BALAS PERDIDAS

Berto Romero y los surcos del azar

«Mira lo que has hecho», la serie de Berto Romero, lanza, bajo la apariencia de comedia, preguntas sobre nuestro papel en esta picadora de carne que es la vida

Berto Romero JJGK

Juan Gómez-Jurado

Hay algo mágico, pero en modo alguno inapropiado, en el hecho de que Us , la obra maestra del terror de Jordan Peele , y la temporada final de Mira lo que has hecho , de Berto Romero , concluyan ambas con la misma canción. Les Fleurs , de Minnie Ripperton , es un himno que eleva el espíritu, triunfante, arrollador. Es una elección extraña para concluir sendas disertaciones sobre el miedo, el ruido y la confusión. Pero ambos, Peele y Romero, son muy conscientes de lo que están haciendo cuando escogen ese tema al final de sus historias. Del mismo modo que un enólogo pega un mordisco a una manzana al terminar de degustar un Cabernet Sauvignon, dejando limpio el paladar.

Dirán ustedes que también es una elección extraña hablar de una serie empezando por el tema que suena cuando concluye, por el riesgo que corre el crítico de anticipar una emoción que el creador quiere que llegue en el momento adecuado, pero no es el caso. La serie de Berto Romero ha terminado. Tres temporadas y dieciocho episodios que se disfrutan mucho más si se ven seguidos, y que son, en mi opinión, lo mejor que se ha hecho en comedia en España en lo que va de siglo. No hay ni un solo agujero en un guion que propone, por encima de todo, un viaje terrorífico a los mayores miedos y debilidades del individuo contemporáneo . La paternidad, la muerte, la fragilidad del id y la equivalencia del pathos compartido. Todos los cuarentones agotados, reventados, neuróticos e hiperocupados, que tienen un ojo en la cuenta del banco, otro en el niño que cuelga del carro del supermercado y un tercero en el último WhatsApp de su jefe sentirán un escalofrío recorriéndoles por la columna en más de una ocasión. Y quizás se alivie un tanto su sentimiento de culpa, entre carcajadas culpables. Ya sabrán de qué hablo.

En un universo desafecto, en una sociedad infantilizada, los protagonistas celebran su triunfo

¿He hablado de escalofrío en una serie cómica? Lo he hecho. Porque la esencia de la comedia, de la que a mí más me interesa, está muy cerca del thriller , de la novela negra, de la bajada a los bajos fondos del ser humano . No es en vano que uno de los géneros más afamados que toca un cómico, también Berto, sea el monólogo, un monólogo no es otra cosa que decir en voz alta aquellas cosas que pasan en tu interior y que pretendes que, por ser precisamente tan personales, sorprendan al público tan fuerte que les lleve, inevitablemente a la risa, bien sea por escandalizarse de lo que pasa por la mente del monologuista o bien, las más veces, porque el tipo ha sido capaz de contar un pensamiento que probablemente hayamos tenido alguna vez pero nunca habíamos verbalizado, en unos casos por considerarlos demasiado íntimos, en otros por demasiado ruines y en otros, por ejemplo, por pensar que nadie más los compartiría. A esta sorpresa se une comprobar que un teatro entero ríe con la exposición de un instinto que, pensábamos, sólo existía en nuestra enferma mente y nos regocijamos solidarios al comprobar que somos muchos los de mente enferma. No deja de ser este recurso narrativo el mismo que aquella voz en off que, en las películas de Bogart o en los libros de Dashiell Hammett se usaban para que supiéramos que Sam Spade odiaba profundamente a ese tipo con el que hablaba amable para sacarle información o que, aquella mujer que acababa de entrar en su despacho olía a jazmines y pólvora.

Más de una capa

Berto, como buen cómico, como buen narrador, se ha revisado antes las tripas para crear esta serie , buscando en lo más oculto, en los lugares donde habita el miedo, a no dar la talla, frente a sus hijos, frente a su mujer y su madre, frente al público al que se debe pero al que no se rinde porque sabe que hacerlo le acabaría convirtiendo en alguien que dice lo que dicen todos y en eso no hay sorpresa y, sin sorpresa, se acabó la comedia. Todo esto, no se equivoquen, con la apariencia de una frescura que puede servir como perfecto entretenimiento a espectadores que sólo busquen una primera capa y de mucho más a quienes hagan espeleología en ella

No hay moralina, ni soluciones fáciles , ni otra cosa que preguntas en Mira lo que has hecho . Preguntas sobre nosotros, sobre quiénes somos y cuál es nuestro papel real en esta picadora de carne que es la existencia.

Si hay algo que celebra por encima de todo la serie es el azar. De manera sutil, casi imperceptible, los caminos de los protagonistas aparecen cruzados por una serie de casualidades infelices. La existencia misma de la vida es un prodigio , la existencia del amor una imposibilidad. Y, a pesar de ello, en un universo desafecto, en una sociedad infantilizada y estúpida, Alberto y Sandra celebran su triunfo. Inside every man lives the seed of a flower / If he looks within he finds beauty and power , canta Minnie Ripperton en la canción de la que les hablaba al principio. Esa semilla de belleza y poder no son nuestros hijos, que vete a saber cómo nos salen, sino la risa. Sin la cual, nada.

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