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Daniel Tammet: «Los miércoles siempre son azules, como el número 9»
Los números no tienen secretos para la literatura. Lo que tienen son colores, emociones. E incluso poesía. Así, «La poesía de los números», titula su nuevo ensayo el matemático Daniel Tammet, capaz de ver el número 89 «como la nieve que cae»
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¿Cómo percibiríamos el mundo si no hubiésemos nacido con diez dedos sino con once, como algunas personas? ¿Cómo aprendió Shakespeare, de niño, el concepto de cero; él, que fue uno de los primeros escolares ingleses a quienes se les enseñó esa asombrosa idea hoy tan corriente? ¿Y cómo se las ingenian las tribus que carecen de palabras para los números, y por lo tanto también del concepto de tiempo o de Historia? Seguramente usted nunca se ha hecho estas preguntas, pero todas ellas y muchas más tienen respuesta en La poesía de los números ( Blackie Books ) . Porque su autor, Daniel Tammet (Londres, 1979), sí se las ha formulado.
Curioso personaje, Tammet. Un prodigio de las matemáticas que ve los números y las letras con colores, formas, emociones. En su primer título, Nacido en un día azul – mejor libro de 2006 según la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos, más de medio millón de copias vendidas en todo el mundo y traducido a veintitrés idiomas–, narraba sus años de formación y explicaba su autismo «sabio». El segundo, Abrazado al cielo abierto , fue uno de los grandes best sellers de 2009 en Francia. Y ahora el tercero demuestra, por sorprendente que parezca, que en los números hay poesía. Y nos sirve para acercarnos al autor.
Le ha sido diagnosticado el trastorno autista de Asperger y el «síndrome del sabio». ¿Eso en qué le convierte?
Nací y me crié en Londres. Era el mayor de nueve hermanos de una familia pobre de clase trabajadora. Por aquel entonces, el autismo de alto funcionamiento, también llamado síndrome de Asperger, no se podía diagnosticar. Mis padres no encontraban la palabra para definirme. Según cómo, yo era «exasperantemente tímido», «extremadamente sensible» o simplemente «patoso», según la expresiva definición de mi padre, lo que quiere decir que era torpe, desmañado. Así que crecí con etiquetas y a lo mejor eso fue bueno. Nunca tuve que satisfacer las expectativas ni las ideas preconcebidas de los demás. Los científicos me llaman «sabio» por mis dotes lingüísticas y numéricas, pero el término es más bien vago y cargado de connotaciones. Soy un escritor, ensayista y traductor que nació dentro del espectro autista. Así es como yo me veo.
Padecer a la vez un trastorno autista y el «síndrome del sabio», ¿no es una contradicción?
«El 1 es blanco; el 2 es como una brisa; el 3 es redondo y verde»
En el pasado, los científicos creían que la gente nacida dentro del espectro autista nunca podría ser creativa, tener amigos, enamorarse, creer en Dios... Como muchas otras personas de ese espectro, yo he hecho todas esas cosas. No hay contradicción. El autismo es una condición del desarrollo: las conexiones neurales entre las células del cerebro se desarrollan de una forma ligeramente diferente. En los casos más leves, como el mío, la discapacidad social es pequeña y disminuye con la edad y la práctica. Las habilidades sociales son como un idioma extranjero que tuve que aprender paso a paso a medida que me hacía mayor, pero que ahora, a los treinta y seis años, hablo sin acento. Alguien que haya nacido en el espectro autista puede crecer y convertirse en un artista reconocido.
Usted es sinestésico. Alguien capaz, además, de recitar decimales del número pi durante cinco horas. ¿Es difícil ser Daniel Tammet?
Tanto las palabras como los números los veo con colores, formas, emociones, personalidades. «Esperanza» es una palabra suave y blanca; el 4 es tímido y azul. Los libros incorporan ambas cosas. Tal vez por eso me hice escritor. Para mí, el número pi (3,141...) es como un poema numérico. En 2004 establecí un récord internacional al recitarlo en voz alta para el público durante más de cinco horas. ¿Por qué lo hice? Porque, hace mucho tiempo, me di cuenta de que los números, al igual que las palabras, podían transmitir historias. No solo quería contar, sino relatar. Fue una manera de usar mi lenguaje numérico para llegar a la gente y conmoverla. Cuando recito –igual que cuando escribo– no soy tímido o torpe. Así que no; aunque mi infancia no siempre fue fácil, ya no es difícil ser yo mismo.
Afirma que cada número, hasta diez mil, tiene su propia forma, color, textura y emoción. ¿Qué ocurre con los números a partir de diez mil?
Los números más bajos son los más fáciles de describir porque son los que tienen las formas más simples. El 9 es grande y azul oscuro; el 89 es como la nieve que cae; el 111 es una peonza blanco brillante. Pero más allá de diez mil, no puedo ver nada. Las formas se hacen demasiado complejas como para que yo las describa. Las secuencias de números largas, como la de pi , las descompongo en segmentos más breves que puedo comprender.
