CINCO MINUTOS DE GLORIA

El crítico de toda la vida

Frente a la dictadura del lector y de las redes sociales, necesitamos el trabajo de la crítica tradicional

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Hace unos días, entablé un debate por Twitter con mi querido compañero en esta doble página, Juan Gómez-Jurado . Él preguntaba a sus seguidores en esta red social si les parecía bien que en lugar de destacar en la faja de su último libro frases laudatorias de críticos, aparecieran las opiniones de los lectores. Así, en plan colegas. Como decía el estribillo de una popular tonadilla infantil, «todos tocando palmas» . Se me encendió el dedo y repliqué esta sugerencia suya. Obviamente, no estoy en contra de los gustos de los lectores -cada cual es libre de comprar el libro que le dé la real gana- pero en esto de la literatura (extendámoslo a la cultura en general) siempre ha habido ese perfil, que se denomina con una cierta rimbombancia, del prescriptor; gente que sabe de lo que habla y, por tanto, recomienda sin mayores ínfulas que las de su probado conocimiento si este libro es bueno, malo o regular.

«Si me hago la Marie Kondo, quiero un prescriptor que me diga qué 30 libros necesito»

Los críticos, y hasta los libreros , de toda la vida que, por cierto, cuando hablan para bien de tu truño a nadie le amarga ese dulce. Los gustos son una cosa y la democracia cultural de un lector, un voto, otra bien distinta. Con esta, no estoy de acuerdo.

Me alegro de que haya libros que funcionan por el método del boca a boca que gestiona las redes sociales y que facturen mucho dinero en la cuenta de resultados globales. Por algún lado ha de abrirse la brecha. Me alegro si eso ayuda a que aumenten los índices de lectura. Pero me reboto si esa popularidad implica aceptar el juego de la tal Marie Kondo , en cuyo método superventas y «trending topic» de karma hogareño recomienda que en tu casa solo tengas treinta libros. Ni uno más ni uno menos. Pero también les digo que si me hago un poco la Marie Kondo necesito ese prescriptor de pro para que me asesore con qué treinta títulos he de quedarme en esa isla desierta de mi hogar. Desde estas líneas, abro la puerta a toda clase de asesoramientos reputados. Por favor, abstenerse lectores «tocando palmas».

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