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Marco Casamonti: «Zaha Hadid está muerta para la arquitectura»

La arquitectura ha pasado la página de lo espectacular y pone los pies en la tierra. Marco Casamonti, autor de una bodega subterránea, sin edificio a la vista, explica esta tendencia que busca la conciliación con la Naturaleza

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laura revuelta

Cuando la arquitectura y, sobre todo, los arquitectos con muchas estrellitas en la solapa estuvieron a la orden del día, las bodegas fueron uno de sus objetivos más codiciados. El paisaje español da buena fe de ello con ejemplos de relumbrón. Por ello, y por ir a la contra de todo esto, llama la atención la bodega Antinori , que no levanta ni un palmo del suelo, diseñada por el estudio italiano Arche Associati , y que remarca con especial énfasis la renacida comunión entre la arquitectura y la Naturaleza. Marco Casamonti, miembro del equipo, «encabeza» con sus palabras esta vuelta a la tierra.

Entenderá que sorprenda que en este proyecto no se vea edificio por ningún lado. Se otea el horizonte, y nada a la vista.

«Dubái es el paisaje del dinero, y eso no tiene nada de malo. Es reflejo de un momento de locura»

Este es un proyecto muy significativo. No en cuanto a la arquitectura, porque, en realidad, no es un edificio. Se trata de un fragmento del paisaje. Pero tiene un significado político y social muy potente, porque supone una reflexión sobre la destrucción del territorio, algo muy conocido en Italia y España. La solución no pasa por dejar de construir, sino por desarrollar una cultura capaz de trabajar en el paisaje, la tierra, la Naturaleza... Y, a la vez, es un proyecto que nos muestra que puede existir una vía alternativa entre la conservación total y la construcción desmesurada.

¿Qué hace especial el paisaje de la Toscana para que hayan sido tan cuidadosos?

No existe un metro cuadrado de la Toscana que no haya vivido la presencia y el trabajo del hombre durante siglos: las terrazas, los cipreses, los olivos… No son Naturaleza salvaje. Es un paisaje extraordinario porque está completamente pensado y transformado por la labor del ser humano. Eso es lo que nosotros tenemos que aprender.

¿El peso de la Historia en Italia hace que se repudie lo contemporáneo?

Una persona italiana ama muchísimo su pasado, su Historia, su arquitectura, y siente ese rechazo hacia la contemporaneidad. ¿Por qué? Hay que entenderlo. En los últimos 20 o 30 años, hemos demostrado que la contemporaneidad no era capaz de soportar la comparación con la Historia; hemos perdido.

Entonces, ¿qué piensa de otros espacios donde prima la espectacularidad, tipo Dubái?

«En arquitectura, no puedo elegir. Camino por la calle y no puedo elegir si ver un edificio o no»

Dubái también es un paisaje artificial que refleja exactamente lo que fue esta ciudad entre 2000 y 2010. Era el paisaje de un país bulímico que tiene que comer y vomitar. Dubái es un lugar donde el dinero se convierte en construcción. Son edificios que están vacíos, que no son casas, que no son lugares donde vivir... Dubái es el paisaje del dinero, y eso no tiene nada de malo. Es el reflejo de un momento de locura. Y cuando en la Historia se producen momentos de excitación, de locura, como las revoluciones, se consiguen cosas extraordinarias.

¿La clave está en el paisaje y en que el arquitecto siempre ha de «someterse» a él?

Exactamente. Tenemos que construir un paisaje, ya sea completamente artificial, como en Dubái o como en Las Vegas; ya sea completamente natural, como en la Toscana. Pero en ambos casos vemos el trabajo del hombre. ¿Conoce San Gimignano , en la Toscana? San Gimignano es la Dubái del medievo: familias que construían torres inútiles, porque no vivían dentro, sólo para demostrar su poder. Así pues, de la misma forma en que hoy, cuando vemos San Gimignano, decimos que esas torres medievales son fantásticas, lo mismo diremos en un futuro sobre Dubái. En cambio, lo que supone la destrucción de nuestra identidad y del paisaje significa el anonimato; la globalización que destruye las diferencias, las identidades, la cultura. Ese es el verdadero peligro de la contemporaneidad.

Este proyecto ha estado entre los cinco finalistas del Premio Mies Van der Rohe , y todos ellos tienen en común un gran respeto por el entorno en el que se ubican.

Todos hablan la misma lengua. La transformación de una cultura que pertenece al siglo XX para abrirse al siglo XXI. Es decir, la arquitectura no es diseño. La arquitectura del estrellato, que construye objetos de diseño que se celebran a sí mismos, que son autobiográficos y no están relacionados con el contexto, está muerta definitivamente. Zaha Hadid está muerta. Esa arquitectura que no diseña ciudades, sino objetos, es una arquitectura que ya no interesa.

¿Podríamos afirmar que la arquitectura vuelve a poner los pies en la tierra?

Es una arquitectura de la tierra, dentro de la tierra, hecha con la tierra. Creo que existe la necesidad urgente en toda Europa de volver a reflexionar sobre el paisaje, sobre la relación con el contexto, que es un contexto cultural, social, político. No necesitamos estrellas.

¿El arquitecto pasa a ser anónimo?

«Nos creímos que lo contemporáneo no soportaba la comparación con la Historia»

Sí, el arquitecto… El arquitecto tiene que ser anónimo, porque en realidad tú no construyes para ti mismo. Tú construyes para los demás. Por ejemplo, la música es un arte que yo puedo elegir. Si me gusta el rock, escucho rock. Si me gusta el jazz, escucho jazz… Pero en la arquitectura no puedo elegir. Yo soy un ciudadano, camino por la calle, y no puedo elegir si ver un edificio o no verlo, si vivirlo o no vivirlo. Si entro en una estación, no tengo elección: tengo que ir a esa estación. Si voy a un aeropuerto, tengo que ir a ese aeropuerto. Por eso la arquitectura, con respecto a las otras artes, tiene una responsabilidad colectiva.

De vuelta a este proyecto de la bodega, tan espectacular por antiespectacular, entienda que mi curiosidad resulta un tanto primaria o simplona. ¿Cuánto tiempo han invertido en su realización?

El proyecto lo hicimos en un año, pero se construyó en cinco. Es un proyecto muy grande, muy complejo. Tuvimos que parar durante un año, porque se produjo una especie de rebelión de la Naturaleza. La colina tenía que estabilizarse, así que empezamos a construir, luego nos detuvimos y luego lo retomamos. Cuando la colina encontró su equilibrio, seguimos construyendo.

Prosigo con este interrogatorio un tanto básico. ¿Es más fácil construir en la superficie o bajo ella?

Construir dentro de la tierra es como desafiar a la Naturaleza. Tú nunca sabes qué hay debajo de la tierra: si hay agua, si hay tierra, si hay roca. Puedes hacer todos los sondeos que quieras, pero al final siempre es una labor de descubrimiento. También he de decir que la arquitectura responde ante la ley de gravedad: el peso. Estamos acostumbrados, desde hace 2.000 años, a desafiar el peso; ir hacia arriba. Ir hacia abajo es como construir con una fuerza enorme, más grande que la gravedad, pero esta es nuestra oportunidad para el futuro: no podemos seguir ocupando espacio y consumiendo suelo.

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