EXPOSICIÓN
El corazón rojo de Javier Garcerá
Una de las muestras más ambiciosas del pintor tiene lugar en el valenciano Centro del Carmen
Al entrar en la nave principal de la Sala Ferreres del Centro del Carmen de Valencia para contemplar la exposición de Javier Garcerá (Puerto de Sagunto, 1967) titulada Que no cabe en la cabeza , uno se da cuenta de la importancia que tiene la luz en las obras de arte. Todos sabemos que la percepción de una misma pieza puede cambiar según el entorno que la acoja y la iluminación de que disponga. No es lo mismo contemplar una misma escultura en el espacio limpio de los denominados white cube (cubo blanco), que en un edificio con una profunda carga arquitectónica.
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Es en este último caso, cuando la obra de arte establece un diálogo (que en algunas ocasiones puede convertirse en un pulso) con el espacio que la acoge. Ese diálogo puede favorecerla o perjudicarla , puede sobreponerse al espacio o este puede «comerse» a la obra.
Salir bien parado
Sin duda alguna, en el caso que nos ocupa, la obra de Javier Garcerá ha salido incluso beneficiada de medirse con un espacio tan impresionante como es esta sala neoclásica con columnas dóricas, paredes blancas y techos altos, proyectada por el arquitecto Luis Ferreres en 1924. Las piezas rojas que Garcerá ha instalado en la nave principal y ha iluminado de forma íntima constituyen el corazón de esta exposición. Un corazón rojo al que incluso ha incorporado sonido para que el visitante pueda tener una percepción total. Unas obras íntimas que transforman el espacio en una especie de estudio de artista, pues incluso hay una butaca individual donde el visitante puede sentarse a contemplar las obras como se supone que haría el artista después de crearlas.
Quizás este espíritu de reproducir el estudio del creador es el que explica la ausencia de cartelas y textos explicativos que impiden al visitante poder profundizar en las técnicas utilizadas por el autor, pues eso es algo ausente en todo estudio de artista.
Diálogo de dos vías
Estas obras se acompañan de otras dispuestas en las salas adyacentes en las que se puede ver otras líneas de trabajo de este pintor, que destaca por el diálogo entre el exterior y el interior, tanto de la Naturaleza como del propio ser humano. Unas propuestas que van cambiando según el punto de vista que adopte el espectador. Y es que toda esta exposición invita al silencio, a la meditación, a la contemplación, a detener el tiempo y dejarse llevar por las sensaciones que uno puede experimentar cuando se enfrenta a algo tan sencillo y complicado al mismo tiempo como es una obra de arte.