad, la historia del Batavia, como tantas otras, solo cabía estropearla desde la ficción y el autor no cayó en la trampa. La VOC entregó el navío al capitán Ariaen Jacobz, de 40 años, «grosero y violento, bebedor y rijoso», señaló Simon Leys en Anatomía de una masacre . Como sobrecargo designaron a su archienemigo Francisco Pelsaert, un mercader profesional de salud frágil. La bella Lucretia van der Miljen (que vivirá para contarlo) fue la pasajera distinguida, víctima posterior de celos criminales. Todo marchó más o menos bien (motín por medio) hasta que entraron en los «cuarenta rugientes» el cinturón de vientos que sopla desde el sur de África hacia Australia.
Jacobz tuvo un error de cálculo de 600 millas, encallaron en la costa y cuarenta tripulantes murieron ahogados. Mientras el animoso Pelsaert partía en un esquife a Java a buscar ayuda, se hizo cargo de los supervivientes un psicópata de profesión boticario, Jerónimo Cornelisz, que mandó asesinar familias enteras . Tras prostituir a las mujeres y asesinar a los enfermos, hizo frente a Pelsaert, que había logrado regresar. Junto al héroe de la historia, el soldado Wiebbe Hayes, derrotaron a Cornelisz y sus 16 «adictos». Quedaban 54 supervivientes. Como marcaba la ley, Cornelisz fue condenado a muerte. Primero le cortaron las manos y luego lo ahorcaron. Aquel mismo año fatal, 1628, el corsario también holandés Pyet Heyn capturó en Matanzas la Flota española, la única vez que tal desastre ocurrió. Su general Benavides fue enjuiciado y degollado en Sevilla en 1634: «Esta es la justicia que manda hacer el Rey Nuestro Señor. Quien tal hace que tal pague».