MÚSICA
Una burbuja de plástico
La celebración del «Record Store Day», fiesta anual y universal de las tiendas de discos, vuelve a poner de manifiesto las corrientes alcistas, a punto ya de reventar, que se registran en el mercadillo del vinilo
![Phil Collins es uno de los artistas que reeditaron discos en el «Record Store Day» del año pasado](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2016/04/04/vinilos2--620x349.jpg)
Con el aforo cubierto desde hace meses y lista de espera en la puerta, para esta noche está anunciado en la Filarmónica de París el concierto con el que John Cale celebra el cincuenta aniversario de la grabación de «», obra de la que, tras la afrancesada gira de reunión de 1993, la capital gala vuelve a apropiarse con una magna exposición y recitales, dramaturgias y incluso cursillos infantiles de guitarra eléctrica y distorsión. Entre los distinguidos invitados de esta noche no figura Maureen Tucker , única superviviente, junto a Cale, de unas sesiones que van a ser recreadas por la aristocracia del «indie» y presumiblemente grabadas para su posterior comercialización. Si se dan un poco de prisa, lo mismo llegan al « Record Store Day », feria anual de la nostalgia, el sensacionalismo, las exclusivas y el sobrecoste . Grabada y guardada en un pincho USB patrocinado por su «official partner», mostraban en Twitter, como el hueso del perro de Pavlov, su lista de lanzamientos los organizadores de la edición española. Todo muy «indie», como los cinco discos de doce pulgadas con que Ed Sheeran se convierte este año en el artista más representado en la lista de novedades increíbles.
Solo desde las coordenadas alcistas, especulativas e irracionales de la burbuja del vinilo de colección puede explicarse un fenómeno, aparentemente comercial, que cada año y desde hace ya unos cuantos, tercer domingo de abril, lleva hasta las tiendas de discos «independientes» a una abundante clientela, seducida por el contradiós que representa la oferta de unas ediciones y reediciones limitadas cuyo precio, disparado por la demanda que generan las habas contadas, suele superar al de los originales que circulan por el mercado de segunda mano. Como la sarna que no pica, hacer cola para tratar de conseguir un disco cuyo único extra suele ser su sobreprecio constituye una buena muestra de la sofisticación alcanzada por la civilización occidental. Como lo de los pisos de hace diez años, las entradas de Bruce Springsteen por internet o, en rebajas, la gente que se desnuda en Desigual para que le regalen una macana e ir hecho un adefesio.
Inflación artificial
Cuesta creer que alguien llegara a pagar quince euros por la reedición –muy limitada, eso sí, y con un tebeo dentro– del « In The Air Tonight » de Phil Collins lanzada en el RSD del año pasado, cuando la versión original de este gran «single», del que deben de quedar decenas de miles de copias en todo el mundo, se puede adquirir con facilidad y en buen estado por muy pocos céntimos . Comprobar en tiempo real y a través de la bolsa de internet el desplome del precio de estos productos es un ejercicio revelador para cualquier aficionado a la antropología y los mercados de antiocasión.
Además de la inflación artificial que sufren los lotes despachados en el RSD, resulta discutible la oportunidad de unos lanzamientos que, en manos de las grandes compañías que patrocinan la feria, responden a criterios que a menudo escapan al interés del coleccionista e incluso la lógica del presunto inversor , que, permanentemente conectado a las bases de datos que proporciona internet, ha convertido lo que era una pasión en un negocio de riesgo, frío y calculador, como se decía antes de las mujeres.
Los mayores enemigos de las pequeñas superficies de ventas de discos son los propios artistas
Por no ir más lejos, este año se pone a la venta una reedición en diez pulgadas del sencillo de 091 « Lágrimas en el paraíso », cuyo original escasea, pero a un precio similar al que tiene en el mercado de segunda mano el único «single» de Al-dar, primer grupo de José Ignacio Lápido , muy raro de ver por ahí y cuyos derechos pertenecen a la misma discográfica que un año más tira del encanto y la chispa de 091. Esta primavera están de gira, hoy en Zaragoza. «Maniobra de resurrección» se llama el «tour» .
La exclusión de las grandes superficies, donde a menudo termina el material sobrante de esta fiesta, trata de subrayar el carácter independiente de una celebración que, sin embargo, no oculta la identidad de sus colaboradores, tres discográficas multinacionales. No son las cadenas de distribución generalista las enemigas de las pequeñas tiendas de discos, sino los propios artistas –esto lo dejamos escrito en estas mismas páginas hace ya siete años– que comercializan a través de la red y a cobro revertido las cuidadas y limitadas ediciones que sin esperar al tercer domingo de abril despachan sus obras.
No podemos cerrar esta diatriba, que podría extenderse, porque esto del «Record Store Day» es para mear y no echar gota, con la propia esencia de las «record stores» que dan título y carta de naturaleza a este mercadillo. Resulta paradójica la exclusión de las grandes cadenas de venta minorista en una fiesta que prima a unas pequeñas superficies en las que lo mismo te venden un pantalón vaquero, por encima de los cien euros, unos pendientes para regalar, un disco, un tebeíto y toda la quincalla necesaria para el aderezo callejero y emocional de quienes han decidido estar a la última. En estas tiendas de todo a mil también ponen cafés, para mojar y no echar gota.