ENTREVISTA
Ana Belén: «No soy perfecta. Soy trabajadora»
Se subió a un escenario por primera vez a los 10 años. Polifacética como pocas artistas españolas (cantante, actriz de cine y teatro), su nombre suena a éxito. En plena madurez, acaba de recibir el premio del Festival de Almagro
Dicen quienes conocen bien a Ana Belén que tiene un punto de timidez , que no le gusta hablar demasiado ni de su vida ni de su obra, que quiere pasar de puntillas, pese al éxito de su carrera en todos los frentes de la batalla escénica (más de cuarenta películas, treinta y seis trabajos musicales y treinta obras teatrales). ¿Quién lo iba a imaginar, si sobre las tablas se mueve como pez en el agua y, precisamente por eso, acaba de recibir el premio Corral de Comedias en Almagro? Será verdad, según he leído, que el parlanchín de la familia es Víctor Manuel , quien en 2015 escribió Memorias descosida s. Antes de que sea tarde , y en 2019, El gusto es mío , en cuyas páginas repasa sus días y sus noches a través de una de sus aficiones: la comida, las recetas. Ana Belén no ha entrado a ese trapo de contar ni de «cantar», así le paguen una millonada, aunque tiene a sus espaldas una historia personal y profesional que da para un libro, pero cuesta sacarle las palabras. Con sacacorchos . Ana Belén es nombre artístico, como ya se ha contado una y mil veces. En el DNI figura María del Pilar Cuesta (Madrid, 1951), hija de la portera de la calle del Oso número 11, Pilar Acosta, y de Fermín Cuesta, cocinero del hotel Palace.
Su infancia son recuerdos del madrileño barrio de Lavapiés. Con diez años, arranca su carrera de niña prodigio que canta. Primero, en Radio España, en el programa de Bobby Deglané «Vale todo». Cuentan que el famoso locutor soltó en antena el siguiente «elogio»: «Mírenla, hija de una portera y parece que su madre fuera la Duquesa de Alba». Verdad o mentira, sentencias como esta definen toda una época, más negra que rosa, en la que también despuntó otra niña prodigio llamada Marisol (Pepa Flores), que salió más escaldada aún de unos rodajes estajanovistas hasta decir basta. Ana Belén se estrena con Zampo y yo en 1965, a cuyo director, Luis Lucia, siempre le ha lanzado de todo, menos piropos. «Era un ser tremendo, de mal carácter...». A partir de entonces, no todo fue coser y cantar, pero, desde luego, Ana Belén ha cantado e interpretado un rato...
Me leo la lista de galardones que ha recibido, en la que están casi todos, y me pregunto: ¿qué significa este reconocimiento del Corral de Comedias, escenario clásico donde los haya?
Significa muchas cosas. Es un honor, sinceramente. Quién me iba a decir a mí cuando con 17 años, creo que tenía 17, en la primera gira que hice con el Teatro Español, y llegamos al Corral de Comedias, a ese espacio tan peculiar, con tanta personalidad. Y, luego, las sucesivas veces que he ido allí. Pero quién me iba a decir a mí que en un momento determinado de mi vida me iban a dar este premio. Estoy muy feliz, muy agradecida al festival. No sé si es merecido, pero, desde luego, estoy muy contenta.
¿Qué recuerda de aquella primera vez?
La primera vez que entré en un teatro para ensayar fue en verano, tenía 15 años, para estrenar en septiembre, o en octubre, a comienzos de temporada, con Narros, en el Teatro Español la Numancia de Cervantes. Un tórrido verano, llegas a ese Teatro Español, ese precioso Teatro Español, y empiezas a ensayar. Desde ese primer momento, dije: «Esto es a lo que me quiero dedicar en cuerpo y alma». Lo vi clarísimo.
«En los clásicos está todo. En este momento, el Siglo de Oro nos habla de cosas que están ocurriendo en esta sociedad»
De vuelta a sus orígenes, de aquella experiencia cinematográfica he leído que usted guarda un buen recuerdo de Fernando Rey, de su amabilidad, y de Miguel Narros, a cuya academia de interpretación se apunta y tiene como maestro al gran William Layton y al archifamoso método Stanislavski. ¿Cómo y cuándo graba su primera película «seria»?
El cine tardó en llegar, porque, una vez que había hecho esa película infantil, esos cuatro años siguientes los pasé sin moverme del Teatro Español haciendo solo teatro clásico. Haciendo gira en verano... Y, en una función allí, me ve Roberto Bodegas y me ofrece volver al cine con Españolas en París . No obstante, el teatro para mí fue definitivo.
