LIBROS
«Las aguas del fantasma», farsa sin cargar las tintas de Eduardo Chamorro
A los diez años de la muerte de Eduardo Chamorro se publica su novela póstuma, una inteligente narración donde se relatan los avatares de un grupo de jubilados en un astillero abandonado
«Las aguas del fantasma» es el título de la novela póstuma de Eduardo Chamorro (Madrid, 1946-2009), una narración que aparece a los diez años de la muerte de su autor y que, al contrario que muchas publicadas como último legado, representa en cierta manera la culminación de su trayectoria novelística por la combinación feliz de dos de sus más preciadas características: el sarcasmo, el humor inveterado, fino, algo expresionista pero alejado de la tradición española de un Quevedo, y su querencia -al fin y al cabo era licenciado en Filología Inglesa- hacia lo mejor de la literatura británica del género.
Amén de ciertas disertaciones presentes en el libro que son reflejo de su otra labor, más silenciosa, de ensayista , género que cultivó en facetas amplias y siempre con acierto en obras como «Juan Benet y el aliento del espíritu sobre las aguas», un hermoso trabajo sobre el que fue su amigo; «Victoria de Inglaterra: la reina enamorada»; «Yo, Conde Duque de Olivares: el arte de lo imposible»; «Córdoba de los Omeyas» o «Felipe IV», donde combinaba el rigor histórico con una buena prosa literaria y una mirada didáctica propia del buen periodista que era.
Querencia gallega
Si dejamos a un lado su producción de asuntos político s -«Felipe González, un hombre a la espera»; «Viaje al centro de la UCD»; «Enrique Tierno Galván, el alcalde», obras que, pese a su escasa durabilidad por estar apegadas a la realidad política del momento, poseen cierta categoría de análisis de nula tradición entre nosotros- es en su novelística donde las obsesiones más acendradas de su autor adquieren pleno derecho. Me referí antes a la faceta de degustador de la farsa que poseía en grado sumo Eduardo Chamorro, lo que es cierto e impregna toda su obra, pero esa tendencia estaba más cerca del lado de un Jonathan Swift que del de un Quevedo, de un Saki, de un Jardiel Poncela. La querencia gallega del autor le llevó a gustar de la obra de Cunqueiro , de Torrente Ballester, del Camilo José Cela de «Madera de boj», la parte más fantasiosa del autor de «La colmena» y menos quevedesca, es decir, de una literatura española periférica y muy alejada del canon oficial de nuestra esencia más cercana al esperpento. Esa disposición literaria empapa «Las aguas del fantasma», una historia de «sangre» gallega (el autor pasaba largas temporadas en su casa de O Grove, Pontevedra).
Espíritu cervantino
En la narración se nos cuentan los avatares de un grupo un tanto friki de jubilados en las dependencias de un astillero abandonado, que recuerda la intensa metáfora contenida en otra historia de Juan Carlos Onetti . Hay en esta novela reminiscencias, disposiciones, querencias, de obras suyas como «Guantes de segunda mano», «Súbditos de la noche» o «Un lazo de terciopelo». Como expliqué antes, esa fijación por la farsa que le hizo observar sobremanera los «shows» televisivos, tema de su primera novela, «A flor de piel». Es decir, la farsa que toma las maneras del sarcasmo y nunca deriva hacia el esperpento, hacia un cargar las tintas que, como sabía Chamorro que conocía bien a Cervantes, termina por matar todo atisbo de redención humana.
De ahí ese espíritu cervantino que reivindica Chamorro de la mano de la tradición inglesa : tanto es así, que en «Las aguas del fantasma» el autor se sirve de notas a pie de página de autores predominantemente británicos, como colofón a una novela cuya trama, en principio, no admitiría digresiones de este tipo. Pero hay más detalle: por ejemplo, el gusto por las listas, desde Homero a James Joyce y Georges Perec, que Chamorro incluye en la novela al igual que cita a actrices de Hollywood a tutiplén .
Además hay maravillosas discusiones de teoría literaria, como la que se incluye cuando Xan Dasmareas le ofrece al narrador una obra en la que se trata del misterio de «Hamlet», y que es, en realidad, el desvelamiento de la novela misma. Y todo ello a través de una cita de Vladimir Nabokov donde habla de cómo narrar al fantasma. En definitiva, una novela deliciosamente inteligente.