LIBROS
«La ciencia histórica», la enfermedad cultural según Huizinga
Revisitar a Johan Huizinga, referente en el siglo XX, es el objetivo de esta recopilación de conferencias que impartió en España
Huizinga fue uno de los grandes historiadores de la primera mitad del pasado siglo. Pertenecía a una f amilia de predicadores menonitas . Se doctoró en el año 1897, había nacido en Groninga, Holanda, en el 1872. Profesor de Historia en Haarlem, luego regresó a su ciudad natal y, finalmente, ejerció de catedrático en Leidem donde además fue rector. «Doctor Honoris Causa» por Tubinga y Oxford. Durante la Segunda Guerra Mundial fue perseguido por los nazis. Murió en 1945. Dos de sus obras fundamentales fueron «El otoño de la Edad Media» y «Erasmo ». Ortega , Caillois, Gadamer, March Bloch (fusilado en 1944), Lucien Febvre (al principio crítico por explicar la Edad Media como un todo), Einaudi (partidario como él de una República de espíritus libres), Burckhardt , Pirenne, Le Goff o Eco (prologó «Homo Ludens» para una edición del propio Einaudi), le tuvieron en gran estima.
Fue contrario a las teorías que desplegó Spengler en «La decadencia de Occidente». Al libro lo calificó como «mausoleo inconcluso lleno de distorsiones, prejuicios y acrobacias peligrosas». Para Huizinga, Spengler había abandonado el racionalismo crítico , la filología, la exactitud empírica, la investigación, y se había entregado a una abrumadora «barbarie». El libro era un ataque al estado, la religión (cristiana) y las democracias. El holandés defendía todo lo contrario.
En su formación influyeron sus conocimientos de lenguas (latín, sánscrito, indogermánico, árabe, gaélico y lenguas eslavas). Fue un defensor del saber aristocrático, sobre todo, de parte de la Historia. Consideraba a la Literatura más cercana del saber popular. El profesor Moreno Alonso, responsable de esta edición , trae a colación aquella pregunta que el historiador Rostovtzeff se hacía en Historia social y económica del Imperio Romano: «¿Es imposible difundir una civilización superior en el seno de las clases inferiores sin rebajar el nivel de aquélla y diluir su sustancia hasta el punto de desaparición? Toda civilización que empieza a penetrar en las masas, ¿no está condenada a la decadencia?». Lo de «clases inferiores» hoy suena rancio, pero se puede sustituir por masas consumidoras; así como «civilización superior» por alta cultura . A la vista están los resultados aunque nos neguemos a verlos por vergüenza y descreimiento.
Sectarismo
Toda la obra del holandés desprende un antinacionalismo declarado, sobre todo en Patriotismo y nacionalismo en la historia europea. Para él es el gran mal de Europa. Él lo califica de «puerilismo». Movimiento antidemocrático, populista, enfrentando a la sociedad, de carácter divino y mitológico. Es decir, la fe irracional obnubilada frente a la razón. Cómo vivir en una sociedad militarizada sosteniendo a una ingente maquinaria bélica. Y la educación destruida por el sectarismo y la fanatización. Y l a cultura arrasada por la barbarización al darle un protagonismo real a lo mágico y fantástico. El mito suplantaba al logos.
Su obra desprende un antinacionalismo declarado. Lo califica de «puerilismo»
Huizinga, como era de esperar, fue combatido por los nazis. Lo acusaban de dar alas a la libertad individual frente a aquellas masas ofuscadas por una ideología pervertida y perturbadora. Al historiador tampoco le gustaba un mundo en el que la ciencia sustituyera al viejo humanismo . En «Los albores de la paz» (1946, obra póstuma) criticó severamente a la Revolución francesa. Buena en sus utópicos principios, pero terrible en su desarrollo y evolución hacia la dictadura y militarismo napoleónico. Su visión de la Historia establece un vínculo entre arte-economía, pensamiento-estructura social, sicología-condiciones de vida .
A la identidad antepone la diversidad. lo mismo que a las emociones inducidas, la razón
«La ciencia histórica» son cuatro conferencias que dio en la Universidad de verano de Santander en el mes de julio de 1934. Fueron publicadas ese mismo año por «Revista de Occidente». Ortega apreciaba al autor. Ya en 1930, en la misma publicación, había salido a la luz «El otoño de la Edad Media» traducido por José Gaos. En 1936 la misma institución volvió a publicar «Entre las sombras del mañana» . Diagnóstico de la enfermedad cultural de nuestro tiempo. Texto premonitorio de la catástrofe bélica . Huizinga también atacó a las leyes raciales acusándolas de un mal romántico. Racismo y nacionalismo, ideologías complementarias que habían arramplado con la libertad-igualdad-fraternidad de la Revolución francesa. A la identidad el anteponía la diversidad. Lo mismo que a las emociones inducidas el anteponía la razón, la verdad, la humanidad, la justicia y la paz. Huizinga no agradó por igual a sus compañeros de profesión . Él no estudia a los grandes personajes, los grandes acontecimientos, las ideologías, sino la vida cotidiana del grupo social.
Ciencia inexacta
En la primera conferencia: «Desarrollo de la ciencia histórica desde comienzos del siglo XIX», repasa más de un siglo de investigaciones . Una ciencia dependiente de las fuentes de otras muchas y muy cerca de la vida real. Teme la cada vez mayor presencia de asuntos económicos y sociales. En la segunda conferencia, «El proceso del conocimiento histórico», reflexiona sobre el pasado como fiel reflejo, o no, del presente . Él desliga esos vínculos. La tercera fue sobre «La idea histórica». La Historia era una ciencia inexacta por la cantidad de variables interpretativas. El discernimiento histórico exigía tres cosas: sentido común, práctica y sentido histórico. La cuarta y última versaba sobre el «Valor de la historia para la cultura actual». Coincidía con Croce en que el abuso de la Historia había dado lugar al «historicismo». El italiano hablaba de «antihistoricismo». Todo esto conducía al caos. Huizinga curiosamente está a favor de la novela histórica y contra la «biografía ornada».
A la luz de hoy en día, su obra persiste en su valor, aunque la propia investigación histórica ha avanzado inmensamente.