ARTE

Carlos Pazos: «¡Me pego unos sofocos repasando mi biografía! ¡Me castigaría de tal manera!»

Se cumplen 50 años en activo de Carlos Pazos, uno de los creadores más polifacéticos y escurridizos del panorama español. Premio Nacional en 2004, al catalán le coincide con una muestra en la galería ADN y un nuevo volumen de sus memorias

Pazos, en ADN, días antes de comenzar el confinamiento Joan Vall

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Carlos Pazos (Barcelona, 1949) siempre ha sido un creador a contracorriente. Por eso, el que ahora la exposición en la galería ADN de Barcelona que coincidiría con su 50 aniversario como artista –y que iba a servir para presentar de nuevo su tercer libro, Filigranas y mamporros – no la pueda o no la vaya a ver casi nadie (debido al coronavirus) le hace hasta gracia: «En estos momentos, no estoy especialmente eufórico. Estoy descansando obligatoriamente estos días, lo que no está mal, durmiendo mucho. Montar la muestra fue un gran esfuerzo».

El autor que «quiso hacer de él una estrella» (una de sus series más celebradas), el bon vivant de naturaleza melancólica, con vocación de músico y escritor, que terminó haciendo arte; el Premio Nacional de Artes Plásticas 2004; el autor con antológicas en el Museo Reina Sofía y el MACBA , que abrió su propia fundación a cuatro kilómetros de Granollers, es uno y múltiple. Nadie puede acorralar al auténtico Pazos. Ni siquiera cuando habla, algo que hace sin máscaras.

Cincuenta años de profesión. ¿Pensaba que acabaría donde estamos, confinados?

En absoluto. Pero yo nunca pienso demasiado en el futuro, siempre estoy más metido en el pasado, que es un buen refugio. Y sigo sin pensar gran cosa de la situación que estamos viviendo. La sufrimos, sin más. Creo que es una película –yo que soy muy aficionado al género de terror y al fantástico– muy aburrida. Triste y aburrida. Se ha trabajado muy poco en el guion.

«Macciuna’s Pop I (Prêt à porter)»

Aquí hay una especie de monstruo que se nos come, por el que todos nos tenemos que meter en casa; pero los políticos, no solo los nuestros, muestran una gran falta de imaginación. Los ciudadanos estamos dando muchas más muestras de serenidad. Pero es que los políticos están tan habituados a mentir, que ahora, hacerlo, sería de una desfachatez exagerada. Están tristes, no por lo que sucede, sino porque no pueden mentir más. Estamos viendo que estamos en manos de unos inoperantes.

Pero usted ha sido siempre un gran escapista. ¿Nos tiene algo preparado?

No, no, no... Una cosa te diré: mi vida cotidiana no ha cambiado demasiado. Yo paso muchas horas en casa, acompañado de mis trastos, de mi música y mis lecturas. Salgo poco, me lo dicen mucho. Pero yo es que estoy muy bien en mi casa, en todas ellas: paso parte del año en París, aquí en Barcelona, en Galicia... Y todas están bien equipadas para que nunca me aburra.

Lo cierto es que usted es tendente a la depresión. Estos momentos no invitan a elevar el ánimo.

Para nada. De hecho, creo que mi mujer está sorprendida de lo bien que lo estoy llevando. Uno de los principales síntomas de una depresión –o de una exageración de melancolía, que es mi caso– son las horas de sueño. Yo paso muchas ahora durmiendo, lo que arregla algo. Lo que ocurre es que los despertares son terribles. Y más silenciosos. El silencio ahora es muy sobrecogedor.

Mencionó la melancolía. Siempre ha dicho practicar cierta «melancolía activa». ¿Esa actitud es un motor creativo?

¡Claro! Lo que ocurre es que para mí es un estado anímico frecuente. Yo ahora estoy poco activo, después del vaciado que supone una exposición individual como esta, en el nuevo espacio de ADN , cuyas dimensiones son ya de pequeño museo. Y no la he pensado para conmemorar nada. Ni 70 años de edad, ni 50 de trabajo, pero sí como una mirada atrás a mi trayectoria vital.

