LIBROS
«Conviene tener un sitio a donde ir»: Carrère, activista del periodismo
Su estilo se enmarca en lo que se llama «no ficción», entre lo periodístico y la literatura. Este título recoge una amplia variedad de retratos y crónicas. Carrère, donde pone la palabra...
Autor de culto , al modo de Murakami , Auster o Bolaño , Emmanuel Carrère (París, 1957) ha sabido construir una potente literatura original y propia. Una literatura que desde hace tiempo ha comenzado a ejercer una notable influencia sobre muchos escritores de las más diversas lenguas. Volumen que reúne una treintena de textos, de la más variada procedencia (crónicas judiciales, relatos eróticos para una revista femenina italiana, prólogos de libros, reportajes sobre la Rumanía de después de Ceausescu...), «Conviene tener un sitio adonde ir», que bien podría calificarse de autobiografía fragmentada , vuelve a ser un libro deslumbrante e imprescindible de Carrère. Un libro de mil sugestiones y mil placeres para el lector aficionado, o para el desconocedor de este magnífico, espectacular por momentos, recreador de historias a lo Tusitala, como sucedía con Stevenson, de nuestros días que es Carrère.
Todo es verdad
«Hace alrededor de veinte años que ya no escribo novelas » declara Carrère a mitad de uno de estos textos. «Desde entonces escribo lo que a falta de una palabra mejor llamamos "non-fiction", y soy el primero en insistir, quizá machaconamente, en que lo que cuento es verdad, que los personajes que trato de describir tienen su modelo en la vida real y no son criaturas de mi imaginación . Esta ambigüedad es propia de la literatura, no existe en el cine». Desde sus primeras y magníficas novelas (varias llevadas a la pantalla) los libros de este autor no cesarían de dar vueltas y más vueltas en torno a lo real, hasta tocar el corazón mismo de las cosas y hasta acercar al lector a lo más profundo y recóndito de la condición humana . La suya es una muy atractiva, fluida y adictiva forma de narrar que atrapa y que hace partícipes a todos por igual, «con el mismo efecto que una transfusión».
Sus libros, o intensa sucesión de historias encadenadas surgidas de la realidad, manipuladas y mezcladas de forma dinámica, vibrante, por este practicante o activista convencido del periodismo y la literatura a un mismo tiempo, están plagadas turbulentamente de horror y piedad, de emoción y conmoción , de autobiografía descarnada e implacable y de apasionantes microbiografías de gente «saturada de vida», fusionadas a la suya propia. Historias conectadas por finos y muchas veces sutiles hilos, a la vez imbuidas de visionarios riesgos y atrevimientos temáticos que pocos escritores de nuestros días serían capaces de abordar con la brutal sinceridad y con lo descarnado del tratamiento que Carrère siempre aplica a sus textos. Una fluida, frenética y cautivadora forma de narrar que oscila entre el estilo seco y conciso, fulminante, a lo Stendhal, y el lirismo desorbitado y desgarrado de otro maestro de las crónicas literarias, basadas en lo real, como fue en su día el gran Curzio Malaparte.
Secundarios
Los veloces retratos de personajes secundarios, de figurantes que sin cesar interrumpen y engrandecen la narración original, siguen siendo de las mejores y más reconocibles marcas de este autor. Ahí está ese compañero suyo de la revista «Actuel», antiguo sesentayochista, «burgués curioso y avispado, ascético y a la vez cool», que pasó del maoísmo a la carretera, Asia y las comunas, del ácido a la coca, de la revolución a la «world music», saliendo siempre indemne de las modas. O si no, un escritor muy conocido ente nosotros, Enrique Vila-Matas , ganador del Premio Von Rezzori, congelado en el relato «El parecido». Tímido, melancólico tras haber ganado el premio, dejando a Carrère como finalista, algo que le ha dejado en estado total de abatimiento, los que le rodean, entre ellos Carrère, se ven obligados a consolarlo: «Por una parte, le dijimos que se lo merecía, por otra, que el ganador no es el único que recibe un cheque, sino también los finalistas. Una generosidad digna de señalarse».