El arte que nos ayuda a pasar el invierno

La sensación general que percibo ahora, a mi alrededor, es el desánimo . Sus causas están claras: la pandemia, la crisis económica. También, eso que retrataron los hermanos Pietro y Ambroggio Lorenzetti , con motivo de la peste negra del siglo XIV, en el precioso fresco del Palacio Público de Siena: El mal gobierno . Todo ello se aumenta con la frustrante sensación de que un individuo no puede hacer nada para remediar tantos males... Aquí y ahora, es lógico que sintamos el desánimo pero no debemos rendirnos: ese sentimiento no da buenos frutos.

Estudiando las Coplas de Jorge Manrique , señala Pedro Salinas sus últimas palabras: «Dejónos harto consuelo / su memoria». Sí, la memoria puede ser un consuelo pero necesitamos algo más. Dedica Salinas su plegaria a «Nuestra Señora de la Consolación». Y concluye: «¿No será, siempre y dondequiera, la poesía, consuelo, magia consolatoria, por excelencia?».

Tiene razón Salinas si lo ampliamos a todo el arte : la pintura, la música clásica y la popular, el teatro, el cine, la ópera, los toros...

Lo definió el romántico John Keats , en su poema dedicado a Endimión, el pastor enamorado de Selene: «Una cosa hermosa es una alegría para siempre. Su encanto siempre crecerá, nunca se reducirá a la nada, sino que guardará para nosotros un refugio tranquilo y un descanso, lleno de dulces sueños y una plácida respiración».

Cuando le preguntaron a Valle-Inclán si se acabaría alguna vez el arte, contestó don Ramón con su habitual brillantez: «El arte no se acaba nunca porque sirve para pasar el invierno, ya que el arte es siempre primavera».

No sirve para resolver ninguno de los problemas que nos desaniman pero sí nos consuela, nos ayuda a pasar este invierno... Para el que sabe apreciarlo, el arte es uno de los mayores consuelos que la vida nos ofrece.