ARTE

Conexiones en el Guggenheim de Bilbao

Las obras maestras de la Kunsthalle de Bremen y la revisión del cinético Rafael Soto se conectan de manera especial en la capital vasca

«Cúpula de centro rojo», obra de 1997 de Jesús Rafael Soto

Noemí Méndez

Comenzar el año con una visita al Guggenheim nos permitirá disfrutar de dos de sus grandes muestras todavía vigentes hasta febrero. Por una parte, a modo de retrospectiva, se nos ofrece el trabajo de Jesús Rafael Soto (1923-2005). Bajo el título La cuarta dimensión y comisariada por Manuel Cirauqui , se estructura bajo uno de los principios creadores del artista, que trabajaba la experiencia estética en términos de temporalidad, intensidad y participación del espectador, junto a la existencia de una «cuarta dimensión» en esa intersección de conceptos. Cinco décadas revisadas en base a sus estructuras picto-escultóricas en las que el venezolano generaba una clara ruptura con los convencionalismos de su época junto a otros artistas como Tinguely o Vassarely . Con ellos formaría el primer grupo de autores cinéticos de París . Sus grandes estructuras, concebidas para espacios públicos, obras de gran formato entre lo pictórico y lo instalativo, nos acompañan en el recorrido por la trayectoria de una figura totalmente volcada en la vanguardia.

Lecturas necesarias

Y en el mismo centro, podemos admirar las obras maestras de la Kunsthalle de Bremen . «De Delacroix a Beckmann», reza su subtítulo, una de las exposiciones de «grandes históricos» a las que el centro nos tiene acostumbrados y que, lejos de la contemporaneidad en sus contenidos, se muestran muy necesarias como acercamiento a grandes centros y colecciones, explorados curatorialmente de manera cuidada y contemporánea.

A caballo entre muestra y ensayo, la cita nos acerca la historia de esta colección alemana, haciendo convivir obras tanto francesas como alemanas realizadas, todas ellas, en el período comprendido entre el siglo XIX y la primera mitad del XX. La exposición refleja así no solo el desarrollo del conjunto y la relevancia de los análisis en torno al arte moderno y la modernidad , sino que subraya, en cierta medida, las similitudes entre la ciudad de Bremen (a la que pertenece) y la de Bilbao (que ahora la ofrece), que progresaron casi de forma paralela en su Historia y crecimiento naval y que culturalmente fueron focos de debate.

Sin duda, muestras como estas del Guggenheim, que lo sitúan como un faro guía en la cornisa cantábrica, animan las relecturas de grandes épocas y nos ayudan a comprender desde diferentes prismas la sociedad moderna, desde que la Revolución Industrial cambiase Europa, arropada de un proceso político que transformó el viejo continente , centro asimismo de movimientos culturales durante todo el siglo XIX que lo convirtieron en un lugar de resistencia con las vanguardias en el XX, con una extraordinaria fuga de colecciones y mecenas posterior al continente americano.

Sin duda, es fácil conectar estas dos propuestas, que podrían leerse de manera consecutiva, a modo de revisión plástica y transversal de los ismos que marcaron el fin de la academia y el declive del Viejo Continente en la Historia del Arte (algo que podemos constatar en las piezas de la colección de Bremen), hasta alcanzar la más intensa vanguardia del siglo XX, tras la Bauhaus y el movimiento De Stijl , que también tuvo su repercusión en otros, como el ya citado cinético (lo que entroncaría con Soto) o el del grupo Zero . Se podría decir, pues, que el museo bilbaíno, ahora mismo, cubre un intenso arco temporal desde dos citas casi consecutivas, que nos acercan a lo contemporáneo y potencian una comprensión mayor de la multitud de artistas y movimientos de los que somos deudores.

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