(Luego vendría El amor del Capitán Brando , en 1974, de Jaime de Armiñán, hito en el cine del destape, o con el correr de muchos años La pasión turca , en 1994, que fue un éxito de taquilla y acabó en bronca entre el autor de la novela en la que se inspira, Antonio Gala , y el director de la cinta, Vicente Aranda. Incluso, estuvo a punto de ser «chica» Almodóvar en dos ocasiones, con Matador y La flor de mi secreto , pero siempre ha confesado que «no es una espinita no haber trabajado con él»).
Ha rodado más de cuarenta películas y ha ganado un Goya de Honor, pero el cine hace mucho tiempo que lo tiene olvidado. ¿Su escenario natural como actriz es el teatro?
Al teatro siempre he vuelto. Hasta en la época de más cine... En esa época podía hacer dos películas al año, tampoco he hecho más. Siempre he buscado luego un hueco... No yo, sino que me han ofrecido montajes maravillosos y con directores maravillosos, y he procurado encontrar el hueco para hacer teatro. A lo largo de mi vida, he hecho muchísimo cine, pero tenía siempre la necesidad de reencontrarme en el teatro, en el escenario. Era la manera de reencontrarme a mí misma.
Si tuviera que elegir entre los muchísimos papeles que ha interpretado, ¿con cuál se quedaría?
Es difícil. Me quedaría, por ejemplo, con La hija del aire de Calderón, con La casa de Bernarda Alba , con Hamle t y con Fedra , por ejemplo.
«Soy una actriz muy todoterreno, pero no he acertado siempre... No, me he equivocado, ha habido cosas que no he hecho bien»
Ha citado una obra de Shakespeare y otra de Lorca, y hace unas semanas publicábamos en este mismo suplemeto una entrevista con Lluís Pasqual en la que afirmaba que en «Shakespeare está todo lo importante».
-En los clásicos está todo. Si nos vamos a los clásicos del Siglo de Oro, está todo. Ahora mismo los lees y dices: «Si nos están hablando de cosas que nos están ocurriendo en este momento, en esta sociedad». Si nos remontamos al teatro griego... Está todo. Lorca era... ¿cómo puedo definirlo?... la luz y la luminosidad. No en vano, Lorca en el mundo es Lorca; igual que Shakespeare en el mundo es Shakespeare.
Me ha citado personajes muy distintos. ¿Cuál es su método de trabajo? ¿Cómo se prepara un papel?
Primero, confiando mucho en el director que me ha llamado para hacer ese trabajo, y llegando al primer ensayo sin saber nada y con el ánimo de que voy a aprender mucho. Y sí, siempre he aprendido mucho, no solo hasta que llega el estreno, sino hasta que termina la obra, todas las funciones, sigo aprendiendo. Pero hay una cosa que siempre trato de buscar: la emoción. Cuando leo una obra, me pasan un texto y lo leo, hay una emoción, la emoción «x», la que sea. Creo muchísimo en esa primera emoción. Y cuando me pongo a ensayar esa función, trato de encontrar siempre esa primera emoción.
Se le asocia con papeles trágicos y clásicos. ¿Se considera encasillada? ¿Le pesa no haber explotado una cierta vis cómica, por ejemplo?
Mis referentes de actrices han sido, y son, actrices todoterreno. He tenido la gran suerte de estar al lado de Julieta Serrano y de Berta Riaza o de María Luisa Ponte, que eran actrices todoterreno. En el caso de Julieta «es», porque todavía sigue trabajando. Entonces, he hecho mucho teatro clásico, mucha tragedia, pero luego también he tenido la suerte de encontrarme en mi vida con montajes como Kathie y el hipopótamo , que era una obra muy especial de Mario Vargas Llosa con un humor muy especial. Me he sentido muy bien haciéndolo; no era nada extraño en mí. En cine también he interpretado comedias. Soy una actriz muy todoterreno, pero no he acertado siempre... No, me he equivocado, ha habido cosas que no he hecho bien. Pero no creo que sea una actriz que me haya limitado a hacer unos determinados personajes.
Ha trabajado con los más grandes, pero... ¿qué obra le hubiera gustado hacer?
No sé. Con todas las obras que he hecho en la vida y los maravillosos personajes teatrales que he hecho, no ha habido esa cosa de «quiero hacer la Julieta, la Cordelia, la Ofelia...». Nunca he tenido esas metas. No he tenido esa ambición. La única ambición es que he querido trabajar con los mejores, y he tenido la suerte de que los mejores me han llamado a su lado.
¿Y de actores? ¿Con quiénes se ha sentido más cómoda?