«He encontrado siempre materia prima en los fracasos, en lo que no fue. Con la retranca del mundo actual, lo que no fue se entiende mejor»

En cualquier caso, yo no paro nunca. Ahora estoy ordenando textos, preparando un nuevo libro... Cada vez escribo más. No es que lo haga bien, pero creo que la plástica se me ha quedado un poquito corta.

¿Y qué es lo que ve cuando usted mira a ese pasado en el que dice que se refugia?

Que ha pasado mucho tiempo. Cuando la gente dice cosas del tipo «parece que fue ayer», yo no les entiendo. Como trabajo 25 horas al día, se me hace incomprensible, porque son una gran cantidad las cosas vividas. Y casi todo, mal hecho. No me arrepiento de nada, pero casi todo lo encuentro fatal.

«Fui un adolescente empeñado en ser Peter Pan disfrazado de Elvis Presley». ¿A qué hombre adulto llevó todo eso?

Un auténtico desastre. Un adulto muy desesperanzado. Yo diría que soy un bon vivant sin demasiada ilusión por vivir...

En alguna ocasión ha declarado que, por lo menos, no tiene la sensación de haberse dedicado a algo que respondiera a la concepción de trabajo. ¿Significa eso que no cree que el arte sea útil?

El arte no debe ser útil, porque además es que es sumarlo a la idea actual de que todo ha de serlo. La mayor consecuencia en la actividad de un ser humano preocupado por algo tiene que ser la inactividad, la ineficacia y la inoperancia. Desde hace algunos años nos fuerzan a ser partícipes de la actividad política. Yo me considero más un entretainment , que, en el fondo, es un inútil que ofrece sus chistes y gracietas para distraer de la funcionalidad a la que se nos obliga.

Para usted, que lo llamen ridículo es un halago: es una manera de atacar a los biempensantes.

Absolutamente. Necesitamos adoptar actitudes ridículas. Y cada vez más. Quizás así, los que nos mandan se sientan reflejados en nosotros y reflexionen.

Estudió arquitectura, algo «muy funcional», casi lo contrario de aquello a lo que terminó dedicándose. ¿Cómo acabó en el arte?

No lo sé. Precisamente porque no sabía y no quería hacer nada. Una de las preguntas que me hago en esta exposición es «y yo, ¿qué coño pinto?», y no solo de una manera literal. Me dediqué a esto porque pensé que podía contar cosas. Me interesaba comunicarme con el mundo de una forma diferente. Y no sé si me han escuchado. Por no ser útil, creo que no tengo ni estilo, ni estética. Bueno, estética sí. Pero en esta exposición de Barcelona sí que me he esforzado en que cada obra parezca de su padre y de su madre.

¿Cree de verdad que no le han escuchado?

Tengo un club de fans, volviendo al símil rockero. Hace poco lo comentaba con [Montserrat] Cuchillo [su mujer] . Algunos son amigos y me recuerdan frases que dije en un momento dado... Pero estos son muy pocos. Casi creo que las gracias se las tengo que dar a los medios, que siempre me han atendido. Quizás por ese punto de payaso serio que represento.

«Domingos rayados» (2019)

Atendiendo a su forma de trabajar, basada en el «collage», ¿Ha «creado» alguna vez algo?

[Ríe] . No, nunca. Yo corto y pego. Ahora, incluso, me he dedicado a ver unos programas en televisión sobre casas de empeños y buscadores de tesoros que me representan totalmente. Yo me tuve que convertir en buscatesoros para construir mis cosas. Lo que ocurre es que lo que pretendo es contar una historia con ellas. Así, esa especie de vocación literaria que nunca he conseguido consumar por falta de talento, se ha desarrollado desde el objeto. Y acompañando esas obras, enfrentándolas, he construido un pequeño discurso.

Ha sido siempre un gran recolector de objetos. A las personas, ¿también les da segundas oportunidades?

No. Soy categórico en esta respuesta... Estoy pensando si alguna vez lo he hecho, pero sería la excepción. Soy muy exigente. Pero, si soy autocrítico conmigo, he de serlo con los demás.

