EPISODIOS PERDIDOS

«Arde Madrid», para todos los gustos (y disgustos)

La serie está construida de un modo tan astuto que cualquiera puede ver en ella lo que desea, pero no tanto para que todos admiren sus virtudes

Un momento de «Arde Madrid»
Federico Marín Bellón

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Bogart fue un gran actor, un hombre valiente y un ajedrecista notable, que c onquistó a Lauren Bacall dentro y fuera del tablero. Ella se enamoró «del hombre apuesto más feo que había visto». Humphrey, por otro lado, fue uno de los más vigilados por las huestes del senador McCarthy. El expediente del FBI dedicado al protagonista de «Casablanca» tenía el grosor de cinco guiones.

Lo más increíble de su biografía es que, según cuenta Hugo Vargas en el libro «Fianchetto» , dos agentes se presentaron un día en casa de Boggie alertados por unos extraños códigos que este enviaba por correo postal a las direcciones más dispares. La inteligencia del Bureau no alcanzaba a descifrar mensajes tan enigmáticos como «11 Af7+». Un ajedrecista mediano les podría haber dicho que parecía un ataque decisivo sobre el enroque, pero a Bogart le costó demostrar la inocencia de las cartas. Además de jugar al ajedrez en vivo, actividad con la que se ganó el pan cuando los papeles escaseaban, lo hacía por correspondencia. Las únicas posibles amenazas eran para su rival.

Todo lo anterior ocurrió de verdad, aunque sería difícil escribir la escena con verosimilitud, como sabe cualquier guionista. El ejemplo nos sirve también para aceptar la premisa de « Arde Madrid »: en la casa madrileña de Ava Gardner , en el barrio del Viso, se infiltra un falso matrimonio de sirvientes para vigilar de cerca a la diva , cuya vida disoluta no encaja con los códigos morales de la época ni con las necesidades de descanso del general Perón, ilustre vecino del número 11 de la calle del Doctor Arce.

Fiestas chatas

Por fortuna, la serie de Movistar+ no es un drama político de denuncia, aunque tiene los suficientes elementos, y una medida ambigüedad, para que cualquiera pueda leer la miniserie a su conveniencia. Uno puede divertirse, sorprenderse, excitarse o indignarse. La pelota está en los ojos del espectador. La prueba es que pocas veces veremos a tanta gente (esto mismo) opinando cosas tan distintas sobre una serie. El discurso es tan hábil que, como el de algunos políticos, puede convencer a la vez a públicos opuestos . Y esto, que dicho de un candidato es un halago dudoso, hacia «Arde Madrid» es sincera admiración.

La fotografía luminosa de Pau Esteve («Enterrado») consigue que el blanco y negro no oprima ni parezca antiguo. Los títulos de crédito son de lo más innovador en nuestra ficción. Inma Cuesta está espléndida dentro de un reparto en el que brillan casi todos, como Anna Castillo y el propio Paco León , un granuja fácil de querer. Moreno Borja es el mayor descubrimiento, además de los Perón, mientras que Debi Mazar tiene la mala suerte de bailar con la más guapa. ¿Quién sería capaz de dar vida a Paul Newman de forma creíble? Los ocho capítulos, por otro lado, «se beben como Ava Gardner el bourbon», resume Rosa Belmonte.

Todo esto es suficiente para varias celebraciones y una nueva exaltación del nivel, variedad y valentía de nuestra ficción. Puestos a ser quisquillosos -la serie es tan completa que también lo permite-, podemos añadir que la comedia funciona mejor que la liviana intriga y que las fiestas quedan algo chatas, sobre todo para lo que cabe imaginar en la vida de la actriz. Alguna escena sueña con ser berlanguiana , pero falta alegría y movimiento. No parece que sea por presupuesto.

Renunciar a las caricaturas

Otro pecado venial es que solo los infiltrados tienen auténtico recorrido. Peor es que Paco León y Anna R. Costa no muestren en su escritura la menor empatía por el papel de Carmen Machi , grandísima actriz con otra misión imposible. Es cierto que la realidad pone a veces muy difícil el cariño, pero para construir buenos personajes, primera premisa de una gran serie, es necesario renunciar a las caricaturas. Si se logra que el espectador admire en secreto al ser más odioso , se genera una contradicción moral que es oro puro.

Nos encontramos, en resumen, ante una comedia que, al no ser de situación, requería una trama con un arco mejor tensado. Es un buen fresco que no logra ponerse en movimiento . A propósito, es mejor no pensar cómo habrían interpretado eso de «11 Af7+» en el Movimiento.

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