ARTE

Chema Peralta, paisaje y artificio

Quizás la exposición individual que devuelve a Chema Peralta a la galería Utopia Parkway de Madrid sea una de las más depuradas de su carrera

«Tres nubes» (2016), acrílico sobre tela de Chema Peralta
Javier Rubio Nomblot

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«Composición, composición, esa es la única definición del arte. La composición es estética y lo que no está compuesto no es una obra de arte», sentenciaba Deleuze , dejándonos más o menos como estábamos: la mayor parte de los objetos fabricados por el hombre están razonablemente bien compuestos; pero es que, además, al ser la composición «estética», es siempre imposible razonar por qué una cosa está bien compuesta o, lo que es lo mismo, proporcionada. Sucede que sólo el hombre puede componer y lo que no ha hecho él, es decir, la Naturaleza, no es apropiado decir que está compuesto (la famosa tesis de Gombrich , la «mezcolanza de nuestro entorno natural», «el organismo como agente activo que busca el entorno, no a ciegas ni al azar, sino guiado por su inherente sentido del orden»...); y por eso los griegos esculpen cuerpos de proporciones ideales, también llamados canónicos, utilizando la geometría .

Por eso, si Enrique Andrés Ruiz puede relacionar esta prospección de Chema Peralta (Madrid, 1965) en « Geometría de la meseta » con el ensayo orteguiano homónimo («El espectador», 1916-1930) y si el propio artista ha podido rozar en estas pequeñas pinturas la maestría, es porque el paisaje mesetario, a diferencia del serrano, ha sido meticulosamente modelado por el hombre a lo largo de siglos («Es tan breve, concentrada –había dicho Ortega –, tan lógica la posición del caserío, que nos parece haber pasado sobre un gran cuerpo orgánico»): hay ante todo una quietud absoluta en las escenas de esta exposición, un reposo, una paz, que tal vez sea la del propio artista, que cuaja aquí su obra más plena; pero hay también un homenaje –incluso una demostración de amor– a las construcciones humanas más sencillas y funcionales, a la elemental geometría de la nave, de la casa de labor, del campanario, de la granja y la aldea , al que parecen sumarse, como si las abrazaran, los escasos elementos del paisaje.

El cuadro perfecto

Con todo, pienso que Chema Peralta da, en esta deliciosa serie de paisajes (salpicada de naturalezas muertas minimalistas), una magistral lección de composición cromática que le relaciona, más que con su admirado Caneja o con modernos renovadores madrileños como Alcolea , con la plástica americana más exquisita y cientifista, ya sea la del ascético Albers (totalmente integrado en la obra de este pintor perfeccionista), ya la del pop más riguroso.

«Geometría de la meseta» acaso sea una de las más impecables realizaciones de la « Teoría de las mezclas cromáticas y su representación » (2008) del gran fotorrealista José María G. Cuasante : el cuadro perfecto –dicen estos paisajes– es aquel en el que cada masa de color plano tiene exactamente la extensión que le corresponde . Y tal paisaje, como advierte Andrés Ruiz, sólo existe como cuadro, como obra humana, como ficción y como artificio.

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