MÚSICA

Beethoven: Una música para el abrazo de millones

El genio alemán no se limitó a crear bellas composiciones: su obra es una llamada a la conciencia, a la transformación social y personal

Escultura de Beethoven en Bonn
Andrés Ibáñez

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Beethoven es uno de los primeros ejemplos, y quizá el más famoso, del artista como pensador . Con Beethoven irrumpe en Europa una forma de entender el arte como fuerza de acción. Él no se limita a crear bella música: su obra es una llamada a la conciencia, a la transformación social y personal. Por eso no tiene sentido seguir considerando a Beethoven (¡y a Schubert !) parte del «clasicismo» vienés. Beethoven es, con todas las consecuencias, un romántico, es decir, un hombre de la nueva Era Democrática, un hombre moderno .

Si la música antes de él había aspirado solamente a ser música, para él la música es parte de un proceso histórico que involucra a toda la humanidad. El progreso de la ciencia, la lucha contra la tiranía, el amor a la naturaleza y a lo popular, una religión universal no dogmática, la capacidad transformadora del arte, son las bases de su ideario. Nació en Bonn, una ciudad regida por el ideal de la Ilustración , y sabemos de su afición a pasar horas en el café leyendo los diarios e informándose de la actualidad. Su ideal religioso-político se basa en la idea, de ecos francmasones, de la hermandad de los hombres. Su religiosidad no pertenece a ninguna iglesia ni confesión. Lee con el mismo interés a los griegos que los vedas indios, y en la pared de su cuarto tiene copiado un pasaje de un himno a Isis encontrado en la ciudad de Sais. En la Missa Solemnis , las palabras del Credo «creo en una iglesia católica y apostólica», apenas se oyen, apagadas por el tumulto. No puede expurgar el texto del Credo, pero sí la «Oda a la alegría» de Schiller, de la que quita expresiones religiosas que tienen que ver con el más allá. Él quiere sentir la bondad y el auxilio de la divinidad en este mundo. Quizá por eso Haydn le acusaba de ser ateo. Beethoven representa un ideal posible de hombre europeo que es a un tiempo ilustrado y romántico , que cree en la historia y en el Espíritu, que integra oriente y occidente, que cree tanto en el progreso de la ciencia (¡su admiración por los barcos de vapor!) como en el valor transformador de la alegría del arte.

Deseo erótico y trágico

Beethoven es un artista romántico porque considera que la obra ha de expresar una fuerza que viene de la naturaleza, de la propia vida, y no de unas ciertas normas del arte aprendidas de antemano. Compone muchas menos obras que Haydn y Mozart , 9 sinfonías frente a las 104 de Haydn: esto se debe a que para él cada obra es un ensayo formal nuevo . Cada nueva sonata, cuarteto, sinfonía, es un organismo viviente que ha de crear su propia forma a partir de su propia energía. Cada sinfonía de Beethoven es un experimento en un ámbito de expresión que no volverá a repetir . Un ejemplo supremo es la Sexta sinfonía cuya «forma» viene dictada no tanto por las exigencias musicales de la sonata como por los episodios de la naturaleza, y cuya apariencia amable esconde en realidad una de sus obras más revolucionarias.

Su lenguaje musical proviene del clasicismo de Haydn y Mozart. Pero con él, ya desde el principio, sucede algo nuevo . Mozart, por ejemplo, escribe frases musicales simétricas que tienen un principio y un final. Ese final siempre es la parte más débil de la expresión, porque hay un cierto repertorio posible de finales que se repiten una y otra vez. Beethoven evita esos finales: en vez de terminar la frase, lo que hace es saltar a otra cosa, y a otra cosa, y a otra cosa. El recurso formal es la modulación: el salto a otra tonalidad, y a otra, y a otra. Este nuevo uso de la modulación es su primer gran descubrimiento expresivo . Crea así «el sentimiento de un deseo ardiente e indecible», en palabras de E. T. A. Hoffmann , uno de sus primeros y mejores críticos. Este deseo, que es tanto erótico como trágico, es una de las razones del inmenso atractivo de su música: lo vemos en el primer movimiento de la Quinta , por ejemplo (al que se refería Hoffmann en la cita anterior), o en el pasaje de desarrollo de la Sonata Nº 6, entre infinitos ejemplos.

Cada sinfonía es un experimento en un ámbito de expresión que no volverá a repetir

Este deseo ardiente e indecible se corresponde a una música que es intensamente emocional y también personal. Sus obras más importantes son siempre declaraciones o confesiones personales, que nosotros, al escuchar, convertimos también en experiencias personales y vitales. La obra de este pacifista convencido está llena de batallas: son las luchas del yo en su peripecia vital, un yo plenamente moderno que se sabe, por una parte, sujeto a la historia universal, y por otra, héroe de una historia privada que es única en su individualidad. Por eso en Beethoven la temporalidad se dramatiza como nunca antes en la música . Es la música del yo hecha de anticipación y resolución, de búsqueda y de triunfo, una expansión insólita de la tonalidad funcional, en la que un acorde quiere resolver en otro, y una tonalidad desemboca en otra, y en otra, y en otra. La música del deseo del Tristan de Wagner , esas primeras notas que oímos en la obertura, provienen de la introducción de la Patética de Beethoven.

Esta música de obras individuales que crean su propia forma desde dentro (como cada uno de nosotros crea el poema de su propia vida) por medio de un lenguaje de modulación y deseo es, desde luego, intensamente narrativa. Es una música del tiempo psicológico y humano, pero en sus últimas obras Beethoven se abre a otras dimensiones del tiempo: son esas misteriosas «detenciones» (como al principio del tercer movimiento del concierto «Emperador», o el pasaje «Über Sternen muss er wohnen» dentro del Finale de la Novena ) en que el tiempo parece desaparecer por completo, esas «ventanas» que parecen abrirse a un paisaje sin tiempo, como al final del primer movimiento de la Sonata Nº 31 o los trinos del final de la Sonata Nº 32. Intuiciones de un orden distinto, quizá de una cuarta dimensión.

Maestro de la sorpresa

Beethoven es un maestro de la sorpresa. Es un mago de las expectativas frustradas o transformadas. Un pasaje A conduce a B, a C y a D. Al regresar al mismo lugar, A, conduce de pronto a D. O bien, A conduce a B, a C... y cuando esperamos D, aparece algo totalmente nuevo: E.. ¡o W! Su arte se basa en el motivo, no en la melodía . Un motivo es una célula musical de unas pocas notas que tiene una identidad melódica y rítmica: por ejemplo, el famoso de cuatro notas de la Quinta sinfonía . Fue un fabuloso innovador en el ritmo : véase el motivo de quince notas repetidas del Cuarteto Nº 7, II , que creó un escándalo en el estreno, o las alucinantes síncopas de la Grosse Fugue . Fue el mayor improvisador de su tiempo, y gran parte de este talento se percibe en sus obras, por ejemplo en las sonatas llamadas «fantasía» (de fantasieren , «improvisar»), en las Bagatelas , en la Fantasía op. 77 , pero también en los melismas de esa cima de la belleza humana que es el Adagio de la Novena .

«Abrazaos, millones» , canta el coro en la Novena Sinfonía , saludo a una nueva época del mundo. Todavía estamos en la misma lucha que Beethoven, en conciliar la ciencia con la espiritualidad y la naturaleza con el progreso, en lograr un mundo en el que los «millones» sean verdaderamente hermanos. De ahí la perenne modernidad de su música.

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