SERIES
«Black Mirror», atrapados en la Red
Hipervigilados e hiperconectados, así es la realidad (no) virtual que nos toca vivir. Navegamos por una red de conexiones donde nada ni nadie escapa al ojo del «gran hermano»

Un crítico sembró la controversia al declarar que «la primera gran obra de arte del siglo XXI» fue (valga aquí un mini-«spoiler» del capítulo inicial de la magistral serie « Black Mirror ») el acto de secuestrar en Londres a la princesa Susannah. Ese acto «criminal» obligó al primer ministro a «hacérselo» con un cerdo. Todo el sórdido asunto fue amplificado en ese cóctel explosivo de redes sociales y medios de comunicación que concluyeron en la emisión de unos minutos de televisión absolutamente indecentes y que dejaron a los espectadores boquiabiertos, entre la repugnancia y la conciencia. Como dice un tipo hechizado por la política como «reality show»: «El mundo está bien jodido».
Carton Bloom, artista ganador del Turner, pone punto final a esta «ficción distópica » suicidándose, sabedor de que no habrá posibilidad de superar esta «performance» «sensacional». Sin embargo, la reciente oleada de «post» y «tuits» en los muros «amistosos» en torno al asesinato del embajador ruso en Turquía en una galería de arte demuestran que la «estetización de lo peor» carece de límites.
Tiempos desquiciados
Ya sea citando «el asesinato como una de las Bellas Artes», rememorando algo de Godard o señalando inspiración hasta en «Reservoir dogs», se confirma que, a vueltas con Shakespeare, el tiempo está desquiciado. Se comienza con « Pokemon Go » y se termina con la «cacería humana», cuando puede que la crueldad de la serie «Los juegos del hambre » se materialice en ese juego, en plan «reality show», que planifican en Siberia.
Toda la vertiginosa proliferación de «anomalías salvajes» puede ser la suma de una estetización perversa de lo anodino y la política del miedo, que también provoca un aburrimiento atroz. «El arte contemporáneo -dice la artista Hito Steyerl - es una especie de capa que actúa como si no hubiera pasado nada, mientras la gente se tambalea ante los efectos de políticas de choque, campañas de “dominio rápido”, "realities", cortes de energía (o recortes de cualquier tipo), "gifs" de gatos o gases lacrimógenos, los cuales están desmantelando el aparato sensorial por completo. También las facultades humanas de razonamiento y entendimiento por medio de un estado de "shock" y confusión, de depresión hiperactiva ».
En plena «furia de las imágenes» , en esa «inflación sin precedentes» que ha descrito magistralmente Fontcuberta, un tipo se deja robar el teléfono móvil para grabar, gracias a un programa que ha instalado, el «imaginario» del delincuente. Una legión conectada cibernéticamente lo hace todo por el «lulz», ese cachondeo inmenso que viralizaron las tropas «hackers» hasta la aparición enmascarada de Anonymous en aquel frenético y en ocasiones delictivo paso del troleo a la insurgencia «online». Gabriella Colleman, en su libro «Las mil caras de Anonymous», señala que en el magma de experimentación cacofónica y de acciones efímeras en la Red, se ha formado una suerte de mitología alrededor de campañas de «troleo» legendarias: «En términos estéticos, cuanto más extremo sea el contenido, más se asegura el interés de los participantes y se estimulan las respuestas a los hilos de ejecución (manteniéndolos activos)».
Nos vigilan
No se pueden minusvalorar las armas de los «geeks», ni cayeron en saco roto las rumorologías «diplomáticas» de WikiLeaks o las revelaciones de Snowden de algo que todo el mundo sabía: nos vigilan sin pausa.
Sarah Palin propuso que Assange fuera perseguido : «con el mismo rigor con el que perseguimos a Al-Qaeda y a los líderes talibanes». Y ahora tenemos, para proteger al mundo, a un policía permanente colocado junto a la ventana del váter de la embajada de Ecuador en Londres, no vaya a ser que vuelva a deambular sin control un «hater» de la «Libertad». Todo, hasta una tostadora o esa nevera que genera demasiado hielo, sirve para la « c onspiración de la Red », como sucedió en el mega-ciber-ataque del 21 de octubre contra el proveedor de Internet Dyn, que dejó sin servicio a compañías como Twitter, Spotify, Amazon o Netflix. De las tácticas de resistencia cotidiana -por emplear términos de Michel de Certeau -, pasamos al «botnet», esa suerte de «amenaza zombie» que revela el lado oscuro del «internet de las cosas». Hasta Assange tuvo que declararse en contra de este «asalto» días antes de las elecciones en EE.UU., cuando la «investigación» de los correos de Hillary Clinton estaba decantando la balanza hacia la política delirante.
