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Tahar Ben Jelloun: «No entiendo cómo un joven pasa de Occidente a la yihad»

«No es posible guardar silencio cuando ocurren muchas cosas terribles en el mundo», afirma Tahar Ben Jelloun. Por eso el escritor francófono más traducido en el mundo ha decidido plantarle cara al yihadismo desde «El Islam que da miedo»

Tahar Ben Jelloun: «No entiendo cómo un joven pasa de Occidente a la yihad» abc

laura revuelta

Cuando indagas en la biografía de Tahar Ben Jelloun (Fez, Marruecos, 1944) descubres una coincidencia curiosa –casi astral o dicho de otra manera: muy literaria–. Es un 11 de septiembre (un 11-S) cuando llega a París a vivir su segunda vida. Deja su Marruecos natal en busca de mayor libertad de pensamiento, obra y opinión. Antes ha pasado por los campos disciplinarios del ejército junto a otros estudiantes y profesores universitarios. Corría 1971. Faltaban muchos años y tenían que pasar muchas cosas para que otro 11-S hiciera saltar todo por los aires y Tahar Ben Jelloun pasara a la ofensiva del intelectual árabe, afrancesado, que no quire perder ni su voz ni su voto en estos años de terrorismo islámico a la vuelta de la esquina de cualquier ciudad, país o persona que ose plantarle cara a la intransigencia religiosa. Es el escritor francófono más traducido del mundo, miembro de la Academia Goncourt desde 2008, ganador del premio que lleva el mismo nombre por su novela La noche sagrada (1987). Esta conversación transcurre en francés y castellano porque Ben Jelloun quiere facilitarme al máximo la comprensión de sus palabras. El afán por hacerse entender y por que reine el sentido común es infinito y, en este sentido, su fe, inquebrantable.

¿Cuándo surge la necesidad de escribir este libro con un título tan contundente, «El Islam que da miedo»? ¿Cuál es la gota que hace rebosar el vaso?

La conmoción de los atentados de Charlie Hebdo ha sido muy importante para todo el mundo, y también para mí, porque había que entender qué pasó , explicar por qué estos jóvenes franceses –pues son franceses, de origen inmigrante– decidieron cometer esos crímenes atroces. Intento entender un poco. Al mismo tiempo, supimos que pasaron temporadas entrenándose en Yemen, en Oriente Próximo. Por tanto, este atentado se cometió en el marco de la yihad. Cada vez que el Islam se utiliza de forma falsa, hay que explicar de nuevo que todo eso que ocurre no tiene absolutamente nada que ver con los valores y las tesis de la religión musulmana –que, por otro lado, se inspira en la religión judeo-cristiana.

¿Cuál es el Islam que no da miedo?

«El fanático tiene una certeza y no acepta el diálogo o la duda»

El Islam nunca ha predicado el crimen, ni el suicidio, y la yihad tampoco consiste en ir a matar a no creyentes o a creyentes de otra religión. El verdadero sentido de la yihad en el Islam es el esfuerzo que debe hacer uno mismo para aceptar la vida y las adversidades de la vida. Pero, al mismo tiempo, hubo yihad en la época del Profeta, en el siglo VII, pero el problema es que esta gente piensa que sigue viviendo en el siglo VII y que nada ha cambiado, que la Historia sigue siendo la misma, lo que es totalmente falso.

En el libro usted utiliza a una niña –su hija– como interlocutora. ¿Es necesaria esta sencillez argumentativa?

Sí, es importante, porque los niños, e incluso los adolescentes, necesitan entender, y, en principio, todavía no tienen prejuicios en su mentalidad. Por tanto, los niños están más dispuestos a entender. Es más difícil cambiar el punto de vista de los adultos. Un adulto que tiene cuarenta años y que es racista será racista hasta que muera. Un niño, no. Un niño, si le explicas las cosas, puede cambiar de actitud y de comprensión.

¿Quién tiene más prejuicios: los países árabes hacia la cultura occidental y Europa, o a la inversa?

Es muy difícil cambiar los prejuicios en cualquier parte, porque los prejuicios tienen una fuerza que se instala en la mentalidad. Es muy difícil cambiar, porque la mayoría de las personas prefieren las explicaciones fáciles y ya sabidas. Les gusta que les expliquen todo fácilmente, por lo que prefieren instalarse en el prejuicio. Sin duda, los prejuicios son un problema añadido para entender lo que ocurre a nuestro alrededor.

A su papel de intelectual árabe afincado en la cultura occidental hay que añadirle un plus de valor considerable. ¿Se considera especialmente valiente?

Yo no he cambiado de valores. Hablar y contestar es una necesidad. No es posible guardar silencio cuando ocurren muchas cosas terribles en el mundo. Es el deber de un hombre. Y el deber de un escritor también es escribir y reaccionar.

