ARTE

La apariencia no es sincera en Vik Muniz

El Museo de la Universidad de Navarra repasa la trayectoria del artista brasileño, donde nada es lo que parece

«Doble Mona Lisa (crema de cacahuete y mermelada)» (1999)

Noemí Méndez

En septiembre se inauguraba la exposición que, a modo de retrospectiva, recoge parte del trabajo del brasileño Vik Muniz (1961) en Navarra. La muestra, organizada por la Foundation for the Exhibition of Photography y el High Museum of Art de Atlanta, en colaboración con el Museo de la Universidad de Navarra , convierte en única la oportunidad de revisitar su trayectoria, sus diferentes periodos. Lo cierto es que las salas del centro navarro no pueden ser mejores para ubicar, por series y etapas, las diversas formas de interpretar y reinterpretar la realidad del brasileño.

Su comisario, Arthur Ollman , ha tenido en sus espacios al mejor aliado para establecer un recorrido coherente, amable y, a la vez, sorprendente. Lo cierto es que es fácil utilizar ese adjetivo con los conjuntos de Muniz porque, muchos -de los que quizás trasciendan las reconocibles imágenes con caramelo, mantequilla y otros líquidos- se observan ahora al detalle y en conjunto, con y sin perspectiva. Series como las creadas con álbumes de fotos o recortes de postales y que muestran el lado más obsesivo y detallista de su autor, el que va más allá de su labor como artista y trasciende al comportamiento humano; el de la compulsión, el de la recreación de una realidad que le hace pasar del controvertido concepto surrealista de Magritte en Ceci n'est pas une pipe (o esto no es lo que parece) a las interpretaciones paisajísticas de Chagall cuando trabajaba de memoria.

Toparse con ese nivel de detalle traslada también a un recorrido de estímulos o referentes de la Historia del Arte recuperados por el artista. Una visión totalmente filtrada por la capacidad de Muniz de llevar cada objeto que compone la obra -y cada obra- a otro estado.

No son triviales tampoco los materiales que elige: soldados de plástico en las series de retratos de militares; pigmentos en las de paisajes de la Historia del Arte; retales de postales, recortes de revista… Nada se deja al azar. Y no sólo eso: al final, como en un rizo más, su dualidad entre lo manual, lo original y lo seriado que en su caso reserva a la fotografía, al más puro estilo Warhol , que deja patente la visión y revisión de la Historia del Arte de este autor en donde nada es lo que parece... O donde la apariencia no es sincera.

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