LIBROS

Ander Izagirre en busca de historias extraordinarias

El reportero narra en «Los sótanos del mundo» su viaje de nueve meses a las depresiones más profundas del mundo

Jaime G. Mora

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Más que por un éxito puntual, una editorial se define por sus autores de cabecera. Funcionen o no sus libros, publicarlos es una declaración de intenciones, y por eso los sellos los miman y protegen. Las casas grandes lo tienen más fácil: el músculo financiero de sus bestsellers les da aire para apoyar a estos escritores minoritarios o prometedores. Pero las editoriales independientes también tienen sus apuestas. Ahí están Periférica con Carlos Pardo o Sexto Piso con Juan Gómez Bárcena . Si uno pasa por alto esos libros comerciales con lo que los grandes almacenes alivian su mala conciencia, no es raro dar con títulos para lectores exquisitos. En este país se publica mejor de lo que se lee.

Ander Izagirre (San Sebastián, 1976) pertenece a este grupo selecto de escritores patrocinados. Para Libros del K.O., el sello español con mejor ojo para la no ficción, es un autor fundacional . Allá por 2012, cuando se acababan de estrenar en el mercado editorial, tuvieron claro que debían recuperar Plomo en los bolsillos , un conjunto de historias relacionadas con el Tour de Francia . El libro había sido publicado anteriormente por otra editorial, pero ellos le pusieron más entusiasmo y su éxito –ya lleva once ediciones– les permitió cuadrar las cuentas en su primer año de existencia.

Izagirre era un autor joven y con poco recorrido, pero atesoraba una curiosidad y un talento narrativo difíciles de encontrar. No es de extrañar que los editores del K.O. lo ataran corto. Para la colección «Hooligans ilustrados», de fútbol, le pidieron que escribiera sobre su afición a la Real Sociedad; después se arriesgaron con Cansasuelos , donde narra un paseo de varios días por los Apeninos, y en Potosí viajó a Bolivia para tratar de entender por qué una niña de 12 años trabaja en una mina.

Los sótanos del mundo , lo último de Izagirre que llega a las librerías, es fruto del viaje que el reportero donostiarra hizo durante nueve meses, entre 2000 y 2001, a las depresiones más profundas de cada continente: el Valle de la Muerte, en América del Norte; el lago Eyre, en Oceanía; la Laguna del Carbón, en América del Sur; el mar Caspio, en Europa; el mar Muerto, en Asia, y el lago Assal, en África. Dice Izagirre que, a diferencia de los ochomiles, en los puntos más bajos del planeta vive gente. Es lo que mejor se le da: descubrir el alma de lo que se va encuentra por el camino.

Pocas veces había podido experimentar esta sensación de viajar en un libro. Izagirre me ha llevado de un continente a otro en cuatrocientas páginas: he conocido las miserias de la fiebre del oro de California, he sentido la angustia de entrar en una mina y me he ahogado con el calor de Yibuti; he descubierto a comerciantes que viven aislados en la cumbre del Sinaí, a pastores «ovejizados» por su extrema soledad y a viajeros que, lejos de Europa, advierten que lo que ha quedado es un continente vacío y agotado.

Lo que el autor quiere subrayar es que los occidentales no somos los únicos que vivimos en el mundo, aunque nos creamos «dueños del presente de pleno derecho». Miramos a los aborígenes australianos o a los nómadas del desierto «con el paternalismo de quien admira una reliquia prehistórica», sin saber que ellos atesoran culturas que se remontan decenas de miles de años atrás. Para apreciarlo, claro, hace falta afilarse los ojos. Ander Izagirre es único para esto. Lo admirable es que este libro lo escribió cuando aún no había salido de la facultad de Periodismo. Tiene un talento innato para contar la vida.

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