LIBROS
«Chuquiago»: Miguel Sánchez-Ostiz, La Paz sea contigo
La capital de Bolivia es el escenario elegido (y familiar) por Miguel Sánchez-Ostiz como tablero de observaciones y operaciones
Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950), uno de los mejores escritores españoles con que contamos ahora y autor de dos novelas esenciales de estos años -«Las pirañas» (1992) y «La flecha del miedo» (2000)- hace tiempo que dedica parte de su torrente de escritura, bastante profuso, a la elaboración de diarios y apuntes, «Idas y venidas», «Diario volátil»... en que alguno de ellos ha tenido como protagonista a Bolivia, país en que Sánchez-Ostiz pasa cierto tiempo al año , desde 2004, y paisaje que conoce con fascinación sostenida.
A este país ha dedicado algún ensayo, con ánimo de dilucidarl y, de paso, a sí mismo, «Cuaderno Boliviano» (2008), algo que siempre va unido a su condición de escritor, condición que supone una curiosidad rayana en la manía, como su admirado Pío Baroja , autor a cuya obra y figura ha dedicado tres libros, que yo sepa. Esa prolija curiosidad le lleva a la indagación a la manera de un erizo, según la clásica definición de Arquíloco de escritores erizos y zorros, deteniéndose una y otra vez en el mismo agujero pero de modo más profundo, más sostenido.
La Paz, ciudad mágica y extraña a la que han sucumbido grandes escritores
Ahora, Miguel Sánchez-Ostiz acaba de editar «Chuquiago. Deriva de la Paz», un hermosa crónica y narración sobre la capital boliviana que en lengua aimara se denomina Chuquiago y que nos habla sobremanera de esa fascinación antigua por la ciudad, lugar donde lo imaginario parece haberse encarnado en sus calles , ciudad mágica y extraña a la que han sucumbido grandes nombres, desde Ramón Gómez de la Serna y escritores de la tierra -tales Jaime Saenz y Víctor Hugo Viscarra-, a nuestros Ciro Bayo, Giménez Caballero o Eugenio Noel, por no hablar de extranjeros señalados, como Allen Ginsberg, Christopher Isherwood o Paul Morand, autor que hizo del mapamundi su hogar.
Alucinada descripción
¿En que consiste esa fascinación? ¿dónde se esconde? Para Sánchez- Ostiz, autor nada proclive a escudarse tras mediaciones culturalistas, sean éstas estéticas o no, de las llamadas de buen gusto o, por el contrario, pretendidamente contraculturales y plenas de fantasías alucinógenas, -¿qué hacía, si no, por esas alturas andinas Ginsberg?-, esa fascinación se esconde tras lo que representan sus calles, que no es ni más ni menos que la humanidad sin tapujos , o, por lo menos, con los menos. Así, el autor recuerda, por ejemplo, en una narración alucinante, las sombras de los llamados Novios de la Muerte, los matones de Klaus Barbie , «El carnicero de Lyon», entre los que se encontraba el propio hijo del dirigente de las SS.
Así, la visita a la cárcel de San Pedro , en pleno centro de la ciudad, lugar mítico, que se encuentra enfrente de la Iglesia de San Pedro y que es lugar habitual de los resistentes contra las diversas dictaduras, lugar ahora convertido en atracción turística desde que apareció en Lonely Planet... en fin, una alucinada descripción de las calles de esta ciudad donde la sangre y los fantasmas de los asesinados tienen tanta realidad como los vivos.
Es ese despojamiento casi místico a veces lo que hace de este libro algo especialmente valioso , casi siempre dado a registrar aspectos narrativos que se mueven entre la crónica personal y la guía de viajes. Aquí La Paz es otra cosa, vale decir, lo que realmente es.