¿Cuál es el momento más complejo y comprometido por el que ha pasado? ¿Ha temido por su integridad física, por su vida?

«El Islam nunca ha predicado el crimen, ni el suicidio»

Lo más difícil es hablar con fanáticos. Es imposible hablar, dialogar o cambiar las cosas, porque el fanático tiene una certeza, tiene un pensamiento muy cerrado, y no acepta el diálogo o la duda. Tengo muchas dificultades para conversar con los estudiantes islamistas porque no entienden nada de mis discursos, y tampoco quieren entender, ni cambiar las ideas que mantienen como una verdad absoluta.

¿Le han prohibido impartir clases o dar conferencias en algún país?

Hablo en Marruecos, en países más abiertos al diálogo. No puedo hacerlo en Egipto, en Siria o en Irak. Es muy peligroso hablar en un país en el que hay criminales que matan por menos que por hablar.

¿Y la extrema derecha en Europa? ¿También ha sentido sus efectos?

La diferencia reside en que en Europa existe la costumbre de hablar y dialogar. Hay debates en la televisión, en la radio y en la prensa. Cuando hablo con alguien de la gente de extrema derecha, del Frente Nacional, es muy difícil, casi como con los fanáticos islamistas.

¿Qué opinión le merece la destrucción de monumentos y del patrimonio histórico, como Palmira y yacimientos anteriores? ¿Son atentados contra el pasado?

«La prensa debe tener mucho cuidado de no utilizar dos varas de medir»

Es una barbaridad. Es algo inaceptable e intolerable. No entiendo por qué el mundo islámico y árabe no protesta con más dureza contra esa destrucción de la cultura, del museo de Palmira, de Mosul, de Alepo... La muerte de niños, de hombres y de mujeres, es más importante que esa destrucción, pero, para mí, después del escándalo de la muerte de inocentes, lo más grave es la destrucción de la cultura y del arte, que en mi opinión es un crimen del mismo nivel.

En Egipto se persigue a la minoría copta, cuando hasta hace bien poco había vivido en armonía. Recuerdo que siendo un turista más se podía visitar su barrio en El Cairo... Este es un paso más en la barbarie.

He escrito un artículo sobre la persecución de los cristianos, que es algo gravísimo, porque si el mundo árabe pierde de nuevo una minoría, como antes los hebreos, se empobrece más su nivel cultural y humano. Y los países árabes también deben luchar para garantizar la seguridad de las minorías religiosas. Lo que hace el régimen de Egipto con los coptos es algo inaceptable. Debe protegerlos porque forman parte del pueblo egipcio, de la cultura y de la Historia de este país.

Usted desarrolla gran parte de su trabajo intelectual en la prensa. ¿Considera que el papel de la prensa libre es fundamental en la lucha contra el fanatismo?

Por supuesto. El papel de la prensa es importante, pero el problema es que la prensa debe tener mucho cuidado de no practicar lo que se llama las dos varas de medir.

¿Si se solucionara el problema palestino-israelí, no habría excusa para el terrorismo islámico?

Si se resuelve el problema palestino-israelí, lo que en mi opinión es imposible, todas las tragedias y los dramas que vivimos hoy terminarán. Todo gira en torno a este conflicto.

Remontémonos al atentado de las Torres Gemelas, o de Atocha en Madrid, o a los de Londres, de los que esta semana se cumple una década. ¿Recuerda cuáles fueron sus sentimientos?

«La Primavera Árabe va a progresar cuando se resuelva el terrorismo»

Ante todo, fue un ataque terrible contra el Islam y los musulmanes. ¿Por qué? Porque los que cometen estos atentados son criminales que, además, lograron convertir al árabe y al musulmán en un sospechoso en el mundo entero. Allí donde vaya, alguien con pasaporte árabe es sospechoso de terrorismo. Los musulmanes y los árabes son los que pagan en primer lugar la factura del 11-S y del 11-M en España.

Ha defendido por activa y por pasiva la Primavera Árabe. ¿No cree que, a estas alturas y con acciones terroristas recientes como la de Túnez, ha sido un fracaso, un sueño roto?

La Primavera Árabe no ha terminado. Túnez es el único país árabe que tiene una constitución progresista y fantástica para el derecho a la igualdad de las mujeres en el mundo árabe e islámico. La Primavera continúa, y digamos que las cosas van a progresar cuando se resuelva el terrorismo.

Empezaba hablando del semanario «Charlie Hebdo» y ahora le pregunto por Houellebecq y por su novela «Sumisión», que está en el ojo del huracán.

