LIBROS
Álvaro Cunqueiro, príncipe de la imaginación melancólica
Autor polifacético donde los haya, la obra de Cunqueiro va de la poesía a la narrativa, sin olvidar el teatro o la crítica gastronómica. Un reciente volumen recopila toda su labor periodística
Para Cunqueiro , Fray Antonio de Guevara (1480-1545), era uno de sus mayores referentes. Se vanagloriaba de que lo hubiera citado Montaigne como una de las lecturas favoritas de su padre. Tanto es así que, en el retrato que le hace al obispo de Mondoñedo en su artículo titulado «Mi obispo Guevara», yo encuentro un gran autorretrato: «… uno de los más sabrosos escritores de las letras castellana, gran imaginativo, que sobrándole a él mismo pareceres y sentencias, los ponía en la boca de filósofos y sabios antiguos, reyes y tiranos, y no bastándole la nómina grecolatina, aún inventó reyes que no hubo, sabios que nadie conoció y sucesos de los que no hay noticia en las historias…».
Américo Castro justificó esta «desfachatez» (la palabra es mía), en que Guevara se burlaba de los humanistas de su tiempo y de las ingentes citas que hacían de las antiguas letras. ¿De ahí que no le gustara en demasía a Montaigne, uno de los más grandes citadores de la historia? Para Guevara el inventar las citas era crearse un prestigio que él solo podía tener. Todos quedaban desarbolados ante semejante «erudición» inventada.
Camino hacia la barbarie
En este sentido fue un gran precursor de la literatura universal contemporánea. Y así, entre nosotros, Cunqueiro y Borges , seguidores excepcionales. Y si este era un artículo del año 1975, en otro más antiguo fechado en el año 1957, dedicado al trovador ferrolano Fernando de Esquío «autor de una de las nueve canciones más hermosas de la lengua gallega», escribía algo tan actual como lo siguiente: «Las señales más notorias de este siglo son las que indican que caminamos a largas zancadas hacia una época de analfabetismo y de barbarie, de menosprecio de la inteligencia y del espíritu ». Y Cunqueiro se refiere a Adorno, quien se entristecía por el rechazo de la herencia, es decir, del desprecio hacia la tradición cultural acumulada a lo largo de los siglos. Volviendo a Esquío, aquellos versos decían: «Vaiamos irmana, vaiamos dormir/nas ribas do lago, ú eu andar vi/a las aves, meu amigo». Es decir, con el arco o la ballesta en las manos, a las aves que cantan no se las puede herir. Por supuesto canto de enamorado.
En otro artículo titulado «La necesidad de lo maravilloso», Cunqueiro ensalza lo irracional, lo fantástico, lo inverosímil , la capacidad que tiene cada individuo de crear y recrear mundos más allá de nuestras vidas cotidianas. «Que para una buena economía del alma le son necesarias a esta unas ciertas dosis de azar y de prodigio, nadie lo duda. Burckhard ha recordado que Mahoma, que quería apartar a los musulmanes de los juegos de azar, sugirió como sustitutivos de estos la búsqueda de tesoros ocultos ». Cunqueiro también creía en el poder curativo de la naturaleza y en esas «Extrañas protecciones antiguas que viven en el mundo, pasando de civilización a civilización, bañadas de una poderosa eternidad».
Cunqueiro afirma que la historia de un pueblo es la más imaginativa que se pueda soñar
En el apartado dedicado a la poesía y los poetas, encontramos las preferencias de Cunqueiro que, ante todo y sobre todo f ue un magnífico poeta en ambas lenguas y tanto en verso como en prosa. A la poesía en gallego le presta mucha atención: a las Cantigas galaico-portuguesas; a Alfonso X; a Martin Codax, a quien compara con el poeta vanguardista Manuel Antonio, autor de un libro de poemas excepcional, De catro a catro; a Esquío; a Pondal y el cancionero céltico irlandés; a Pimentel de quien confiesa tristemente haberse ocupado poco; Cabanillas; o Castelao a quien conoció en Mondoñedo , a comienzos de los primeros días del año 1936, viendo en la catedral las pinturas murales de la degollación de los inocentes.
