libros

Kiko Amat: «No conviene estar todo el día con escritores porque surgen amiguismos»

El catalán hace balance de 25 años como articulista en «Chap chap», una antología (confesional) en la que tienen cabida desde una entrevista a Miguel Bosé a un concierto de Vic Godard

Kiko Amat: «No conviene estar todo el día con escritores porque surgen amiguismos» ALBERTO GAMAZO

INÉS MARTÍN RODRIGO

Kiko Amat (Sant Boi, 1971) empezó a juntar letras hace más de veinticinco años. Desde entonces, ha tenido tiempo de escribir cuatro novelas, un ensayo y un buen puñado de artículos, convirtiéndose en referente de la (sub)cultura urbana de este país. Sin miedo a mirarse en el espejo, ahora que ya se reconoce en él, el barcelonés ha decidido reunir, a modo de «antología confesional», una selección de sus mejores (y peores) escritos en «Chap Chap» (Blackie Books).

- ¿Por qué se le ocurre publicar una antología como esta?

- Por hacer algún tipo de inventario moral, para ver la progresión de lo que había hecho. Me encanta hacer mis artículos y es un proceso más inmediato y gratificante que las novelas, en el sentido que se parece más al pop. Siempre escribo en modo confesional autoflagelatorio. No quiero ponerme más chulo de lo necesario, pero esto exige un cierto coraje. Yo lo he dejado todo por escrito.

- De hecho, en algunos artículos se exhibe demasiado. ¿No siente pudor?

- No, el pudor no es algo que entre en la ecuación. La parte difícil ya la pasé. A partir de 2003 empecé a tener autoconciencia; siempre me veía de un modo engañoso. De golpe descubrí quién era con todo: los egoísmos, la vanidad, la ocasional escalada hacia la demencia borrachuza… Lo vi todo como una panoplia de bochorno. Siempre riéndome del tipo de personaje ridículo que era…; bueno, el personaje no, la persona.

- Efectivamente: hablamos de persona, no de personaje.

- Esto es una diferencia crucial: hay un personaje, en el sentido de que aplicas hipérbole (nadie puede vivir así, ya me habrían matado), pero mi personaje se parece horrores a la persona. No soy todo el rato el demente que aparece en mis escritos, pero lo soy mucho y se parece mucho a mí.

- Y, cuando tuvo esa autoconciencia, ¿a quién descubrió?

- A un tío razonablemente patético, cuyos instintos no son espontáneamente benignos. Pero tampoco quiero hacer melodrama. Hay cierta valentía al ver que tampoco eres tan excepcional, que ni siquiera tu maldad es de Pol Pot o de genocida en los Balcanes, que eso también es un proceso muy típico de los egocéntricos y los narcisistas. Vi a alguien así, un gusano juntaletras con una cierta inclinación para con la palabra escrita, nada más. Alguien egocéntrico para bien y para mal; también en el sentido de buscar faltas y autocrucificarme. Tú formas parte de un eje y el mundo, por desgracia, gira alrededor de ese eje; pero, si te miras friamente, no eres un jerarca enloquecido y genocida.

- Tengo la sensación de que es un poco duro consigo mismo.

- No sé. Me sorprende mucho la gente que no sabe quién es.

- ¿Para saber quién es necesita ser duro consigo mismo?

- Claro. Y luego, ocasionalmente, se abren las nubes y dices: «¡Hostia, pues no está mal este!» A mí casi nunca me pasa, pero cuando me pasa lo escribo siempre. Me alarma, psiquiátricamente, cuando hablo con alguien en un bar y el fulano se está describiendo de una manera delirantemente falsa.

- Y benévola.

- Ultrabenévola, pero completamente falsa. Ese no se ha mirado. Quizás yo me he pasado de mirarme, pero es muy peligroso ir por la vida creyendo que eres otro tío, porque cuando amanezca el día en que te descubras de verdad, va a ser una lluvia de yunques en tu cabeza.

- Y después de ese día eres incapaz de seguir adelante.

- Es que el único camino es cicuta o lanzarte a un balcón. Yo, afortunadamente, ya llevo años con este proceso, no hay demasiadas expectativas. Y cuando de repente me sorprendo digo: «Mira, tampoco era tan repugnante el pavo».

- En los últimos 25 años, ¿cómo ha cambiado la escena cultural en España? ¿Sigue siendo tan egocéntrica y egoísta?

- Esta es una buena pregunta, hecha a la persona equivocada.

- ¿Por qué?

