ENTREVISTA

Amancio Prada: «Creo, como Machado, que las coplas lo son cuando las canta el pueblo»

Amancio Prada celebra cincuenta años en la música. Tras «Cavalo morto», su último disco sobre poemas de Juan Carlos Mestre, vive embarcado en la grabación de un nuevo trabajo dedicado a las «Rimas» de Bécquer que presentará en Sevilla

Amancio Prada durante un reciente recital en Córdoba ROLDAN SERRANO

Álvaro Alonso

Amancio Prada (Dehesas, León, 1943) está en Urueña, ayer andaba atareado con el agua del pozo. «Llevamos cuatro años de sequía». Tiene 71 años y está en plenitud de facultades. Me pregunto si es que se ha cuidado mucho. «Digamos que no me he descuidado -responde-. O me he cuidado descuidadamente. Dicen que el trabajo es la salud».

Le quería preguntar por Chicho Sánchez Ferlosio y su disco de 2005, «Hasta otro día, Chicho». ¿Cómo se entabla su relación y qué recuerdo tiene de él?

Fue Agustín García Calvo quien me habló por primera vez de Chicho, allá en París, a principios de los 70. Empezaba a rondarme la idea de ponerle música a algunos de los poemas de Agustín. Y me preguntó si conocía las canciones de Chicho. Yo no tenía ni idea, la verdad. Pero me dio una cinta, que todavía conservo, yo que no he tenido un magnetofón en mi vida. A Chicho lo conocí dos o tres años después, en la casa de nuestra querida amiga común Carmen Martín Gaite. Carmen era cuñada suya, gran admiradora de Chicho, y cantábamos sus canciones que tienen ese tono, esa gracia popular tan difícil de lograr, y así lo recibimos cantando por el pasillo en aquella casa de Doctor Esquerdo, 43: «Por el camino viene, la libertad, con un soldado delante y otro detrás». Y ahí se inició una larga y fecunda fiel amistad, hasta su muerte.

Decide ir a París porque gana un concurso.

Yo estaba estudiando en Valladolid y el último año hice unas prácticas en Nancy, en el norte, en julio del 68, y me pasé por París. Me fascinó. Y en vez de ponerme a trabajar decidí matricularme en la Sorbona. Aquel verano me enteré de un concurso en Alar del Rey. Camino de la universidad para recoger el título me paré delante de un escaparate de música y vi una guitarra dorada, inalcanzable, porque valía 10.000 pesetas. Entonces, en vez de ir para Ponferrada, cogí un tren para Alar del Rey. Y canté una canción que acababa de componer sobre versos de Rosalía , «Para A Habana», de la inmigración de los gallegos a Cuba, y resulta que me dieron el primer premio. Un medallón de oro, una galleta con una espiga preciosa, la verdad, me la entregó la reina de las fiestas, yo estaba tan emocionado que no me fijé que además había un sobre que me metí en el bolsillo. Al rato me encontré con el sobre, lo abrí y había 10.000 pesetas. Así que me fui a por aquella guitarra que me abrió aquel primer otoño de París.

«Rosalía de Castro ha resultado un filón. Y San Juan de la Cruz, y Bécquer...»

En 1972 se sube al escenario del teatro Bobinó abriendo el concierto de George Brassens durante tres semanas.

Bueno, en aquellos tiempos había bodegas de poesía y «casas de jóvenes y de la cultura» gracias a aquel ministro de Cultura que tuvo Francia, André Malraux. Estuve tres semanas con Brassens y luego con Juliette Gréco, y sí, fue todo así, como sin querer. Tenía la sensación de que estaba siguiendo el camino que había soñado desde que era niño en mi pueblo. Y grabé mi primer disco, Vida e Morte , en el 74. Tuve ocasión de ver muchos cantores como Brassens, Ferré, Brel. Pero las raíces de mi poesía y de mi canto sentí que estaban fuera, que estaban en España. Y, al cabo de cinco años, «lo que dura un amor eterno», me volví a España.

Ya en el primer disco hay dos canciones de Rosalía y justo después le dedica un disco entero.

Rosalía sí, ha sido la inspiración de mis primeras canciones. Y ha resultado un filón, porque luego más adelante publiqué hasta dieciocho canciones en Resonancias de Rosalía e incluso tengo otra que está inédita. La mayoría de mis discos son monográficos. Ahora estoy terminando de grabar un álbum dedicado a Gustavo Adolfo Bécquer. También casi sin querer. De pronto recordé una de las primeras canciones que hice cuando estudiaba piano, que era de Bécquer. Y estaba ahí, en el fondo de mi amor oscuro. Estamos mezclando ahora las canciones en Urueña con Luis Delgado, que es un músico cómplice, y con la aportación de la violonchelista Amarilis Dueñas. Y va a ir así, guitarra, voz y violonchelo.

Un concierto de Amancio Prada en la década de 1970

Hay una reivindicación del folclore gallego en «Carabel de Carabels», donde habla de una degradación de la industria cultural que parece irreversible.

Sobre todo, en el folclore. El pueblo no canta para que le escuchen, canta mientras trabaja, canta cuando va por el campo solo y así nació la canción popular y así la recogió afortunadamente el profesor García Matos, en su Antología del folclore español . Eso es una maravilla, porque cuenta la historia de cuando todavía los protagonistas eran verdaderos. Entonces, Carabels son las canciones que recordaba de mi infancia, más las que recordaba Carmen Martín Gaite, Calila para los amigos, y un sabio republicano que conocí en Segovia, un vagabundo, Teófilo Caamaño, que tenía una gran memoria y cantaba muy bien. Luego, en el 89 grabé las coplas De mar e terra , que es como la segunda parte. Machado lo decía, «las coplas lo son cuando las canta el pueblo y se ha perdido el nombre del autor».

Descubre el Lorca tardío, el de los «Sonetos del amor oscuro», en ABC.

Ocurrió que María Zambrano volvió de su exilio en Ginebra. Un día, fui a su casa porque le había prometido ir a cantar el Cántico. Y allí, en su casa, donde el humo era blanco, su cabellera era blanca, fumando ella en aquel sofá, preguntándome «¿cómo no has muerto después de cantar el Cántico ?», me dice: «¿Y qué vas a componer después de esto?». «Pues no sé, la verdad», le respondí. «Busco algo que me haga emprender el vuelo, pero no lo encuentro». Y, entre el humo de esos largos cigarrillos suyos, me dijo: «Pues lo encontrarás, porque veo sobre tu cabeza una paloma». Yo no sabía dónde meterme. Y en el silencio que se creó entre los presentes, dijo: «O tal vez son dos». El caso es que descubrí al poco tiempo, en el suplemento cultural de ABC, estos sonetos del amor oscuro de Lorca recién recuperados. Y me pareció la poesía más entrañable. Y, sí, necesitaba cantar esos poemas. Y los estrené en el Teatro María Guerrero. Pero ahí no acabó la cosa, porque luego le puse música a los otros cinco poemas gallegos que faltaban. El mejor regalo que el mejor poeta del siglo XX le podía hacer a Galicia.

La historia del «Cántico espiritual» comienza en París en el 70 e incluso da un recital retransmitido por Radio France.

Sí, pero fue en 1973 cuando hicimos la primera versión completa, en Segovia, una ciudad que me enamoró. Los versos de San Juan de la Cruz son palpables bajo su luz. Y en la iglesia de San Juan de los Caballeros estrené en el 77 el Cántico . Y, luego, ha tenido muchas lecturas, en cuarteto y con la Orquesta y Coro de Radiotelevisión Española, dirigido por Fernando Velázquez con mucho acierto.

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