ARTE
Andy Goldsworthy: «El auténtico cambio es quedarse en el mismo sitio»
El «Land Art» cobra una nueva dimensión en el trabajo del creador británico. La galería Slowtrack, en Madrid, recoge algunos de sus proyectos y una actitud: no se trata tanto de modificar el paisaje, como de «escucharlo»
El llamado « land art » tuvo su tiempo y sus maestros, entre ellos Andy Goldsworthy (Reino Unido, 1956). No obstante, parece que los desastres de la Naturaleza se hubieran tragado sus obras y hubieran desaparecido de la faz de la Tierra, dado lo poco frecuente que resultan ya las exposiciones de este tipo de arte y de artistas . Por eso, la muestra que presenta la galería Slowtrack en Madrid sobre los trabajos de Andy Goldsworthy es única y fascinante por lo que te aleja de la conceptualización contemporánea y te acerca a lo esencial. No hay que leer, solo ver y sentir cómo se quiebra una rama . Parece fácil, pero no lo es, por eso Goldsworthy es el artista y nosotros meros paseantes por su Naturaleza detenida en la serie de fotos y vídeos que componen este friso tan natural como sus palabras.
–Lleva trabajando con la Naturaleza toda la vida. ¿Qué se ha modificado en ella ? Por ejemplo, ¿cómo percibe el cambio climático?
–Veo tantos cambios cada año que, por así decirlo, no puedo identificar algo concreto. Plantear algo así como que «esto es insólito», porque, en realidad, siempre lo es. Siempre es insólito, siempre hay algo que no ha ocurrido antes… Así que es muy difícil. Aunque trabajo con la Naturaleza, que cambia cada día, hay demasiados cambios a mi alrededor para identificar uno extremo. Con lo cual, no quiero decir que esas cosas no estén pasando. Sé que ocurren, pero mi conocimiento sobre ellas es gracias a la información científica. No obstante, soy muy cauto. Existe en la naturaleza humana una gran necesidad de decir: «Esto nunca había sido así hasta ahora...».
–Su obra resulta muy emocional, a pesar de que siempre está desafiando el entorno. ¿Cómo alcanza esa armonía o logra transmitirla?
–Busco algo más profundo que la mera lucha superficial. Un trabajo como este (señala una de sus imágenes expuestas en la galería) en el que estoy de pie sobre una tubería sin hacer nada parece muy tranquilo, pero en realidad se trata de una valla que define una propiedad. Limita unos terrenos. Y en un país con una gran tensión como es México. Y esa tubería que se extiende bajo mis pies transporta agua, que es el objeto de dicha tensión, porque es lo que tienen que compartir y por lo que se pelean. Hay un factor humano muy tenso. Estando ahí de pie, en ese momento, estoy pisando un alambre de púas, y hay perros rabiosos ladrándome. Creo que existe la tensión, sin hacerla manifiestamente dramática. Esta está en el alma de la imagen.
–Al final, ¿se plantea captar el «instante detenido», del que habló Cartier-Bresson, en plena Naturaleza?
–No se trata tanto de «captar» o «congelar». Se trata de llegar a la esencia. Llegar al corazón. Quiero llegar al corazón. Porque hay tantas cosas superficiales, ruidosas… Hay que llegar al corazón.
–Si le digo que le veo un poco como un chamán...
No sé simplemente disfrutar el paisaje, siempre estoy trabajando. A lo mejor es una enfermedad, pero me encanta
–¡No! ¡En absoluto! Existe una especie de idea romántica de que siempre estoy solo… Pero no siempre es así. Por ejemplo, en Cañete, un pueblo de Cuenca donde estuve trabajando, había gente a mi alrededor y un hombre, no sé si era el alcalde del pueblo, que llegó en un camión y pensó que estaba pintando los escalones. Se puso cabreadísimo. Luego se dio cuenta de que aquello eran amapolas y se tranquilizó. Fue una tensión increíble. Aunque no hablo español, en cierto sentido, «escuché» la tensión, que es más interesante que las palabras. Oyes el tono de voz, la emoción en la voz, pero no las palabras. Me parece algo muy interesante. Es un proceso muy intenso. Todos los trabajos han sido increíbles, muy exigentes, muy estimulantes.
–¿Consigue usted pasearse relajadamente por la Naturaleza sin necesidad de imaginar una «obra» a cada paso?
–Nunca. Siempre estoy trabajando. A lo mejor es una enfermedad, pero me encanta.
–¿Existe algún escenario natural que tenga una especial curiosidad por intervenir en él, por trabajar con él?
–No. Soy más feliz cuando trabajo en casa. A solas. Así es como me gustaría estar. No siento la necesidad de ir a lugares diferentes. Me encanta el cambio, es muy importante para mí. Pero el cambio se entiende mejor cuando te quedas en el mismo lugar. Cuando voy a lugares diferentes, veo diferencias, pero yo no cambio. El auténtico cambio es quedarse en el mismo sitio. Y el trabajo de la exposición que se expone en la sala de abajo trata mucho sobre quedarse quieto. Y precisamente porque me quedo quieto ocurren muchos cambios. De hecho, quedarse quieto hace que el cambio sea aún más potente.
–¿Qué piensa de que la creación artística cada vez resulte más intelectualizada o conceptual?
La tensión en mi obra existe, sin hacerla manifiéstamente dramática. Esta está en el alma de la imagen
–Considero que es perfectamente legítimo para los artistas que lo necesitan. En mi caso, me gusta que mi trabajo esté espoleado por la intuición y el instinto, pero eso no significa que no haya un compromiso intelectual. Mana del trabajo, no es el motivo del trabajo. Si saliese al campo a hacer comentarios medioambientales, o sobre los problemas ecológicos, no tendría el mismo significado. De hecho, carecería de significado. Estaría vacío. Lo sé.
–¿No tiene también mucho de pintor, como los impresionistas, que trabaja en plena Naturaleza, a pie de campo?
–Puede que sí. Toda la idea de salir a la calle para ver, para comprender, mantener los ojos abiertos para ver lo que hay, claro… La calidad de la luz, el momento, la atmósfera. Se trata de la vida y de la atmósfera alrededor, el material, eso es lo que me interesa de verdad. Así que podría decirse que sí. Voy al mismo lugar una y otra, y otra vez… Y cada vez es un lugar distinto. Ahora ya no lo hago, pero en el pasado, cuando era más joven, decía: «Ya he acabado aquí, puedo dejar de trabajar». Pero luego vuelves y encuentras muchas más cosas, y resulta sorprendente que antes no pudiese verlas. Hay muchas cosas que no veo. Es alucinante todo lo que no veo.