¿Ni siquiera a usted mismo se ha dado otra oportunidad?

¿A mí? ¡Cada día! Repasando mi biografía, ¡me pego unos sofocos! ¡Me castigaría de tal manera!

Una de las cuestiones interesantes de la expo de Barcelona es que incluye «obras que pudieron ser». Más segundas oportunidades. ¿Por qué no fueron?

Por varias razones. La básica, porque no podía producirlas en su momento, pero también porque incluso a mí mismo entonces me parecieron ridículas. Si algo he conseguido con el tiempo ha sido contar una serie de cosas muy mías. Siempre hablo de mí. Para ello, me he aprovechado de los significados que emanan de los objetos. Y ahora puedo permitirme el lujo de hacer aquellas cosas que en su día habrían sido mal entendidas, que se habrían visto como copias de actitudes o de obras de otros artistas. En Barcelona se pueden observar referencias a Bruce Nauman , Klein o Manzonni, sin ser homenajes. Yo ejecuto poco. De hecho, creo que con el tiempo he tendido a «pegar» menos las cosas, ya casi las «deposito».

¿Cree, pues, que su intervención en el trabajo cada vez es más mínima?

Sí. Creo que ya solo deposito objetos como el que junta palabras para construir poesía. Mi narrativa tiene que ver mucho más con la poesía que con el arte.

Volviendo a lo de antes, ¿se impuso cierta autocensura?

No lo tomes así. Quizás es que tenía otras cosas que hacer... De hecho, yo he encontrado siempre materia prima en los fracasos, en lo que no fue. Con la retranca del mundo actual, lo que no fue se entiende mejor.

Para un artista que ha tirado de «autoficción» en su trabajo, ¿qué hay de verdad y qué de mentira en Carlos Pazos?

¡Eso ya me gustaría saberlo a mí! Y si me pudiera responder, posiblemente saldría huyendo.

«La mayor consecuencia en la actividad de un ser humano preocupado por algo tiene que ser la inactividad, la ineficacia y la inoperancia»

¿Al menos puedo confiar en que todo lo que me cuenta es verdad?

Por descontado. Lo que no sabemos es qué Carlos Pazos habla.

Solo se muestra orgulloso de dos cosas en la vida: no haber votado y no haber tenido hijos. ¿Lo mantiene?

Lo mantengo y lo sostendré hasta el final.

Como decían en el colegio: «Razone su respuesta».

Yo no soy un amante de la vida, aunque me he divertido mucho y trato de pasarlo lo mejor posible, pero el mundo me parece el peor lugar para desarrollarse. Por ello es consecuente no votar a los que te hacen que la vida sea imposible. Y por lo mismo, si detesto el mundo, ¿cómo voy a quererlo para mis descendientes? ¡Vaya regalito!

¿Y no cree que ha hecho política con su trabajo?

Es posible. Pero yo no hablaría tanto de política como de haber mantenido una actitud. Eso es fundamental. Si eso es hacer política, pues sí. Pero yo prefiero hacer show...

Por cierto, ¿qué es «Filigranas y mamporros»?

Es mi tercer libro. El primero fue Garabatos y zarpazos. Desde ahí me tomé en serio mi actividad relacionada con la escritura, digirirla a un posible lector. Con el mismo procedimiento, basándome en aforismos y pensamientos, al cabo de unos años se publicó Pimpollos y papanatas . Este fue fatal de ventas. Pero yo soy tenaz, y he llegado al tercero, Filigranas y mamporros ( Tinta Invisible Editions ), mis recuerdos hasta 2016, que no es un diario, sino paisajes mentales. No sé si es mejor libro, pero yo creo que cada vez afino más la pluma. Aunque ahora estoy releyendo a Proust y, claro, me avergüenzo y me sonrojo.

«Lo más importante para mí era no parecerme a nadie». ¿Cree que lo ha logrado?

No lo sé. Lo que sí creo es que me siento bastante cómodo contando las cosas como las cuento ahora. Todo lo que va saliendo se parece cada vez más a lo que quiero comunicar.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación