arte
«Deseos y necesidades»: fin de ciclo en el MACBA de Barcelona
La salida de Bartomeu Marí como director del MACBA coincide con la última presentación de sus adquisiciones y depósitos. Una cita, «Deseos y necesidades», que él mismo comisaría. Punto final a un ciclo
No sabemos si el prestigio de un museo , en este caso el MACBA , pasa por su colección permanente o por sus exposiciones temporales. Pero lo cierto es que este centro barcelonés, en los últimos seis años (los que coinciden con la etapa de Bartomeu Marí como director), pese al revuelo final , encontró ciertas señas de identidad y definió su status quo dentro de los museos de arte contemporáneo nacionales e internacionales por las apuestas y los discursos generados sobre su colección permanente y, en especial, sus diferentes adquisiciones.
Deseos y necesidades es la sexta propuesta de relectura de la colección, y materializa la despedida de Marí de su notable y reconocida dirección del MACBA. En este caso, él mismo, junto con la conservadora Antònia Maria Perelló , ha dado una nueva vuelta de tuerca a las «disrupciones» a las que nos tienen acostumbrados desde que en 2009 iniciara su paseo por el conjunto con una narración específica que se tituló El tiempo como materia . A ella le siguieron capítulos como Volumen (2011-2012), Episodios críticos (2012-2013) o La herencia inmaterial (2014-2015).
Hilos invisibles
En ellos, la Historia del Arte de los siglos XX y XXI era contada con una visión más estratigráfica que topográfica, y en estos estratos superpuestos ya no caben las cronologías , los ismos o las narrativas canónicas, sino una suerte de «hilos invisibles» que, como si de una trama se tratara, unían y daban sentido a obras y escenarios aparentemente contrapuestos .
El último MACBA procuró contarnos la Hª del Arte con visión más estratigráfica que topográfica
Deseos y necesidades , que se anuncia como «la conclusión de un capítulo de la vida del museo», parte de la frase de la obra de Lawrence Weiner instalada de forma permanente en el hall, y que habla de la relatividad del valor de las cosas. Bajo ese efecto que cabalga entre un lado más voluptuoso e irrefrenable –el deseo– , y el otro más racional –el imperativo de la lógica y el deber– , la exposición reúne a artistas de distintas generaciones y, sobre todo, de distintas e incluso antagónicas escuelas . Y aquí hablaríamos de obras canónicas, que ya f orman parte del corpus oficial del arte contemporáneo , como las de Richard Hamilton , con la reconstrucción de su exposición en el ICA de Londres de 1951 ( Growth and Form ), siguiendo con las de O. Falstrom, Marcel Broodthaers , Dieter Roth o Joan Brossa . Pero esa es sólo una de las «líneas de fuerza» que atraviesan el discurso híbrido de la muestra, que se concreta tanto en obras minimalistas, algunas próximas al arte geométrico, al óptico e incluso a la estética del archivo, junto con otras que apuestan por la estética de los mass media y el documental.
Esther Ferrer y sus proyectos espaciales; Gego y sus sutiles esculturas; los papeles rasgados de Antoni Llena ; las tenues geometrías de Pablo Palazuelo ; las estructuras reticulares de Néstor Sanmiguel Diest o la abstracción de Esteban Vicente conviven codo con codo con Francesc Abad o Walid Raad , para concluir con el joven Iñaki Bonillas , Peter Friedl e incluso el trabajo de Daniela Ortiz y Xosé Quiroga .
A la deriva
En el otro extremo, una nueva línea mucho más icónica, discursiva y con mayores implicaciones en el territorio geopolítico de lo global se iniciaría con la obra de Antoni Muntadas Media Sites/Media Monuments (Buenos Aires), de 2007, y sigue con las obras de Sigalit Landau , Adrián Melis (con una pieza alusiva al régimen cubano), Allan Sekula (con sus reflexiones sobre la América profunda), Vega Macoleta y su trabajo con colectivos de Ciudad de México, Younès Rahmou n y su renovada visión sobre la fe del Islam, Iman Issa y sus «antimonumentos» de El Cairo, para llegar hasta la pieza de suelo de Carlos Aires y que nos despide al acabar el recorrido de esta muy encomendable muestra que, como la obra del malagueño, podría ser una buena metáfora del simbolismo que concentra la propuesta de este museo ahora: el ensamblaje de lo que parecen ser fragmentos de ruinas . En el caso de Aires, restos de embarcaciones ilegales que han sobrevivido a travesías por el Mediterráneo, pero que aquí se unen para crear un objeto estético y «conciliador» .