Además de con estas actrices que le comentaba, he tenido la suerte de trabajar con José Luis Gómez, con él como actor y con él como director, con Agustín González, Carlos Lemos, José Pedro Carrión...
«He hecho alguna película que me la podría haber ahorrado. Un poco tu culpa, otro poco culpa del director»
Más nombres de grandes que se suman a la lista...
Claro. Por favor, qué gran suerte estar ahí, porque trabajar con toda esta gente que no escatima nada, que es generosa, es bueno para todos... Para ellos y para el que está a su lado. He tenido esa suerte.
Artista polifacética: cine, teatro, música. Y siempre ha tenido éxito. Da la sensación de que todo le sale bien, y esa es la imagen que transmite.
Es la imagen que transmito...
¿Y esa imagen de mujer cuasiperfecta le ha pesado?
No, porque sé que no es cierto. Lo que sé es que soy una persona muy trabajadora. A mí las cosas no me salen fácilmente, me cuesta mucho. No he ido a un ensayo... Me cuestan un huevo los ensayos, sacar adelante un personaje cuando sé que mentalmente lo entiendo, lo tengo claro... La barrera de incorporarlo a ti. A mí las cosas me cuestan mucho. Me gusta mucho hincar los codos. No soy una persona que llegue y diga: «Esto me lo sé, qué fácil». Me cuesta todo. Nunca he ido a un trabajo y he pensado: «Pan comido». No entra dentro de mí. Que no... Lo que sé es que soy muy trabajadora. Que luego me equivoco, pues también. Sí.
¿Cuál considera que ha sido su gran equivocación?
Muchas. No te voy a dar nombres. Pero he hecho alguna película que dices: «Si me la hubiese ahorrado, no hubiese pasado nada». Un poco tu culpa, otro poco culpa del director...
¿Y el papel más difícil al que se ha enfrentado, que más trabajo le ha costado, que más ha tenido que picar piedra para ponerlo en pie?
Recuerdo que me costó bastante... Todos. No sé por qué, cuando montamos La casa de Bernarda Alba , no las escenas colectivas, sino las escenas de Adela... Me costaron. No hay nada que piense de antemano: «Esto, qué fácil. Desde el primer momento, lo entendí». No.
«Esta profesión requiere comprometerse profundamente con ella y saber que andas por una cuerda floja todo el tiempo»
La suya es una familia de artistas: desde Víctor Manuel a sus dos hijos, David (músico) y Marina (actriz). ¿Interactúan creativamente? ¿Se influyen? ¿Se dan consejos?
No estamos pensando en esto en nuestra familia. Somos normales. De repente, comentamos... Si mi hijo está haciendo la música para algo, le pregunto: «¿Qué música estás haciendo?». Y me contesta: «Estoy haciendo música para...». Si me ven que, de repente, salgo mucho, calculan ellos que debo estar ensayando algo y me preguntan. Pero nada más.
De vuelta al teatro, ¿cómo es actuar en Almagro o Mérida, dos escenarios clásicos que no están en las capitales?
Tiene un plus, y le voy a explicar y lo va a entender inmediatamente: son festivales que los ciudadanos, tanto de Mérida como de Almagro, tienen absolutamente interiorizados. Cuando llegas a Almagro, todos los vecinos saben que estás allí para hacer eso, saben el horario de ensayos... Lo saben todo. Vas por Mérida, me gusta caminar, y entonces el de la farmacia: «Ya estáis aquí. Ensayáis esta noche a las once». Lo tienen absolutamente interiorizado. Es de ellos. Y eso es maravilloso.
Durante el confinamiento ha sido «trending topic» una versión de su famoso «Agapimú». Un vídeo que ha grabado junto a Carlos Areces y Aníbal Gómez, el dúo de «subnopop» Ojete Calor. ¿Una sorpresa?
Me propusieron grabarla y me pareció buena idea. Lo hicimos la semana anterior al confinamiento en estudio. Luego pasó lo que pasó y ellos querían seguir adelante con la idea de hacer un videoclip y así, tan sencillamente, lo hicimos, de una forma muy relajada e improvisada. A veces es como mejor salen las cosas. Quién se podía imaginar que iba a tener ese impacto... Es una canción muy optimista y estábamos necesitando algo así.
Volvamos a ponernos serios y a hablar de proyectos.
Tengo la suerte de que me llaman. Esta carrera es de mucha inseguridad, pero es una pasión.
Ana Belén se subió a los escenarios siendo niña... y ha hecho tantas cosas que ha pasado el tiempo que nos habían dejado para charlar (breve) y no hemos podido hablar de otras tantas.