Si le soy sincero, yo no comprendo ni los números bajos.
«Soy un escritor que nació dentro del espectro autista»
Para mí, el 1 es blanco; el 2 es como una brisa; el 3 es redondo y verde; el 4 es azul; el 5 es ruidoso y amarillo. Los números altos toman prestados los colores de los dígitos más bajos, aunque no siempre. Por ejemplo, el 11 es redondo y blanco brillante, como el 1. Por otra parte, el 10 no tiene ningún color particular; es como un espejo.
Si tuviera que elegir un solo calificativo, diría que los números son...
Tanto las palabras como los números son hermosos. Nos ayudan a explorar nuestro mundo al imponer una forma de orden en la cual podemos imaginar libremente. Para mí, las palabras no son solo negro sobre blanco. También son de color dorado, verde, púrpura, naranja. A veces son tan blancas como la página en la que las escribo. Cada palabra es única y diferente. Quizá sea eso lo que les otorgue su belleza. Lo mismo ocurre con los números.
Durante su infancia, en los recreos, se dedicaba a contar las hojas de los árboles. ¿Las contaba todas o se quedaba a la mitad?
«Hay poesía que está configurada por la belleza de los números primos»
Cuando era niño pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca municipal, leyendo. Empecé por los libros más objetivos: los diccionarios y las enciclopedias. Cuando crecí y mejoró mi comprensión emocional, empecé a leer poesía o novelas. Siempre tenía la nariz metida en algún libro. De los libros aprendí muchas emociones humanas, como la alegría, el dolor, la conmoción o el asombro. Shakespeare fue un gran maestro. Su obra es tan rica en imágenes que hasta un niño autista puede sentir las emociones que hay detrás de las palabras y captar el significado. Estando en primaria tenía pocos amigos. A la hora del recreo, durante un tiempo, preferí la compañía de los árboles que crecían en filas rectilíneas a lo largo del perímetro del patio. Los árboles me transmitían una sensación de seguridad y yo me imaginaba que, cuando pasaba por detrás de ellos, desaparecía por un segundo del ruido y el ajetreo que me rodeaba. Los árboles tienen hojas y, efectivamente, yo las miraba y admiraba sus colores y sus formas, y contaba unas cuantas. Pero entonces sonaba el timbre para volver a clase.
¿Por qué dice que nació en un día azul?
Porque nací un miércoles, y para mí los miércoles siempre son azules, como el número 9 o el sonido de voces fuertes que discuten.
¿Se parecen en algo las matemáticas y la ficción literaria?
Al igual que la ficción literaria, las ideas matemáticas ayudan a abrir nuestras mentes a la pregunta: «¿Y qué pasaría si...?» Ambas son ejercicios de pura imaginación.
Cuando afirma que los números primos son poéticos, ¿a qué se refiere?
«Nuestro cerebro tiene más conexiones que estrellas hay en el cielo»
Los números primos –como el 5, el 23 o el 131– son números que solo se pueden dividir entre ellos mismos y entre 1. Son los átomos de los números, y en mi mente son redondos y suaves, y a menudo bonitos. En mi libro los comparo con la poesía. ¿Por qué? Porque hay varios tipos de poesía que están configurados por el rigor y la belleza de los números primos. Los haikus , por ejemplo, están compuestos por tres líneas de 5, 7 y 5 sílabas. 3, 5, 7 y 17 (el número total de sílabas de un haiku) son todos números primos. Esta relación con esos números intensifica el efecto del poema. Otro ejemplo es la sextina, un poema compuesto por seis estrofas cada una de las cuales contiene seis versos. Los matemáticos la han estudiado y han descubierto que su estructura se puede describir mediante una simple fórmula basada en los números primos.
¿No está harto de tantos números? ¿Le gustaría ser normal?
¿Y qué es normal? Cuando era pequeño deseaba por encima de todo ser como los demás niños y tener amigos. Pero ahora me doy cuenta del valor de la diferencia, de lo enriquecedora que puede ser para uno mismo y para los demás. Así que, ¿por qué iba a querer cambiar?
¿Cree que su cerebro es increíble?
Hace diez años participé en un documental emitido en la televisión británica y en distintos países que analizaba el síndrome autista del sabio a través de mí. Me reuní con científicos en el Instituto de Estudios del Cerebro de California y en el Centro de Estudio del Autismo de la Universidad de Cambridge y me sometí a numerosas pruebas. Aprendí que todos los cerebros son increíbles. El cerebro humano tiene más conexiones entre sus células que estrellas hay en el cielo o átomos en el universo. Creo en una sociedad en la que haya espacio para toda clase de mentes.