ARTE
Boltanski no descansa en paz
El IVAM de Valencia conmemora la concesión del Premio Julio González 2014 a Christian Boltanski con una exposición que reúne siete duras instalaciones del creador francés
Pese a que Boltanski ya no sorprenda demasiado, siempre sobrecoge pasearse por una de sus exposiciones . Es como contemplar por enésima vez una estilizada escultura de Giacometti –tan existencial– o como escuchar el «Bolero» de Ravel –tan rítmico y ascendente– una vez más después de no sé cuántas. Parece que el espectador ya no siente ni padece, pero siente y padece. Y, a veces, no vean cómo. Sobre todo si el mundo sigue girando en torno a una espiral de violencia y destrucción: fosas comunes y no tan comunes sobre las que camina con paso firme este artista nacido en París en 1944, de madre corsa y de padre judío. Datos fundamentales para entender a este creador cuyo imaginario habita en un campo de concentración permanente .
En las salas del IVAM volvemos a encontrarnos con un Boltanski sobreexplotado por los museos y los eventos artísticos de medio mundo desde hace ya unos cuantos años (tres Documentas de Kassel a sus espaldas, la Bienal de Venecia, el Pompidou de París, la Serpentine Gallery en Londres, el Museo Reina Sofía de Madrid...). No obstante, lo consigue una vez más: sobrecoge . Atravesar sus instalaciones en semipenumbra supone un viaje a un pasado –¿tal vez, presente y futuro?– de muerte y destrucción. Ni Europa descansa en paz, ni Boltanski, que sigue recogiendo tanto cadáver a su paso. Algunos de sus montajes parecen camposantos. Hay cementerios por los que resulta más grato pasear antes que por una instalación de Boltanski .
Nicho por nicho
Me viene a la memoria una visita hace tiempo a un camposanto manchego en compañía de una vecina del lugar que iba saludando, nicho por nicho, a sus familiares ya fallecidos, y les iba contando sobre las novedades de los vivos. Diálogos entre difuntos y muertos en vida . La escena tal vez pareciera recién sacada de una película de Almodóvar . Una manera de entender el duelo muy a la española. Acabo de atravesar las cinco salas que ha ocupado Boltanski en el IVAM y una opresión oscura y densa me acompaña a cada paso . El luto se vive con rituales bien distintos en todas partes del mundo: acunado en brazos de una cadavérica Catrina mexicana que baila entre jocosa y sarcástica, entre llantos y sollozos de plañidera universal... Boltanski lo entiende encerrado en las escuetas dimensiones de una caja metálica oxidada en cuya superficie está pegada una foto en blanco y negro, carcomida y difusa en los bordes. Como si la muerte fuera anónima, sin nombre ni apellidos, por mucho que quiera poner cara a la víctima. Anónimos son los cientos, miles, millones de muertos que escriben la Historia de Europa y alrededores .
«Las tumbas» (1996) es la pieza que abre el recorrido de «Départ/Arrivée» (título genérico de la exposición), y en mitad de la sala emergen unos sarcófagos negros –casi levitando en mitad del espacio– como si asistiéramos al funeral del último genocido europeo: el de los Balcanes . O al futuro, el siguiente en la lista. Y no andamos desencaminados con tanta efusión nacionalista en los campos de juego políticos. «Réserve des Suisses morts» (1991) es el montaje compuesto por cientos de cajas metálicas (de galletas), apiladas unas encima de otras construyendo muros y laberintos . Equilibrios de memoria imposible. Pese a la prohibición expresa por los guías de sala de pasearse entre estos pasillos de paredes de metálica herrumbre, al espectador le dan ganas de dar un paso al frente para acabar sepultado entre los recuerdos de todos aquellos cuyo retrato fotográfico aparece pegado en los lados vistos de las cajas.
«La travesía de la vida. Départ-Arrivée», instalación que recorre toda la muestra Christian Boltanski. «Départ-Arrivée»
IVAM. Valencia. C/ Guillén de Castro, 118. Comisarios: Christian Boltanski y José Miguel G. Cortés. Colabora: Institut Français. Hasta el 6 de noviembre