LIBROS

«Clavícula»: Marta Sanz, la crisis del cuerpo

Tras «Farándula» -Premio Herralde de Novela-, la escritora madrileña bucea en su yo íntimo para compartir sus vivencias en los años de estrago y angustias. Un relato a tumba abierta

Marta Sanz, autora de «Clavícula» José Ramón Ladra
José María Pozuelo Yvancos

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También los cuerpos viven la crisis. Además la crisis del cuerpo es la única que nunca faltará a su cita. Marta Sanz (Madrid, 1967), quien se distingue en nuestra narrativa por cargar de acento personal todo cuanto escribe, ha decidido atreverse a publicar un libro demasiado personal, que dialoga internamente con su libro primero, «Lección de anatomía», y no porque se le parezca sino porque es su antípoda. El primero tenía a la joven enamorada en crisis de desamor, el segundo a la mujer madura en la indagación del dolor corporal . Si he subrayado en mi crítica el adverbio «demasiado» para el calificativo personal atribuido a esta obra no es porque no me guste que lo haga, sino porque lo ha escrito a sabiendas del riesgo que supone lanzarse a tumba abierta a contarnos sus vivencias íntimas en los años de estrago propio y de angustias económicas.

Varias veces lo admite la narradora, que indisimuladamente coincide con la autora desde el principio . No estamos ante una novela, es más bien un fragmento autobiográfico con un yo íntimo que encuentra prendido a su posición social y pública.

Pero hablemos de ese riesgo en conversación literaria, que es la que aquí importa. ¿Tiene sentido que el lector conozca con tanto detalle los miedos, los protocolos de la salud de quien se halla en el climaterio, lo que se puede o no comer según que prescripción y cuántas pastillas de Orfidal se permite para salvar el peso de las angustias que genera la menopausia?

Sentido del recuento

Llega un momento, tras terminar un largo capítulo sobre sus peripecias con una enfermera especializada en pruebas de esfuerzo, en que la narradora se pregunta por el sentido de todo este recuento.

En otra ocasión esa voz de autora consciente (quizá haya pocas en España tan conscientes de lo que hacen cuando escriben) se plantea otra pregunta sobre si no es impúdico que haya revelado a los lectores las cuentas que va realizando para ajustar el presupuesto doméstico, bastante deteriorado por la crisis económica (que los escritores viven con no menor calado que otras profesiones), pero también por el paro del marido. Y concluye: «Creo que esta confesión es absolutamente impúdica , pero fundamental» (p. 69). En esta respuesta se encuentra la razón del estilo de este libro. Afecta de lleno a la pregunta de si una escritora es capaz de sacar rendimiento universal (general al menos) a las menudencias (vistas desde fuera) de unos achaques.

Extraer rendimiento de lo particular es la función de la literatura, mucho más de la confesional. Pero solo tiene sentido si hay compromiso con ese otro tipo de verdad, la literaria, que es tanto más difícil de lograr cuanto más personal es el objeto y que necesita lenguaje, ese territorio en el que Marta Sanz es una garantía, porque acierta en el adjetivo , en las acumulaciones de palabras que dicen las dolencias, pero sobre todo acierta en la perspectiva que no elude la obsesión y sobre todo no rehúye la lucidez sobre sus propias contradicciones.

«Clavícula». Marta Sanz

Narrativa. Anagrama, 2017. 208 páginas. 16,90 euros. E-book: 9,99 euros

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