FOTOGRAFÍA
Candida Höfer, fortalezas y debilidades
París y Moscú en el punto de mira de una de las máximas representantes de la foto objetiva alemana, que regresa a Helga de Alvear
Candida Höfer (Eberswalde, Alemania, 1944) es parte importante de la llamada Escuela de Düsseldorf junto a figuras tan referenciales del panorama fotográfico contemporáneo como Andreas Gursky, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth , un grupo de fotógrafos herederos directos de la estética conceptual y las enseñanzas de Hilla y Bernd Becher, que irrumpirán con fuerza en la década de los años ochenta.
Todos ellos compartían unos rasgos comunes, fieles a los preceptos de sus maestros, como la adopción de una estética fría, una mirada lo más neutral posible, imágenes planas (técnicamente impecables y con una enorme calidad de detalles), y una especial querencia por el retrato y la fotografía de arquitectura.
Al mismo tiempo, cada uno de ellos poseerá unas señas creativas de identidad propias. En el caso de Candida Höfer -aparte de ser el único componente femenino de ese grupo y el miembro de más edad- su fotografía se caracteriza fundamentalmente por aportar una mirada y una perspectiva espacial menos plana y más profunda que algunos de los otros miembros de la escuela, y, sobre todo, por un marcado interés en representar espacios consagrados al silencio , al conocimiento, a la introspección, ámbitos en los que la cultura y la memoria parecen destilar una energía invisible pero, al mismo tiempo, palpable. Pienso así en lugares como bibliotecas -uno de sus locus más recurrentes-, museos, palacios o teatros.
Todos ellos plantean también otra característica constante: no aparecen indicios de seres humanos que puedan habitarlos o significarlos, de tal manera que podríamos llegar a calificar esas imágenes suyas como las presencias de unas ausencias .
About Structures and Colors , ahora en la galería Helga de Alvear , incide precisamente en buena parte de estos factores. Se trata de una serie de imágenes fotográficas de gran formato (otro rasgo identitario común a los miembros del grupo) que reflejan interiores de bibliotecas, teatros y otros edificios, tomadas en París y Moscú. Son, como de costumbre, espacios totalmente deshabitados de cualquier presencia humana, lo que confiere un mayor peso protagonista a la arquitectura y a las construcciones, para lo cual recurre al empleo de diversos elementos básicos de sintaxis plástica como la luz, el color y las estructuras formales.
Sin embargo, esta muestra presenta una sutil novedad; de hecho dos: la captura de un exterior en Moscú, una de las rarísimas veces en las que introduce la Naturaleza, y una vista de la Biblioteca Nacional en Madrid con la presencia de algunas personas, otra «rareza» en su trabajo. Sutiles sí, pero importantes novedades, porque abren una vía de aire nuevo en una obra siempre correcta pero que asimismo peca de una continua recurrencia en cuanto a temas y registros visuales que repite, con un reconocible e inevitable aroma a cierto déjà vu, lo que ciertamente constituye su fortaleza, pero también su debilidad.