LIBROS

«Bolívar», el primer Tirano Banderas

Simón Bolívar sigue siendo un enigma. Esta biografía recién publicada de Marie Arana adolece de sectarismo y desinformación

Un grabado de Simón Bolívar de joven

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Del mismo modo que si queremos comprar pescado y la etiqueta en que viene envuelto pone «carne» no procede adquirirla, el que quiera leer un libro de historia no debe fiarse solo del título. Ya conocemos la frase hecha: «este libro de historia se lee como si fuera una novela». Al revés, es hora de que se diga «esta novela se lee como si fuera historia». En el sentido del rigor en la documentación, la crítica de fuentes, la actualidad en los enfoques, teniendo siempre en cuenta que la literatura inventa una ficción. La historia jamás puede hacerlo. La verdad de la historia es la verdad del historiador que la escribe, resultado de su método . Recientes incursiones de novelistas iracundos que se autoarrogan la capacidad de historiar, o de aficionados con tesis apriorísticas, no producen historia. Aunque utilicen la palabra en sus títulos. Esta biografía fallida de Bolívar constituye un claro ejemplo de ese carácter híbrido supuesto, escamoteador, que camufla una tesis falsa de origen, además rancia por decimonónica y criollista, a la que subordina todo.

Según se deduce de su lectura, Bolívar fue un héroe contradictorio (gran descubrimiento, sin duda) y España fue una «madre patria» (aparece entre comillas esta expresión entonces inexistente, ¿será que molesta a la autora?), sembradora de desolación, porque ejercía «un poder absoluto, sello peculiar del colonialismo español» (p. 47). Menudo disparate, qué ignorancia. La caduca dialéctica de «españoles malos contra americanos buenos, pero inmaduros », fabricada a la medida de ciertos sectores de los Estados Unidos actuales, salpica -justifica- el texto.

Los 18 capítulos cronológicos llevan títulos rimbombantes, con sentido teleserial

Si esto es una novela (la autora posee oficio narrativo), no hay más que decir. Pero si ha pretendido escribir una biografía del personaje histórico llamado Simón Bolívar, resulta lamentable. ¿Por qué ignoró el revisionismo sobre las independencias hispanas de los últimos treinta años, que ha probado hasta la saciedad que el final del imperio español en la América continental fue una larga guerra civil y étnica, inflamada por Bolívar tras su decreto de guerra a muerte de 1813? Un repaso a la bibliografía utilizada muestra un uso abusivo de la publicada entre 1920 y 1980 , cuando -por cierto- más se falsificaron escritos de Bolívar.

Desconocimiento

El desconocimiento clamoroso de los trabajos de historiadores iberoamericanos y españoles que han dedicado su vida a rescatar la complejidad del proceso de emancipación, contrasta con una sobrevaloración reiterada de lo que llaman al otro lado del Atlántico «la historiografía gringa». Por no estar, ni siquiera se menciona al ecuatoriano Jaime Rodríguez, académico en Estados Unidos y autor de una obra clave, «La independencia de la América española» (FCE, 1996, Cambridge UP, 1998), cuyo resumen indica lo siguiente: «La independencia de la América española no fue un movimiento anticolonial; fue parte tanto de la revolución del mundo hispánico y la desintegración de la monarquía como resultado de la invasión francesa de la Península. La tradición liberal del gobierno constitucional y representativo que había surgido en las Cortes de Cádiz y en los regímenes rivales en América, junto con el logro de la condición de nación, constituye la herencia más importante de los procesos de la independencia de la América española». Tampoco aparecen autores recientes fundamentales , los colombianos María Teresa Calderón y Armando Martínez Garnica, el español Manuel Chust, el francés Clément Thiébaud, el mexicano Roberto Breña, el estadounidense Gabriel Paquette o el uruguayo Fernando Aguerre, entre otros muchos. ¿Será por la barrera del idioma, aunque publican también en inglés?

Documentos

Los que sí aparecen son Víctor W. Von Hagen y Alfonso Rumazo, promotores en los años 40-50 de la versión de Manuelita Sáenz, amante quiteña de Bolívar, como concupiscente y ninfómana «libertadora del libertador». Rumazo fue enemigo de Salvador de Madariaga, por haberse atrevido este a publicar una biografía «crítica» de Bolívar en 1954. Por otra parte, ¿se puede escribir sobre este período sin conocer y utilizar a fondo las bibliotecas y archivos españoles, como el de la benemérita Real Academia de la Historia o el AHN, donde se custodian los documentos de los generales Pablo Morillo y Miguel de la Torre, adversarios contemporáneos de Bolívar en el campo de batalla y jefes de los ejércitos realistas (es decir, españoles) que vivían sobre el terreno? No, no se puede.

Puestos a buscar explicaciones, los 18 capítulos cronológicos, que llevan títulos rimbombantes como «Ritos de iniciación» o «Atisbos de gloria» -otro se titula «Camino a la gloria»- responden a un sentido cinematográfico o teleserial, como señala en la contraportada laudatoria el perspicaz Joseph T. Ellis, del «Washington Post». En fin, entre la biografía de Carlos Marx de Bolívar, «el canalla más cobarde, brutal y miserable», la mediocre «El general en su laberinto» (1989) de García Márquez y «La carroza de Bolívar» (2012), estupenda novela del gran escritor colombiano Evelio Rosero, que narra lo acontecido al ginecólogo pastuso Justo Pastor Proceso, entregado a escribir en sus horas libres «la demostrada y auténtica biografía del mal llamado libertador», hay mucha ficción -de verdad- para elegir.

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