Todo, hasta una tostadora o la nevera que genera mucho hielo, sirve para la conspiración de internet
En 2003, David Bowie apuntaba en un artículo en «Sound on Sound» que la realidad se ha convertido en algo abstracto para muchísima gente en los últimos veinte años: «Las cosas que consideraban verdad parecen haberse disuelto sin más, y ahora es casi como si pensásemos postfilosóficamente. Ya no hay nada en lo que podamos confiar. Ningún conocimiento, sólo la interpretación de estos hechos que parecen inundarnos a diario. El conocimiento parece haber quedado atrás, y tenemos la sensación de ir a la deriva . No queda nada a lo que aferrarse y, por descontado, las circunstancias políticas sólo sirven para empujar el bote más lejos aún».
Los embaucadores profesionales aprendieron a formatear las mentes con el «storytelling» o, por lo menos, a enredar la cosa en las «certezas desconocidas» mentadas por Donald Rumsfeld . Da igual que no tengamos ni pajolera idea de nada porque tenemos derecho, a la manera warholiana, a unos segundos de fama, aunque sea haciendo la croqueta tras el sadomasoquista aprendizaje proporcionado por los desbarres de Mila Ximénez en «Sálvame ». Entre el frikismo y la consparanoia , aceptamos que lo que toca es seguir la consigna repetida hasta la nausea por Zizek: «Goza tu síntoma», especialmente con una buena ración de «tics» y asumiendo como un ultradadaísta que el pensamiento se origina en la boca.
Habacuc , uno de los artistas más odiados por haber dejado (sea esto verdad o ficción sensacionalista) morir a un perro en 2007 en la galería Códice de Nicaragua, no hizo propósito de enmienda y, así, en la inauguración de una exposición realizada en Milán en 2009, ofreció alimentos preparados «con sudor» de personas inmigrantes . Concretamente, un cocinero egipcio, una prostituta nigeriana, un albañil marroquí y otro rumano, un vendedor ambulante senegalés y un conserje peruano. El público cobró conciencia de lo «ingerido» gracias a un vídeo proyectado, como mandan las reglas, a posteriori.
Lo vomitivo en alza
Lo vomitivo está, lamento recordarlo, a la orden del día. El tsunami «informativo» arroja todo tipo de anomalías, como esa noticia de que alguien construye « un búnker con mondadientes » y que aparece en el magistral cómic «Gran Hotel Abismo», de Marcos Prior y David Rubin, que declaran querer «despertar al Tyler Drden que albergas bajo esa costra de normalidad autoimpuesta».
Ahí también tenemos un secuestro que es más político que «artístico»: J. L. Mancini, catedrático emérito de sociología comparada y presidente del comité de expertos creado por el gobierno para preparar un informe sobre la sostenibilidad de la las pensiones, ha sido encerrado en un cubículo para probar si se puede vivir con la pensión media de 650 bittercoins. Hemos consumado la máxima de la Secta de los Asesinos : «Nada es verdad, todo está permitido»; aunque esto no lo hayamos aprendido en la genealogía de la moral nietzscheana, sino jugando a «Assassin's Creed» .
Una audiencia global
En la época en la que el asesinato «dronificado» se perpetra con la adicción de una «moral de "joystick"», cuando la máscara de Guy Fawkes es un «souvenir», nos dedicamos, como ha señalado Kenneth Goldsmith, a « perder tiempo en internet », favoreciendo la imposición planetaria del «kino-glad» (cine-ojo) que presentara proféticamente Dziga Vertov hace casi cien años. Formamos parte de esa «audiencia global de 1.300 millones de espectadores» que necesitaba l a catarsis porcino-fornicadora del primer ministro británico . «Fue un evento en el que todos participamos», sin apenas preocuparnos por otra cosa que estar listos para el «casting» hiper-pornográfico (vuelvo a las distopías de «Black Mirror»), mientras pedaleamos en la bicicleta estática para no ir a ningún sitio y que todo siga igual.
Oliver Stone señaló en la gira de su película sobre Snowden que detrás de todo está la búsqueda del control de la información: «Hay una búsqueda-vigilancia constante para presionar, esparcir temor o realizar ataques militares con drones. Es realmente una locura ». No se cumplirá ni retransmitirá televisivamente la «utopía» del domingo. Bastará con seguir atrapados en la red.