Al referirse a Pondal habla del celtismo como algo mítico, referencial y cuasimetafísico. Y aunque la historia y la ciencia no respaldaran aquel afán céltico de Pondal, Cunqueiro afirma que la historia de un pueblo es obra de imaginación, la más imaginativa y fantástica obra que se puede soñar y escribir. El celta de Pondal era un vagabundo melancólico, solitario, un mercenario de la tristeza. La tristeza de Eluard ya estaba en Follas Novas . Rosalía no solo cargaba con la suya, sino con la de todo el pueblo gallego. Y sin embargo, comenta Cunqueiro, siempre se sintió una extraña en él. Rosalía vivió en medio de una tristeza desesperanzada, exasperada por el dolor . Terror a las sombras y a lo oscuro, impaciente ante la angustia y desesperanzada de Dios.
En este sentido Cunqueiro la cree muy cerca del ateísmo y la incredulidad. «O fondo sin fondo do meu pensamento» o «Teño medo dunha cousa/que vive e que non se ve». Para Cunqueiro, Rosalía renunció a toda compañía y a toda salvación . Cunqueiro agrupa equivocadamente (pero no por conocimiento, sino por capricho) a las vanguardias bajo el paraguas del surrealismo. Montes y Manuel Antonio fueron ultraístas o vanguardistas, pero nunca surrealistas. Además Montes había sido uno de los inventores del ultraísmo como Bouza Brey lo fue del neotrovadorismo junto con el propio Cunqueiro.
Unamuno y otros
Cunqueiro tenía una gran admiración por la poesía francesa e inglesa. De los primeros: Villon, Hugo, Toulet, Mallarme, Valery, Eluard, Jacob. De los segundos: Shakespeare, Donne, Eliot, Auden, Dylan Thomas, Pound , o Yeats. Góngora y Juan Ramón son sus preferencias españolas . Vaticina el Nobel para J.R.J., como así fue pocos días después, y da los nombres de Unamuno, Ortega, Valle, Baroja, Pelayo, Pidal o Machado como merecedores del mismo. Paz y Gimferrer ocupan también su interés.
Otro apartado de este libro está dedicado a los viajes por Galicia . Un tercero titulado «Retratos y paisajes» habla de Dickens, Caillois, Quevedo en Venecia, Cervantes en Barcelona, Hamlet en Elsinor, Pepys y su Diario, Hamsun, Queiroz, Beckett o Dinisen de quien dice, cuando nadie antes lo había dicho en nuestro país, que escribió dos de los mejores libros del siglo XX: Siete cuentos góticos y Granja africana . De entre los autores españoles tiene especial predilección por Unamuno. El artículo se lo dedica con motivo de su muerte en el año 1937, en la revista Era azul . Es decir, en plena guerra civil. « Ha sido como manda Dios, hombre en polémica ». Unamuno en euskera significa «monte gamonal», y eso le vale a Cunqueiro que, por aquellos tiempos, estaba cercano a la Falange, para decir del autor Del sentimiento trágico de la vida «colina de gamonas sobre la piel de buey de nuestra patria en sangre».
Critica el injusto rechazo de grandes escritoras en la Academia, como la Pardo Bazán
Otro artículo se lo dedica a Wenceslao Fernández Flórez y a El bosque animado. El paisaje del alma, el fracaso de los sueños. Y de los artículos más emotivos el escrito en la muerte de Sánchez Mazas . La literatura en catalán también ocupa un espacio importante. Su amigo Pla , para quien pide el Premio Nobel, a los que cree también merecedores: Espríu, Quart o Foix. La defensa de las escritoras para que entren en la Academia Gallega y Española es encendida. ¿Cómo no va a haber mujeres en la Gallega siendo Rosalía nuestra mayor escritora? se pregunta. Y también critica el rechazo de grandes escritoras en la Española como, por ejemplo, la Pardo Bazán.
Artes adivinatorias
Otros apartados están dedicados a la gastronomía (fue uno de los grandes precursores del reconocimiento del arte culinario); a la cartomancia y otras artes adivinatorias; a las curaciones extraordinarias y mágicas; y a un futuro diccionario de ángeles. De entre los veinte mil artículos que se calcula escribió, con su propio nombre o seudónimos, se reúnen aquí unos doscientos. Esto se lo debemos al esfuerzo y a la l abor encomiable realizada por Miguel González Somovilla. En estos tiempos de penuria y desolación, quienes quieran recuperar la ilusión y la esperanza en la existencia, deben leer este libro inusual.