arte
El MUSAC muestra sentido común en el ciclo expositivo que cierra la temporada
El MUSAC de León hace de la necesidad virtud y sus últimas exposiciones se centran en su colección. Una mirada al paisaje, al autorretrato y al sector artístico para cerrar la temporada
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Castilla y León es posiblemente una de las Comunidades Autónomas que con más fuerza apostó por el arte contemporáneo, siguiendo un modelo cultural especulativo, basado en la construcción de infraestructuras, que resultó ser un fiasco. Se apoyó la creación del DA2 en Salamanca , que actualmente languidece sin dirección ni orientación alguna. Igualmente se apoyó en Segovia un centro dedicado a la obra y la memoria de Esteban Vicente , que estuvo a punto de echar el cierre. Lo mismo sucede con el Museo Patio Herreriano de Valladolid , que resiste heroicamente con un presupuesto limitado. Por último, la joya de la corona, el MUSAC de León, por el que se apostó sólidamente –no sólo con la construcción de un edificio emblemático de Tuñón y Mansilla, sino también con la creación de una colección de arte contemporáneo, en la que se hizo un esfuerzo económico considerable–, terminó generando una situación explosiva, con la dimisión en 2013 de la directora, Eva González Sancho, denunciando públicamente injerencias por parte de los gestores de la Fundación Siglo, y falta de autonomía en la dirección del museo.
Crecimiento sostenible
Por eso, el trabajo desarrollado por Manuel Olveira como director en esta nueva etapa ha tratado de consolidar una verdadera autonomía en la gestión del centro, y un desarrollo racional y sostenible de sus colecciones y exposiciones. Con un presupuesto específico para actividades de algo más de dos millones de euros, y con un conjunto de arte contemporáneo de más de 1.600 piezas, el museo cuenta con un patrimonio importante, que es necesario rentabilizar.
Olveira trata de desarrollar una
programación
austera pero coherente
Dentro de una política cultural todavía de restricciones económicas, Olveira ha tratado de desarrollar una programación expositiva austera, pero plenamente coherente. Por un lado, es necesario seguir propiciando diferentes lecturas de la colección del MUSAC , encargándole esa tarea a diferentes comisarios. Esta ha sido la labor desarrollada ahora por Paco Barragán, quien ha propuesto una lectura del conjunto basada en la idea del diálogo directo entre el curador, el artista y el espectador, cuestionando el papel de cada uno de estos interlocutores. Podemos recordar así el Burdel (2001), montado por Ana Laura Aláez , como verdadero emblema del mercado del arte; o la bella vídeo-instalación de Eugenio Ampudia dedicada a reflexionar sobre el papel de la creación.
En segundo lugar, Olveira ha desarrollado la convicción de que el museo no es un ente abstracto que se dirija a un espectador universal, conocedor de la Historia del Arte, sino que se encuentra en un enclave y una comarca específica, con sus problemas locales y regionales. Por eso la exposición Sector primario, por él comisariada, trata de poner los pies en la tierra, acercándose, desde el arte, a la economía regional, hasta hace poco fuertemente arraigada en la ganadería, la agricultura y la minería. Las reflexiones de Javier Riera sobre el paisaje y sobre la experiencia del Land Art; la colaboración artística de Antje Schiffers con campesinos de la región, produciendo obras basadas en el trueque, o los interesantes trabajos de Asunción Molinos Gordo , sobre las implicaciones sociales y económicas de la agricultura y la alimentación, son piezas de este tipo.
Mirar hacia afuera
Por último, es necesario para todo museo seguir manteniendo el perfil internacional. Y este es el espacio que brillantemente viene a satisfacer la exposición Self-timer Stories [Historias del disparador], producida en colaboración con el Gobierno Austriaco, y que se ocupa del autorretrato fotográfico antes de la aparición del selfie. Aportaciones importantes de artistas como Carolee Schneemann , Valie Export o Ana Mendieta, junto a obras de españoles como Juan Hidalgo o Esther Ferrer, son puestos en relación con sugerentes performances, realizadas el día de la inauguración por artistas como Martha Wilson, que le pide al público que escriba en una tarjeta su rostro, o como el bello autorretrato de Lilo Nein, haciendo «cantar» a unos actores profesionales su retrato, al oído de los visitantes.