LIBROS

«Almáciga», la memoria de la Tierra

María Sánchez pisó el territorio literario de la España «vaciada» como pionera. Ahora prosigue el camino

María Sánchez es veterinaria de campo

Eva Cosculluela

Algo muere definitivamente cuando deja de nombrarse. Que una palabra se pierda porque ha dejado de usarse significa que hemos borrado lo nombrado del pensamiento, que ya no necesita un término que lo designe porque nadie lo nombrará más. Por eso, esa pérdida supone mucho más que un mero empobrecimiento léxico: es un hueco que se abre al vacío, un objeto que desaparece, una costumbre o un oficio que ya no se desempeñarán más, una acción que jamás volverá a suceder. Una forma de vida que ya no estará . Para que estas palabras no se pierdan, para cuidarlas y protegerlas, para ayudarnos a no perder la memoria, ha nacido esta Almáciga . María Sánchez (Córdoba, 1989) es veterinaria de campo y trabaja con razas autóctonas en peligro de extinción.

También es poeta. Las dos cosas se notan en este texto que es continuación natural de sus dos libros anteriores , el deslumbrante poemario Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2018) y el ensayo Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019). En los dos, la autora reivindica la memoria de la tierra, el conocimiento acumulado durante siglos por las gentes que la han trabajado, la importancia de los oficios del campo, de la observación de los ciclos de la naturaleza , y alerta del peligro que supone que no haya una transmisión de estos saberes y acaben por perderse

Abrir la mirada

Una almáciga es un lugar donde se plantan las semillas para que germinen y, una vez que hayan brotado, puedan ser trasladadas a su lugar definitivo. Un lugar donde cuidar y preocuparse, donde observar con atención. Así, en este lazareto María Sánchez recoge palabras de toda la geografía española que tienen que ver con la tierra y sus oficios, con los animales, con el medio rural. Porque esta es otra de las reivindicaciones del libro: María Sánchez pide al lector que abra la mirada, que cuando piense en cultura no necesite ponerle un apellido como «urbana» o «rural» y que recuerde que también de la tierra nace patrimonio, acervo y riqueza. Las palabras que alberga este lazareto son seres vivos, que se agarran a quienes aún las pronuncian para transportarse y arraigar lejos, que crean vínculos con lo antiguo para germinar en nuevos espacios, en nuevos tiempos.

Algunas son palabras huérfanas, nos dice Sánchez, que se han ido perdiendo a medida que los pueblos quedaban desiertos y necesitan una mano que las ayude a crecer de nuevo ; otras son palabras semilla que brotan si reciben cuidados y resisten para no extinguirse. Almáciga es un libro-diccionario b ellamente ilustrado por Cristina Jiménez que alberga las palabras que la autora recoge con mimo. Es un proyecto vivo que tiene la voluntad de recoger voces y acentos, variaciones y registros. Un libro hermoso que vuelve a la raíz, una celebración del origen que reivindica con la herencia.

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