LIBROS
«Un andar solitario entre la gente», el paseante Antonio Muñoz Molina
El escritor y académico nos propone un «collage» donde frente al ruido de la vida contemporánea se alza una mirada reposada
La categoría de lo moderno la cifró Walter Benjamin en su ensayo sobre Baudelaire, quien además había dado claves de su estética en su fundamental «El pintor de la vida moderna». Antonio Muñoz Molina ha querido que su libro, que difícilmente podría calificarse de novela, añadiera otros muchos que lo han inspirado. Singularmente son importantes las apariciones de Thomas de Quincey, E. A. Poe y Fernando Pessoa , pero hay en él mucha otra literatura referida de E. Dickinson, Stevenson, Melville, etc. El lector no debe esperar ensayo convencional, sino reflexión creadora de narrador, que indaga lo que ve con ojos suyos y de otros, no únicamente escritores pues hay pintores y fotógrafos. Están Tichý, Torres García...
Este libro no ha querido ser novela y parece mostrar su estética en la siguiente reflexión a propósito de Thomas de Quincey : «No hay trama ni hay nombres propios. Liberada de las obligaciones y los cepos del argumento la historia fluye semejante a la vida y al discurrir musical de la poesía» (p. 49). Contiene el volumen otra cita que ofrece más pistas; el narrador representa haberla oído de pasada a un personaje que volverá a parecer como figura casi fantasmal de intelectual al que furtivamente escucha decir en el Café Comercial de la madrileña Glorieta de Bilbao: « El gran poema de este siglo solo podría ser escrito con materiales de desecho ».
Vía de salvación
Junto a la gran literatura, y al hilo de lo que señeros autores han discurrido sobre las grandes ciudades que amaron (Londres, París, Lisboa, Nueva York), Muñoz Molina acumula cientos de entradas (no todas de igual relieve, y una poda habría sido beneficiosa), que quieren ser imágenes de los materiales de desecho de la vida contemporánea, que ha ido arrancando según lo que oye y ve cuando viaja en metro, o cuando pasea por las calles de varias de las urbes citadas. Hay mucho ruido y hay sobre todo mucho móvil encendido, mucha pantalla, sucesiones casi obsesivas del consumo de publicidad , con lo que el arte y la literatura quedan en el fondo como vía de salvación, pero no por abandono, sino por la reflexión que quizá permanezca como acorde musical de contrapuntos a esos sonidos que el ruido de la vida contemporánea está señalando como pérdidas: singularmente el silencio, el valor de la pausa, no tener prisa, y los fragmentos en los que el narrador deja sitio para momentos de amor con su pareja, casi líricos .
Estamos ante una reflexión creadora de narrador que indaga con ojos propios y ajenos
Si comparamos este libro con otro anterior de paseos por una ciudad, el titulado «Ventanas de Manhattan» (2004), se percibe un cambio para mejor en la posición del narrador. Se le nota al autor que ha escrito «Un andar solitario entre la gente» a los sesenta años, y lo digo para bien. Las urgencias celebradoras de quien descubría Manhattan como metáfora de un mundo feliz, han acentuado el valor de la mirada separadora entre lo fundamental y lo accesorio.
Ya estaban entonces las habitaciones del pintor Edward Hopper, pero eran miradas desde fuera. Ahora, por el contrario, el «collage» que rodea al protagonista son luces de móvil y afiches publicitarios, y el narrador podría ser no solo quien ve, sino personaje del cuadro.
Aparte de la celebración amorosa que pauta la obra, el narrador parece salvarse de esa vorágine consumista por la conciencia de haber elegido, como si Muñoz Molina cerrase el círculo abierto en su primer libro, «El Robinson urbano», y nos dijese en éste que se ha hecho escritor para detener un momento la caminata y mirar.