LIBROS

«La casa de los veinte mil libros», utopías y sueños de juventud

Sasha Abramsky rinde homenaje a su abuelo, Chimen Abrasmsky, y nos sumerge en el turbulento periodo del siglo XX en el que vivió

Sasha Abramsky, autor de «La casa de los veinte mil libros»
Mercedes Monmany

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En una ocasión, el personaje legendario, coleccionista de libros, gran experto para Sotheby’s en manuscritos judíos «raros» y erudito autodidacta Chimen Abramsky, al que su nieto, el periodista y escritor Sasha Abramsky, colaborador de «The Nation» y «The Guardian», le dedica «La casa de los veinte mil libros», intentó convencer a su viejo amigo Isaiah Berlin para que escribiera un ensayo para una colección que dirigía. A la hora de presentarse, Chimen, sabio estrafalario que parecía directamente salido de un cuadro de Chagall o de un relato de Bashevis Singer, le contestó al «gran paladín de la libertad» Isaiah Berlin que no podía describir a los otros colaboradores de la colección salvo a sí mismo: «Me podría clasificar como un excomunista, exmarxista, hoy (años 70) una mezcla de radical, liberal, conservador y contrarrevolucionario; alguien que ha perdido la fe que tenía y aún no ha encontrado una nueva; en una palabra, una persona que busca, tantea, duda, que hace continuos ‘post mortem’ sobre su propio pensamiento… y que de algún modo sigue creyendo en los valores humanísticos». Chimen, señala su nieto, «sabía que ya no podía suscribir las creencias utópicas; sin embargo, nunca pudo dejar de lado los sueños de su juventud».

Hijo ateo de uno de los rabinos más venerados del pasado siglo , Yehezkel Abramsky, a cuyo entierro en 1976 en Jerusalén acudieron más de cuarenta mil personas, Chimen nació en 1916 cerca de Minsk. Pasó sus primeros años de adolescencia en Moscú y luego emigró a Londres, donde descubrió deslumbrado los escritos de Marx, traicionando así a su piadoso padre, que había sido hostigado por los bolcheviques hasta que logró huir. Cuando los nazis invadieron Rusia en junio de 1941, Chimen se unió al Partido Comunista, fe que conservó hasta finales de los años 50, cuando por fin reconoció los crímenes de Stalin .

Huir del pasado

Tras la Guerra Mundial, que le obligó a interrumpir sus estudios, él y su esposa, Mimi, regentaron una famosa librería judía en el East End de Londres ; también un famoso «salón», instalado sobre todo en la bulliciosa cocina. Un cálido espacio donde camaradas más o menos célebres debatían, se enzarzaban, comían, jugaban al ajedrez y compartían miles de lecturas y acontecimientos del panorama mundial.

Como recuerda su nieto, «Chimen podría haberse convertido en uno de esos anticuarios solitarios, excéntricos, un tanto perversos que habitan en tantas páginas de Dickens». Desde el comienzo, esta extraordinaria biografía , que retrata fantástica y vívidamente toda una época europea, se convierte al mismo tiempo en la biografía de un personaje principal e inanimado que acompañó siempre a su abuelo: su inmensa biblioteca de veinte mil volúmenes.

En la vejez, comenta Sasha Abramnsky, Chimen «seguiría siendo un hombre que huía de su pasado»: su solitaria infancia en la Unión Soviética, su fascinación por el estalinismo, su complicada ruptura con el Partido y con muchos amigos que dejaron de hablarle. Su vida cubría, como el mismo Chimen dijo en una ocasión, «un largo periodo de nuestro turbulento siglo de revolución, guerra civil, pogromos, dictaduras despiadadas y la Segunda Guerra Mundial con sus terribles tragedias que culminaron con la destrucción genocida de los seis millones de judías».

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