- Mi encuentro con la industria cultural española fue a los 33 o 32. Tenía muchos tiros pegados, tenía unos círculos y un bagaje subcultural que me imposibilitó entrar a formar parte, por tentadora que fuera la posibilidad, que no lo era, de la escena de la gauche divine y la burguesía catalana cultural. No me pareció interesante. No lo digo desde la altivez, es que mi mundo era tan distinto…

- Bueno, suena sincero.

- Es que no estoy diciendo que mi resolución sea guay. Lo vi como una cosa muy estancada, muy autocongratulatoria, no me parecía sano. Mis autores preferidos siempre lo han dicho: no conviene estar todo el día con escritores, porque la atmósfera se enrarece y se convierte en un juego de amiguismos. Además, ahora hay mucha gente que te podía nombrar que hace cosas que me gustan, pero cuando salí yo con la primera novela no había ni uno.

- ¿Y ahora a quién nombraría?

- Bueno, ahora podría estar en una mesa charlando con Carlos Zanón, Javier Calvo, Miqui Otero, Laura Fernández… Pero entonces estaba solo. Para ser un buen escritor tienes que desarrollar tu voz, no la de otro o la de un grupo. Los grupos literarios tienen su gracia y a mí me gustan algunos, pero uno tiene que desarrollar su propia voz en soledad.

- Pero ahí está la cuestión: ¿cómo se desarrolla esa voz?

- Es una pregunta muy grande, no sabría ni cómo abordarla.

- Se lo digo porque los escritores españoles que tienen una voz propia se cuentan con los dedos de una mano.

- La gente también tiende mucho a emular a sus héroes. No le voy a dar la fórmula mágica, pero claramente es un mal acercamiento no emular a tus héroes. Inevitablemente, tu voz va a acabar siendo la tuya. Yo creo que la gente entra en esto queriendo pasarse de raro o de excéntrico, cuando lo natural es que tu primer libro, como el primer disco, se parezca a algo. Es obligatorio tener padres putativos, gente que te haya influido y, a partir de allí, va naciendo una voz. Pero, cómo desarrollar esta voz… No le puedo decir los mecanismos, pero, desde luego, es en soledad, y sabiendo cuál es tu canon. Yo he estado confuso con muchas cosas en mi vida, pero sé lo que me gusta desde siempre.

- En el arranque aparece una cita de Julio Camba: «Yo creo que en nuestros labios pueden florecer, alternativamente, la blasfemia y el beso». Qué buena definición del articulismo.

- Yo no soy periodista. Yo vengo de leer a los ingleses y todos eran divertidos y hablaban en innegociable primera persona, desde la subjetividad absoluta. Una crítica que siempre he recibido es: sólo habla de él. ¡Pues claro! Hace veinticinco años que sólo hablo de mí, siempre va a ser así.

- No siempre la primera persona denota «ombliguismo», pero tenemos ese prejuicio.

- Hay artículos que son narcisistas hasta el vómito y están escritos en tercera persona, o están escritos escondiendo el yo; lo entiendo, pero es para gente que no se atreve a utilizar el yo porque cree que va a antagonizar a cierto tipo de lectores. La línea entre la autocrucifixión y el exhibicionismo pueril es muy fina, te la puedes pasar. De ahí que no tenga Twitter, ni Facebook… La contención es la herramienta número uno de los narradores. La gracia de estos artículos es que parece que los haya escrito un demente en un ataque de semi vómito, y no son así. Para que sean así de naturales tienen que pasar por un proceso de construcción con elementos artificiales.

- ¿Qué pasa cuando le encargan un artículo que no le apetece escribir?

- Es muy difícil engañar a tu editor sacándole un texto que no te habían encargado.

- Yo creo que es aún más difícil engañar al lector.

- Pero cuando ya empiezas a ser… odio la palabra firma…, cuando empiezas a ser un autor que tiene un cierto tipo de lectores, no van a esperar una crítica al uso, se van a encontrar toda la cornucopia de filias, fobias y mordacidad del autor.

- ¿Por qué odia la palabra firma?

- Porque suena a eso que siempre dice el editor: «Tenemos nuevas firmas, de prestigio…» Que ya sabes cuáles son, porque siempre son las mismas cinco o seis en este país.

- ¿Y cómo logra poner distancia cuando hay un tema que le gusta demasiado?

- Eso es muy difícil. Cuando la devoción me ha superado, los artículos no son muy buenos. Cualquier patán sabe que no hay nada más fácil que hacer una crítica negativa.

Kiko Amat: «No conviene estar todo el día con escritores porque surgen amiguismos»

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación