ARTE y CINE
Albert Serra: «Lo que interesa es lo que imaginas, no lo que ves. Todos vemos el mismo mundo»
Es uno de nuestros jóvenes cineastas (¿o artista?) más prometedores y laureados. Una ambigüedad que ahora llega al Museo Reina Sofía y la Fundación Tàpies
Para Albert Serra (Banyoles, 1975), la narratividad en el audiovisual está sobrevalorada. Él prefiere «crear atmósferas». Por eso su trabajo se lleva bien con festivales de cine y salas de arte. Y por eso entra ahora en el Museo Reina Sofía (donde se proyecta «Personalien») y la Fundación Tàpies (espacio al que llega «Roi Soleil»), sus dos proyectos más recientes.
No sé si su cabeza está compartimentada o procede de igual manera independientemente del contexto.
No se trabaja igual, porque las obras para el mundo del arte no tienen una necesidad de narratividad o dimensión dramática como la que requiere el cine, a veces opresiva. La metodología de rodaje quizás también es más tranquila, lo que permite focalizar en aspectos de la imagen a los que no puedes dedicar tanto tiempo en una película convencional. Pero yo siempre intento que se mantenga cierta inocencia, cierta fe en unas imágenes nada especulativas, en las que el cuerpo y su representación están muy presentes.
¿Y se trabaja igual para uno y otro ámbito?
Los presupuestos son muy diferentes. Eso, en mi caso, condiciona mucho. Pero también te diré que, a menos presupuesto, se piensa con mayor libertad. El que encarga en arte lo que quiere al final es verse sorprendido o desafiado por el artista. En el cine, productor y espectador lo que desean es verse confirmados en sus expectativas. El conservadurismo estético es considerablemente mayor: hay mucho dinero en juego. Pero hoy, en el arte, por esnobismo, es más importante el dispositivo que lo que se cuenta.
«Soy cinéfilo, pero cuando empecé a trabajar parecía que la condición necesaria era perder el respeto a la tradición del cine. Yo no solo lo perdí, sino que lo olvidé»
Se da la ciscunstancia de que ambos proyectos, el del Reina Sofía y el de la Tàpies, son precuelas: «Personalien», de una obra de teatro, y «Roi Soleil» de «La muerte de Luis XIV». ¿Casualidad o su forma habitual de proceder?
Casualidad. Pero también reflejo del signo de los tiempos. Proyectos que acaban abortando en un ámbito y se transforman en otra cosa en otro. Antes hacías algo que tenía éxito y casi tenías garantizado el siguiente proyecto. Pero, sin medios, volvemos como a los orígenes y nos sentimos «pioneros».
Lo que parece marca de la casa es el empleo de personajes históricos o literarios, el Marqués de Sade o El Rey Sol, aquí.
¡Es que son tan aburridos el mundo burgués y sus imágenes! Pero también he abordado lo contemporáneo, como en la Bienal de Venecia de 2015. Hoy estamos plagados de imágenes, internet, las redes, tanto «yo, yo, yo»... Salir de este egocentrismo vacío está más que justificado. Es una enfermedad, así lo definió Karl Lagerfeld . A lo que se suma que lo que la gente hace tampoco es interesante. Son pocos los que tienen el privilegio de crear cosas interesantes: lo que interesa es lo que imaginas, no lo que ves. Lo que ves es el mismo mundo para todos.
Pero ha declarado que su misión es hacer imágenes del presente. ¿Por qué con historias del pasado?
Porque no impiden hacerlo. Lo importante son las atmósferas a las que dan pie, en mi caso, muy enrarecidas. Problemáticas como el abuso de poder, de explotación del cuerpo, la confrontación de clases son muy actuales y ya estaban en esas aparentemente rococó o barrocas. Partamos de la base que no me gusta ser provocativo, algo que hoy ha perdido todo el sentido. La evolución del cine hace que las imágenes ya no están para retratar una ficción sino para ponerla en duda.
Es muy crítico con las posibilidades que el cine perdió con el digital. ¿A qué se refiere?
El digital comenzó como algo liberador, y hoy sus cámaras adolecen de todo lo malo que tenían las de 35 mm.: Son grandes, pesadas, emplean las mismas ópticas... Quizás la única diferencia es que graban algo más de tiempo. Hoy se rueda exactamente igual que hace décadas. Lo único que ha cambiado es el montaje digital. Los nuevos programas permiten combinatorias infinitas. Pero como la gente suele rodar de forma convencional, tampoco le sacan mucho partido.
“Personalien” es un canto al deseo ahora que se impone lo políticamente correcto. ¿Cómo sortea todo esto o no esta instalación?
Lo que reproduce esa pieza es un área de cruising, pero en el siglo XVIII, que pretende tener un paralelismo con el libertinaje de esa centuria, y donde lo que me interesa subrayar es cómo en estos escenarios todo se nivela. Allí no hay ni ricos ni pobres, ni guapos ni feos, ni hombres ni mujeres... Todo se nivela para experimentar el deseo en estado puro y como pulsión, desprendiéndose uno mismo del propio yo al abandonarse. Eso tiene algo de utópico. Sin duda, también un lado más oscuro va haciendo acto de presencia: de manipulación, de explotación de cuerpos, las fronteras difusas entre el aprovechamiento y la generosidad del deseo que se oferta, el egoismo asociado al placer... Alguien me comparó l«as escenas de la película con los «Desastres» de Goya. Yo creo que estos son los desastres del deseo. Y somos y seremos unos eternamente insatisfechos. Por definición, el deseo, al satisfacerlo ya está pendiente de querer otra cosa.
«Antes hacías algo que tenía éxito y casi tenías garantizado el siguiente proyecto. Pero, sin medios, volvemos como a los orígenes y nos sentimos “pioneros”»
En «Roi Soleil» toca otr buen tabú: el de la muerte.
Me gusta porque se enfoca desde su banalidad. Siempre se asocia a cuestiones más espirituales o trascendentales. Pero somos tantos los que morimos a diario que tendría que ser algo mucho más cotidiano. Aquí se muestra la muerte de un poderoso en toda su miseria.
Ha afirmado que todas sus películas son «performances». Eso es toda una declaración de intenciones.
Lo mío es una lucha lúdica. Pero es que me aburría grabando una y otra vez la misma escena. Por eso, gracias al digital, decidí no hacerlo más. Eso hace que cada instante sea único. Ruedo con tres cámaras, pero lo que no pillo, se pierde. Hay en eso cierta fatalidad que entronca con el cine primitivo.
¿Se arrepiente de haber dicho que le interesa más la Historia del Arte que la del Cine?
¿Por qué? De todas formas, la Historia del cine forma parte de la del arte. No me arrepiento porque son mis influencias. Soy cinéfilo, pero cuando empecé a trabajar parecía que la condición necesaria era perder el respeto a la tradición del cine. Yo no solo lo perdí, sino que lo olvidé. Soy licenciado en Filología Hispánica y en Literatura Comparada. Por eso, para mí, la literatura, la música, son ámbitos más importantes. También la vida misma.
Le fascina la cámara, a la que considera más poderosa que el ojo humano.
No se altera por los sonidos, no imagina cosas, no tiene opiniones... Su capacidad incisiva es superior, frente a la inconstancia del ojo humano. Es absurdo no aprovecharse de esto o interponer cuestiones que reduzcan este potencial, tus ideas estúpidas de una puesta en escena.