LIBROS
«Arquitectura del silencio», Auschwitz y otros escenarios del espanto
Excelente cuarta obra de Alicia Aza que, combinando ética y estética, confirma su intensidad como poeta
«Los poetas hilan su verdad», leemos en «Arquitectura del silencio», el cuarto poemario de Alicia Aza (Madrid, 1966), publicado tras haber dado a la imprenta «El libro de los árboles», «El viaje de invierno» -Premio Internacional Rosalía de Castro-, y «Las huellas fértiles», que obtuvieron una gran acogida por parte de crítica y público. En ellos, Alicia Aza se mostraba poseedora de una voz pujante que abordaba, de manera hondamente personal, asuntos eternos como el amor y su reverso, la naturaleza, la incomunicación, o el implacable paso del tiempo.
Ahora, en «Arquitectura del silencio», vuelve a dar prueba de su intensidad póetica en una obra que nace de una visita a Cracovia y al campo de exterminio de Auschwitz.
La crueldad no caduca
Este siniestro lugar abre y cierra este emocionante y emocionado poemario, dividido en trece cantos, donde «el aliento de un viaje al desconsuelo,/y un talismán reclama mi presencia» y «los poemas rasgados al olvido de lo que una vez fue una quimera,/imágenes ardiendo en un tornado / y ahora, a pesar de Adorno , me devuelven/ a la sepultura del genocidio». Porque el filósofo alemán Theodor L. Adorno, en su célebre reflexión al advertir que «no se puede escribir poesía después de Auschwitz» no tenía razón. Quizá precisamente después de Auschwitz es cuando resulte más necesario escribirla para que la literatura, la lírica, recuerden un horror que nunca deberíamos olvidar.
Pero no solo ese escenario de la infamia y el espanto está presente en estos versos. Otras barbaries los recorren, nos interpelan, nos sitúan ante una amarga y brutal realidad porque «la crueldad no caduca, no prescribe», y «existe un gen que mata y asesina». Así, este periplo por la desolación tiene paradas en la masacre de Tiananmen , el Viet Cong, Serbia, la China maoísta, el 11 S neoyorquino, el asesinato de Miguel Ángel Blanco y el terror etarra, el Daesh... Sí, el hombre es un lobo para el hombre y «siempre Caín y Abel, Rómulo y Remo/habitan en nosotros como cuervos».
Tanta devastación parece aniquilar el menor atisbo de esperanza. Sin embargo, «se ha ido Elie Wiesel, no su memoria, no los muertos que nunca olvidaremos, /tenemos la palabra, el antídoto al olvido en la orgía de los cisnes». La palabra contra la desmemoria . Palabra especialmente valiosa si es tan potente como en este poemario.