MÚSICA

«Alcina» y las malas artes de Haendel llegan al Teatro Real

El personaje de la hechicera Alcina, surgido del fantástico mundo del «Orlando furioso» de Ariosto, inspiró a Haendel una de mejores óperas. Este título llega ahora al Teatro Real

Una escena del montaje de «Alcina» en el Teatro Real FRÉDÉRIC DESMESURE

STEFANO RUSSOMANNO

Cuarenta y seis cantos por un total de 38.736 versos; diez años de gestación y quince de «revisión». El « Orlando furioso », de Ariosto , no es sólo el mayor poema épico en lengua italiana : es una vertiginosa construcción de la fantasía en la que el lector está invitado a perderse. En primer lugar, Ariosto no escribe para ser leído, sino para ser escuchado. Sus versos fluyen como el agua, arrastran el oído con el gancho de una musicalidad que es fruto de una esmeradísima elaboración, aunque suene natural y espontánea.

Sumergirse en la narración poética del «Furioso» produce una sensación extraña, porque el libro no tiene un verdadero centro, es una inmensa periferia . Por supuesto que hay un argumento principal (la locura del protagonista) pero este queda sepultado por un sinfín de episodios y personajes secundarios que se entrelazan y se superponen hasta el punto de generar un efecto de desubicación. Uno termina por no tener la menor idea de en qué punto del libro se encuentra . El poema es una representación del mundo: armonioso dentro de sus propios confines, inabarcable más allá de su horizonte visible.

Ritmo y ligereza

La materia del «Furioso» posee un tono hiperbólico e incorpóreo: es un carrusel de imágenes que se suceden y se persiguen las unas a las otras cuasi desmaterializadas. Ariosto pertenece a una época que ha dejado de creer en los ideales de la caballería . Por ello, establece con la tradición del poema épico una relación lúdica: la contempla con altiva ironía, juega con sus códigos y estructuras. La emoción ya no está en los contenidos, sino en el ritmo y en la ligereza que les confiere el estilo del autor.

La sobriedad del aria «Verdi Prati» disgustó a Giovanni Carestini, el «castrato» para el que Haendel escribió el papel de Ruggiero

Durante los siglos XVII y XVIII, el «Furioso» alimentó el manantial del melodrama. La atención estaba puesta en la multitud de historias y personajes que encierra el poema, que libretistas y músicos reelaboraban con extrema libertad de acuerdo con las convenciones del género. Haendel acudió a Ariosto en tres ocasiones: en «Orlando», «Ariodante» y «Alcina». Que estos tres títulos formen parte de sus mayores logros operísticos demuestra que el «Furioso» daba alas a su inspiración .

«Alcina» fue uno de los mayores éxitos en la carrera de Haendel. El triunfo le permitió desbaratar temporalmente la competencia de la Ópera de la Nobleza, que contaba con la baza de Farinelli (es decir, el mayor cantante de todos los tiempos). Haendel respondió al desafío trasladándose al Covent Garden y ofreciendo puestas en escena más espectaculares. «Alcina» contó con los ballets de la francesa Marie Sallé y con un reparto vocal de campanillas. El papel de la maga protagonista corría a cargo de la «prima donna» Anna Maria Strada , el de Ruggiero estaba encomendado al «castrato» Giovanni Carestini , mientras que para Bradamante se había escriturado a Anna Caterina Negri .

Fusilar ideas ajenas

Es posible que, salvo «Giulio Cesare», nunca haya escrito Haendel una ópera de un nivel cualitativo tan alto y homogéneo . Esto a pesar de que, como es su costumbre, el compositor recicla piezas escritas años antes y no duda en fusilar ideas de otros músicos ( Telemann, Keiser, Bononcini ). Los recitativos -punto débil de la ópera barroca de tradición italiana- nunca han estado tan bien cuidados como aquí, y alcanzan cotas dramáticas desconocidas. Los papeles secundarios gozan de arias espléndidas , como «Credete al mio dolore», donde la voz de Morgana dialoga con el violonchelo, o «Un momento di contento», que ofrece lucimiento a la cuerda de tenor, habitualmente maltratada por los operistas de la época (lejos están todavía los tiempos de la ópera romántica).

Los tres protagonistas cuentan con episodios sublimes. Por encima de todos, cabe recordar la maravillosa «Verdi prati», cuya sobriedad disgustó a Carestini. Cuenta la leyenda que al principio el castrato se negó a cantarla y Haendel tuvo que obligarle por las malas . Torear los caprichos de los divos era entonces más complicado que resistir los hechizos de Alcina.

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