LIBROS

Ted Chiang, el último genio de la ciencia-ficción

El autor de culto en el género de los robots y las tramas filosófico-futuristas ha rizado el rizo en «Exhalación»

El escritor de ascendencia china Ted Chiang
Rodrigo Fresán

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Como Borges, Italo Calvino, Stanislaw Lem, Bradbury o Murakami, el norteamericano de ascendencia china Ted Chiang (Port Jefferson, 1967) es el escritor ideal para todo aquel lector que va por ahí casi enorgulleciéndose de que nada le interesa menos que el género fantástico porque lo suyo es literatura «seria y de verdad», y todo eso. Como los antes mencionados, Chiang es, primero y antes que nada, un gran escritor y, de inmediato, un deslumbrante iluminador de tramas imposibles que de inmediato, también, se vuelven ciertas y certeras. Y, sí, lo de Chiang -quien también es technical writer para la industria del software - está más cerca de la isla de La invención de Morel que de La isla del Doctor Moreau .

Exhalación -uno de los diez libros del pasado año para The New York Times así como lectura vacacional recomendada por Barack Obama- es apenas su segunda recopilación de relatos (otro detalle atendible y a agradecer: Chiang, poco prolífico pero siempre impecable, parece ir a la contra de la tronante mega-saga con tronos en varios volúmenes prefiriendo la construcción de inmensas miniaturas ) luego del admirado y multipremiado La historia de tu vida (2002). Allí destacaba aquel que daba título al conjunto y que resultó en la excelente Arrival ( La llegada ): adaptación cinematográfica de 2016 dirigida por el con justicia cada vez mejor considerado Denis Villeneuve , quien luego continuó Blade Runner y se apresta a estrenar su versión de Dune . Allí también -más allá de la llegada de raza extraterrestre y los cruces espacio temporales- el auténtico tema era el de la comunicación/incomunicación entre seres de este y de otro planeta y cómo el hallazgo de un idioma común no conseguía otra cosa que hacer aún más irreconciliables las diferencias. Todo narrado con un estilo donde lo preciso no estaba reñido con lo epifánico.

«Exhalación» es uno de los diez libros recomendados por «The New York Times» el año pasado

El resto de los cuentos de aquel volumen -como sucede en colecciones de contemporáneos de Chiang como Millhauser, Karen Russell, Dan Chaon, Kelly Link y Kevin Brockmeier o China Miéville entre otros, definidos por Peter Straub como «New Wave Fabulists»- se las arreglaba para hacer comulgar a la Torre de Babel con torres de lanzamiento, a enviados angelicales con el «hallazgo científico» que posibilitaría la imposibilidad de reconocer toda belleza en el mundo, a golems cabalísticos con ecuaciones matemáticas. En resumen: el «idioma» de Chiang es el de un escritor sin límites ni fronteras.

Coordenadas

Exhalación repite estrategia y potencia alcance . Y ya desde los títulos de algunas de las nueve narraciones -«El comerciante y la puerta del alquimista», «Lo que se espera de nosotros», la admirada desde hace años «El ciclo de vida de los elementos de software », nouvelle publicada por separado en 2010 y ya traducida a nuestro idioma en la antología colectiva Terra Nova (Editorial Sportula), «La niñera automática, patentada por Dacey», «La verdad del hecho, la verdad del sentimiento» o la magistral novella «La ansiedad es el vértigo de la libertad»- queda claro que las coordenadas por las que se mueve Chiang son tan particulares y propias como las de J. G. Ballard o John Crowley o Kurt Vonnegut Jr. o William Gibson.

Ya se sabe: ese convencimiento de lo que nunca ha sido puede estar siendo sin que nos demos cuenta de que así es. Así, mascotas virtuales que acaban poseyendo a sus serviles amos (los sexuales digientes de Chiang con más de un punto de contacto con los anteriores Perky Pat de Philip K. Dick o los posteriores kentukis de Samanta Schweblin ). O la olvidadiza memoria de los humanos potenciada a la vez que expuesta por un disco duro colectivo. O las diferentes alternativas de nuestras existencias con las que interactuar cortesía de un gadget (pero sin caer en fórmulas de facilismo distópico-automático estilo Black Mirror ). O una casi sátira sobre el llamado «creacionismo de la tierra joven». Pero también -como en «La historia de tu vida»- el contrapeso de victorianas postales steam-punk o algo así como la noche árabe y número 1002.

Criaturas robóticas

El cuento que lleva el título del libro es, de nuevo, una renovada invitación de Chiang a que tengamos un encuentro cercano de la tercera fase pero de primera clase en el que criaturas robóticas comprenden la verdad del cosmos a partir de lo descubren en la auto-autopsia de sus cromados cerebros. «El universo comenzó como una enorme bocanada de aliento contenido. Quién sabe por qué, pero sea cual sea la razón, me alegro de que así fuera, porque debo mi existencia a ese hecho. Todos mis deseos y reflexiones no son ni más ni menos que remolinos generados por la exhalación paulatina de nuestro universo. Y hasta el momento en que esta gran exhalación termine, mis pensamientos proseguirán» , se nos revela y emociona allí.

Y, de nuevo, lo del principio, lo que siempre se valora: se ofrecen aquí el tipo de tramas que consiguen que el lector casi aguante la respiración durante su lectura por miedo a romper el atmosférico conjuro invocado por Chiang (y cuando digo lector me refiero especialmente a aquellos quienes, de pronto, se sorprenderán maravillados ante el descubrimiento de que la ciencia-ficción también podía ser esto). Y que, alcanzada la última línea, exhalemos satisfechos y maravillados y agradecidos por la profunda inspiración de Ted Chiang.

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