Primero debo decir que Houellebecq es un escritor que tiene libertad total para escribir lo que quiera sin que yo pueda censurarle. Tiene libertad total para hablar y escribir, pero yo también soy libre de que no me guste lo que él hace. Pienso que su última novela, Sumisión , muestra un particular odio al Islam. Para mí, un novelista debe trabajar sobre los valores importantes de la humanidad, y no dar al gran público argumentos para odiar a una raza humana, a una etnia o a una religión. Él hizo unas declaraciones hace diez años en las que decía que el Islam era la religión más horrible del mundo. Utiliza la palabra francesa conne , «estúpida». Dijo más exactamente que era la más estúpida del mundo.

¿Cree que su planteamiento ha sido oportunista e irresponsable, a tenor de lo que ha pasado?

Es un escritor que hace marketing antes que nada. Es un oportunista. No puedo decir nada más. El escritor tiene la responsabilidad de luchar contra el racismo, el fascismo y el odio. Es mi opinión. Pero tampoco creo que todos los escritores estén de acuerdo conmigo.

¿El supuesto que plantea Houellebecq en su novela, con una Francia bajo un gobierno musulmán, es impensable para usted?

Es imposible. La población musulmana en Francia nunca se va a poner de acuerdo para elegir a una persona, y tampoco los judíos franceses van a elegir a un musulmán como presidente de la República. Es una visión que no se corresponde con la realidad.

Usted, que comparte ambas culturas, europea y árabe, ¿cuáles cree que son las grandes virtudes de una y de otra?

«El nacionalismo es un peligro para la civilización»

La cultura árabe es una cultura que tiene un pasado muy importante, el de los siglos de oro, en los que los árabes tradujeron la filosofía y la poesía del mundo entero e hicieron cosas extraordinarias en el mundo. Pero los países musulmanes de hoy –no se puede culpar a los valores culturales– se preocupan más por el petróleo y el dinero. Hay museos de arte islámico en Catar, y hay un Louvre en Abu Dabi, pero, en general, los valores extraordinarios de la cultura islámica se olvidan. En Occidente, el valor más importante es la democracia, la libertad, los derechos humanos, la igualdad del hombre y la mujer.

Un problema importante en Europa es el nacionalismo. ¿Considera que es otro de los serios peligros para la convivencia en nuestro siglo?

Es una puerta que se cierra. Es un país que se cierra sobre sí mismo. Es como alguien que no quiere dialogar con los demás, que no quiere reconocer a los demás. El nacionalismo es un peligro para la civilización, para el progreso y la humanidad. Tenemos que amar a nuestro país, pero también tenemos que aceptar vivir con los demás y respetarlos.

Hablaba antes de la mujer en la sociedad árabe. ¿La igualdad es posible?

Cambiará todo poco a poco. No hablo de los países del Golfo porque están totalmente cerrados: no quieren modificar la condición de la mujer. Hablo del Magreb, donde hay esperanza: en Túnez, en Marruecos. Allí se implanta poco a poco el Estado de Derecho y eso hace que la condición de la mujer esté cambiando. La condición de la mujer determina el nivel de civilización de un país. Cuando queremos saber si un país es avanzado, tenemos que ver cómo trata a las mujeres.

Entiendo, por lo que me dice, que el Magreb sería una llave o el territorio donde se podría generar el cambio.

Es posible, porque el Magreb está muy cerca de Europa. Hubo una colonización que le da algunas llaves para dialogar y entender a los demás. Pero es más difícil en los países de Oriente Próximo.

¿Qué se le tiene que pasar por la cabeza a un joven nacido y educado en un país occidental para irse a formar como un fanático y a entrenar como terrorista islámico?

Es un misterio. No tengo una explicación. Para mí es un misterio incomprensible. No entiendo cómo un joven bien educado, que no es pobre, que tiene trabajo, que tiene una familia que le quiere, lo cambia todo en 24 horas y pasa del blanco al negro y se marcha para hacer la yihad. No lo entiendo, porque no hay una explicación racional. No hay una razón para explicar esto. Es imposible.

¿Podría imaginarse el futuro? ¿Conseguiremos que este conflicto Oriente-Occidente termine o es más bien pesimista?

«Muchos intelectuales piensan como yo, pero no hay una unión»

No soy ni pesimista ni optimista, soy lúcido y objetivo. Creo que depende mucho tanto del mundo musulmán como de EE.UU. y Rusia, porque hay muchos intereses en juego actualmente. Está la emergencia de Irán, que es un país que quiere influir sobre el mundo musulmán. Rusia, que quiere tener algo que decir. Lo que lamento es que la ONU no sirve para nada, es inútil. Está ahí, pero no resuelve los problemas. Hay que hacer una reforma de la ONU. No es posible seguir gastando miles de millones de dólares para nada.

¿Como intelectual árabe se siente solo en su lucha?

Creo que muchos intelectuales piensan como yo, pero no hay una expresión colectiva. No hay una unión de intelectuales, no existe.

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