ARTE
Las cartografías de Miki Leal
El repaso que el CACMálaga hace de Miki Leal constata sus «fetiches» creativos y lo aúpan como uno de los autores españoles más sugerentes

Puede que Miki Leal (Sevilla, 1974) sea, por encima de otras muchas definiciones, un cartógrafo de sí mismo . Puede que sus obras sean los «mapas» de su situación en el mundo y, por ende, una exposición como esta, que incorpora obra ... desde 2005, se metaforice en una suerte de «atlas». Y es que, el artista testimonia espacios y vivencias propias, el caudal de la memoria , sus gustos musicales y cinematográficos, el deporte que practica, la ropa que viste, homenajea a una pléyade de figuras que van desde la alta cultura al ámbito de las mitologías populares -los tenistas como héroes modernos, aunque el tenis, como otros universos que toma, resulte metafórico del papel del artista y el modo de experimentar la creación-, así como dialoga con la Historia del Arte, con «sus» artistas fetiche, obras y episodios significativos.
Entre sus últimos vis-à-vis está la Casa Sommerfeld , hito de una Bauhaus iniciática y aún expresiva que tan bien se presta al juego de las texturas (los veteados de la teca con la que se construyó), tan caras a Leal, tanto como a la tensión-comunión entre lo figurativo y lo abstracto (lo reconocible basado en espacios ocupados por estampados, texturas, estarcidos, chorreones, tramas geométricas...).
Cierta pulsión pop
Esa atención a la cultura material, los imaginarios populares, lo mundano y a los registros culturales permite que advirtamos en él cierta «pulsión pop», que puede traducirse también, mediante algunas soluciones, en su lenguaje. La fuerte estetización de lo cotidiano -de aquello que le rodea-, la generalizada ausencia de turbación, la entrega a lo físico y a lo sensorial (la fisicidad de su pintura, la alusión a la música), así como la sofisticación, sin pretenciosidad por su parte, de algunas de sus fuentes, de lo que «le nutre», permitiría que pudiéramos definirlo como un esteta, un hedonista o un epicúreo. El territorio que frecuenta Leal está mediado por ese sentir placentero, por una suerte de joie de vivre y por la capacidad para convertir en una figurada Arcadia lo que le ocupa. Pero aún hay más: transmite esa pasión y disfrute, pudiéndose percibir en muchas piezas plenitud y felicidad.
La exposición del CAC se compone de numerosas obras excelentes que, dada la variedad de soluciones, temas, arco cronológico y, sobre todo, la construcción de un inequívoco lenguaje propio, dan la dimensión de Leal como un autor esencial para la pintura española de la última década y media.
Dicho esto, señalando tal talla y disfrutando literalmente del encuentro con estas obras, la exposición, como puesta en escena o relato, se ve lastrada en varios puntos concretos por el exceso de piezas, que puede llegar a generar una sensación de gratuidad, aleatoriedad e incluso anecdotismo . Tal vez, la energía desbordante, la libertad, lo desprejuiciado y el carácter lúdico, que le acompañan y definen, se hallen como causas.
Desde 2013, Leal ha abordado la cerámica y el azulejo , que hunden sus raíces en su memoria y lo familiar. El modo de pintar de Leal, quien considera cada elemento como una entidad que ha de ser pintada en su totalidad, aunque acabe ocultándose, hace absolutamente pertinente y enriquecedora para con él mismo esa internada en lo volumétrico. El artista ha sabido evolucionar de la inicial traslación de su mundo pictórico a sus sobresalientes últimas piezas, más experimentales y ambiciosas , en las que se sigue cartografiando.
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