LIBROS

«La bufanda roja»: Yves Bonnefoy, los silencios de los padres

El mismo año de su fallecimiento, 2016, el gran intelectual francés Yves Bonnefoy concluía este libro en cuyas páginas reflexiona sobre la figura paterna y la familia. Ahora llega a España

Yves Bonnefoy es uno de los grandes poetas del siglo XX

CÉSAR ANTONIO MOLINA

Desde el año 1964, Yves Bonnefoy tenía una carpeta en la que fue incluyendo muchos apuntes que darían lugar a este libro firmado en marzo de 2016, el mismo año de su fallecimiento. Meses antes de su muerte, en la Casa de América de Madrid, me despedía de él en un acto en el cual se le homenajeaba . Toda una vida tratando de reflexionar sobre la existencia de sus padres y su propia relación con los mismos. Su abuelo materno, de profesión maestro y de afición escritor inédito, le dejó en herencia su colección de plumas y tinteros así como sus manuscritos. Durante décadas fueron proyectadas varias ediciones frustradas por su incapacidad emocional para concluir el libro.

Todo comienza con un largo poema de un centenar de versos en el que el propio autor, ya viejo, rememora la figura de su padre en un hotel, escribiendo una carta vacía a una dirección de Toulouse y envuelto en una bufanda roja . La misma que lleva ahora él puesta, la misma que tuvo en sus manos su madre mientras el marido agonizaba largamente. Primero fue la poesía, este poema de más de un centenar de versos, pero luego poco a poco fue optando por la prosa, por la libertad que da esta para detenerse en el pensamiento que el verso descuida o «desprecia» en su caminar precipitado e imperioso.

Secretos, silencios

Bufanda roja, hay muchas fotos de Bonnefoy con ella puest a, luego una carta enviada desde un hotel a una dirección de Toulouse. Dejó su dirección en un sobre vacío, ¿a quién iba enviada? ¿Por qué no llevaba contenido? Un viejo recuerda a otro, un viejo recuerda también a una joven y un joven juntos, quizás, en el momento de su engendramiento. El engendrado es quien los recuerda en el libro. El sobre vacío iba dirigido a su hijo en el futuro. Alguien que no se comprendía a sí mismo esperaba ser comprendido por su hijo en quien delegaba la trascendencia o no de su propia existencia. ¿No era todo esto muy arriesgado?

Bonnefoy cifra sus sueños en la manera de ensoñar de su madre, que le enseñó a leer

El hijo poniendo en orden el pasado de su padre ayuda a reconstruir el suyo propio. Secretos, silencios. Solo en la vejez y solo quien llega a ella es capaz de entender el conjunto de las vidas familiares que nos rodearon. Es entonces cuando adquieren todo su sentido para comprenderlas, absolverlas, perdonarlas o ensalzarlas. A los familiares, comenzando por los padres, nunca se les entiende cuando uno es joven . Y la bufanda roja, que yo mismo conocí, que él vio y su madre extenderse sobre el corazón del otro, era lo que les unía de una forma al mismo tiempo invisible y esencial: es la paternidad y la filiación lo que llaman al vínculo de sangre.

Alegoría de la vida

La habitación del hotel de Toulouse es la alegoría de la vida y del destino paterno: un lugar de refugio pero también un exilio , pues allí él se sintió privado de sus orígenes, un hombre solo con su compañera también víctima, un triste que, en su habitación de hotel, había vivido sin hijos. El padre un campesino, un obrero ocupado constantemente en resolver problemas manuales y evitar los pensamientos. Yves vuelve, real o imaginariamente, a ese hotel y trata de reconstruirlo todo, la vida entre Élie (su padre) y Hélène (su madre) . Ese hombre que ya ha envejecido, se inclina sobre su pasado donde uno de los dos protagonistas principales es su padre. Un padre taciturno sin ser hostil, un padre que había renunciado a comunicarse, un padre imbuido de silencio, nunca distendido ni lúdico, púdico, muy púdico.

Bonnefoy recuerda como una marca indeleble de su infancia el sonido de la lengua occitana de sus padres cuya capital era Toulouse. Siempre se refiere a ella como dialecto. Cuán grande es el deseo de olvidar y, sin embargo, sabemos que solo hay realidad humana en y a través de la memoria , siempre y cuando esta se separe de los fantasmas que la deforman. La madre, Hélène, también era silenciosa a su manera. Ella ensoñaba, era creativa en su silencio, positiva a diferencia de su padre cuyo silencio era un enigma en sí mismo.

Caracteres diferentes

Bonnefoy cifra sus sueños en esa manera de ensoñar de su madre, una enfermera que luego se hizo maestra y le enseñó, ella sola, a leer a su hijo. Hélène era de Ambeyrac, en la orilla del Aveyron, una lectora de novelas. Ella y su marido tenían caracteres diferentes. Caracteres, formaciones, orígenes, intereses diferentes y, a veces, hasta opuestos. Sin embargo, e l hijo no duda de su felicidad a pesar de las pobrezas y las fatigas , sobre todo, en los tiempos de guerra. La primera experiencia de la muerte la cifra Bonnefoy en los quejidos moribundos de sus abuelos. Su padre no duró mucho, los últimos años de su vida apenas se movía.

De mayor, el hijo, lo comprende todo siendo todo incomprensible al existir el enigma como laberinto de sí mismo . Lo comprende, siente compasión por él y sufre con él y por él. Su padre jamás había sido un tirano sino una víctima. El hijo trata de refundar el ser de su padre. Y no se evade de cierto remordimiento, solo por no haberse dado cuenta antes, pero hay cosas de las que uno solo puede ser consciente con el tiempo.

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