LIBROS
Basado en hechos reales: los crímenes de la «Dozier School»
Colson Whitehead ha ganado su segundo Pulitzer con la novela que narra los abusos cometidos en un reformatorio de Florida
El 23 de agosto de 2010, Time traía a Jonathan Franzen -por su celebrada Libertad -. El 27 de junio de 2019, el semanario volvía a arriesgarse con un escritor en su portada: ahora era el turno de Colson Whitehead a propósito de la publicación por todo lo alto de Los chicos de la Nickel . Y, sí, lo de siempre: la caza de la Gran Novela Americana , la exploración del American Way of Life o del a menudo pesadillezco Sueño Americano. Y la necesidad de escritores que -con mandato cada vez más breve- ocupen ese sitial para, desde la ficción, echar algo de luz sobre la sombría realidad.
En cualquier caso, el consagrado interinato de Whitehead (Nueva York, 1969) parece asegurado por un buen rato más: Los chicos de la Nickel le ha significado un segundo Pulitzer (el primero lo recibió apenas tres años atrás por El ferrocarril subterráneo , también merecedora del National Book Award en 2016), el premio de la Library of Congress (autor más joven en recibirlo), así como su certificación como firma ideal para reprimir con digna y denunciante prosa los rebrotes racistas (del mismo interminable brote de siempre) en Estados Unidos.
Racismo
Whitehead comenzó a explorar esta zona con la autobiográfica Sag Harbor (del 2009, evocando la vida de los «acomodados» de su raza en un pueblo vacacional) y aceleró a fondo con la ya mencionada El ferrocarril subterráneo . Allí, Whitehead recreaba el episodio tremendo durante la esclavitud con un tanto irritante destello de realismo mágico. Allí, también, el muy disciplinado Whitehead ponía de manifiesto que no le interesaba ser el nuevo David Foster Wallace sino el heredero de Toni Morrison incluyendo más que posible futura escala en Estocolmo para recoger otro premio.
Los chicos de la Nickel repite la maniobra de El ferrocarril subterráneo -otra variación sobre el aria de persecución y huida- pero de manera más contenida y consiguiendo un efecto mucho más poderoso. El punto de partida es la exploración de un/otro suceso terrible y vergonzante en la historia de su país: lo acontecido durante más de un siglo en la Dozier School . Infame y terrorífico reformatorio en la Florida marchita por las leyes Jim Crow, donde -a partir de 2012 y con la investigación aún abierta- se descubrieron multitud de torturados esqueletos enterrados a escondidas.
Allí -turbulentos años 60- llega el entusiasta joven Elwood Curtis poseído por la oratoria angelical de Martin Luther King y allí se hace amigo del menos optimista y más práctico y descreído Jack Turner. Pronto, opuestos pero complementarios, ambos comprenden que sus días están contados y que deben salir de allí cueste lo que cueste. Y cuesta mucho. Y sólo uno de ellos sobrevivirá para contar el cuento de esta novela. Y está claro que Whitehead tiene más claro aún con qué cartas juega y a lo que juega. Y, también, que lo hace con pericia al repartir buenas cartas con excelente y manipuladora mano (nada que reprochar, Dickens también supo espantar/fascinar con injusticias infanto-sociales) a lo que añade el atractivo de saltos espacio-temporales y un magistralmente ejecutado twist en cuanto a la naturaleza del quién es quién.
Así, una prosa nada efectista pero tanto más efectiva que la de El ferrocarril subterráneo ; deslumbrando con la fluidez y con el modo en que se funden entre ellas las voces de Curtis y Turner; y alcanzando su conclusión y conclusiones desde un presente que aún está muy lejos de merecer diploma de honor pero que, ojalá, no deje de avanzar en el excelente estudio y la aplicada narración de sus más malas conductas.