ARTE

Tabakalera, contar sin que medien las palabras

Tabakalera organiza una muestra colectiva que encaja bien en el espíritu de la Capitalidad Europea de San Sebastián 2016. Cinco artistas locales para hablar de todo un contexto creativo sin mencionarlo

Algunos de los nuevos «collages» de Idoia Montón

JAVIER DÍAZ-GUARDIOLA

Para cuando ustedes lean esto, la semana del inicio de los actos con los que San Sebastián celebra su Capitalidad Europea de la Cultura estará a punto de concluir. Ya saben, ese reconocimiento anual por el que ya pasaron en España Madrid o Salamanca, y en cuyo «tótum revolútum» caben desde exposiciones y montajes teatrales a jornadas gastronómicas y rutas de senderismo.

De alguna manera, y sin que quede escrito en ningún lado, Tabakalera, sede de la exposición que nos ocupa, es uno de los buques insignia del programa con el que San Sebastián agasajará al Viejo Continiente. No en vano, tras años de esfuerzos y atrasos para sacarlo adelante, su apertura se decidió que tuviera lugar a pocos meses de que arrancara SS2016, y en la mente de muchos quedará como parte de su legado.

Asimismo, desde principios de enero, la puesta en marcha en su sede de sus Hirikilab ( laboratorios urbanos de cultura digital ) ya se incluía como parte de la programación de la capital europea, y a sus inmediaciones habrá que volver en junio para disfrutar de uno de sus platos fuertes: el montaje de « El sueño de una noche de verano» , en el Parque de María Cristina.

Felices casualidades

Muchos mensajes ocultos como este de la identificación de Tabakalera con SS2016, muchas felices casualidades o guiños confluyen en «Arenzana Imaz Intxausti Montón Peral», segunda exposición desde su apertura, con la que el centro visibiliza su apoyo al contexto, justo en los días en los que Donosti se vuelca consigo y con Europa.

Pieza de cerámica «Sin título» (2003), de Alberto Peral

Beatriz Herráez y Peio Aguirre son sus artífices; dos comisarios que se enfrentan ahora al reto de trabajar en pareja intentando huir de las exposiciones generacionales al uso, como las programadas por Artium en 2014 (con los creadores vascos menores de 35) o la que hace tan solo unos meses celebró también en San Sebastián el Museo San Telmo («Suturak», 2014-15).

Esculturas de la serie «Red», de Miren Aranzana

Quedan invitados a transitar por esta «exhibición sin paredes», en la que los curadores establecen cruces de tiempos -de los artistas consigo mismos y con los demás- y de los autores con los comisarios y el público. Una muestra que recupera obras antiguas, pero que también ha dado pie a producciones nuevas. Al no haber una intencionalidad cronológica pueden entrar en ella por dos frentes, pero les proponemos el recorrido canónico para sacarle todo el jugo a la propuesta.

En esta «exposición sin paredes», los curadores establecen cruces de tiempo

Así, en la primera sala se toparán, y al mismo nivel, con el último libro de artista de Intxausti (1966), junto al cuadro más antiguo de Imaz (1965), cuando con 22 años se podía formar parte de circuitos institucionales, o con el homenaje pictórico de 2007 al Beti Boga (el bar punk por antonomasia en Eguia), de Idoia Montón (1969). Justo después, las nuevas producciones de los tres, junto a las potentes piezas escultóricas de Aranzana (que combinan a partes iguales diseño, mensaje feminista y la fuerza de lo escultórco en la tradición vasca, en la que las mujeres también tienen mucho que aportar); y las de Alberto Peral, tal vez, el más conocido de los cinco, recientemente homenajeado en la Fundación Suñol y codirector en Barcelona de Halfhouse.

Desde este momento, se quiebran los tiempos, y se intuyen en piezas antiguas intereses que acompañaron a sus autores. Como ciertas formas volumétricas en el «Unframed Jane», o nuevo ring de circo de Intxausti, que en 1994 eran la peana de su pieza en parafina «Ofelia»; o la inclinación de Arenzana hacia nuevos materiales, como el metacrilato, para la escultura, junto a ese espíritu canalla y doméstico de Montón, antes y ahora. En el mejor de los casos, se pierden las referencias, como ese gusto ya lejano de Peral por la figuración o unas contaminaciones demasiado evidentes y de las que se desprendió Imaz. ¡Cuántas cosas se observan sin mediar en ello palabra!

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