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Los aforismos de Guicciardini para días oscuros

Cumbre de la cultura florentina renacentista, Guicciardini da una lección de sentido común y trasfondo ético

Francesco Guicciardini
Luis Alberto de Cuenca

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Del gran humanista e historiador Francesco Guicciardini (1483-1540) existen, que yo recuerde, traducciones al español de su Historia de Florencia y de su Diálogo sobre el gobierno de Florencia . Pero no existía, que yo sepa, una recopilación de los aforismos o pensamientos que escribió bajo el título de Ricordi en dos redacciones: una de 1528, y otra de 1530. La Florencia de los siglos XV y XVI produjo tanto talento, generó tanta excelencia, que solo podría parangonarse con el que atesoraron ciudades como Atenas y Roma en la Antigüedad, o París y Londres en la Edad Moderna. Una de las cumbres de la cultura florentina fue Guicciardini, al nivel de otros nombres tan sonoros como Brunelleschi, Lorenzo de Medici, Poliziano, Botticelli o el mismísimo Maquiavelo . Pero, en el campo de la sabiduría práctica, nadie como este autor que ejerció de embajador en la corte de Fernando el Católico (1512-1513).

Los consejos que dirige Guicciardini a sus lectores son un paradigma del sentido común en su faceta más cumplida. De ahí que en estos tiempos que vivimos, tan desprovistos de la sensatez y cordura que emanan de sus escritos, funcionen a la perfección y nos sirvan con la misma eficacia con que sirvieron a sus contemporáneos. El libro lleva un atinado prólogo de Daniel Gamper que informa sobre los rasgos característicos del autor, que incluyen el pragmatismo, la incredulidad, el escepticismo, la ironía, el estilo conversacional… Todo lo cual, debidamente mezclado, desemboca en unos textos inolvidables, pues su mensaje se queda a vivir en nuestro espíritu y se erige en compañero fiel de nuestra visión del mundo, enriquecida por sus reflexiones.

Máximas y reflexiones... F. Guicciardini. Alfabeto, 2020. 144 páginas. 15 euros

Suya es la primera incursión conceptual en el reino de lo que se ha dado en llamar Realpolitik y que Maquiavelo llevó a sus últimas consecuencias. En Guicciardini, sin embargo, hay un trasfondo ético en todas las acciones y reacciones humanas que no se da en el autor de El príncipe , cuya carencia de escrúpulos es pública y notoria. En el terreno del gobierno de la República, Guicciardini es partidario de que sean pocos y buenos los que gobiernen, y que las mayorías populares no manejen las riendas del poder. Es la democracia elitista del «todo para el pueblo pero sin el pueblo», que luego, a partir de la Ilustración, tendrá tanta relevancia en Europa. Sin que ello quiera decir que haya que desestimar el bienestar de los ciudadanos de la República, sino todo lo contrario: debe buscarse desde el gobierno una libertad «servidora de la justicia» cuyo objetivo sea «evitar que un hombre sea oprimido por otro» (redacción de 1528). Dentro del mismo parágrafo, el 143, la libertad ha de subordinarse a la justicia, de tal manera que, «si pudiéramos asegurar que en el gobierno de uno o de unos pocos reinará la justicia, no tendríamos motivos para echar de menos la libertad».

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